¿Libertad es presión?
Por aquello de que las palabras tienen más fuerza que las balas, nuestras Fuerzas Armadas desarman el valor de las palabras
Por aquello de que las palabras tienen más fuerza que las balas, nuestras Fuerzas Armadas, como sucede con otras en el planeta, desarman el valor de las palabras, las suavizan a través del eufemismo, que ayuda a decir las cosas de una manera menos cruda.
Por eso no se habla de muertos sino de "neutralizaciones". El crimen contra la población civil es un "daño colateral". El escenario sangriento y terrible de la guerra es un "teatro de operaciones". Y el enemigo hace lo mismo, porque el secuestro es para la guerrilla una "retención", la extorsión se convierte en "vacuna" y el asesinato es un "ajusticiamiento".
Aplausos camino al cementerio
La revista Semana revela una operación continuada y organizada de parte de miembros de la inteligencia del Ejército que allá se llama "perfilar" y que es en realidad un espionaje y un atropello que viene sucediendo con el visto bueno de altos oficiales y el desentendimiento del gobierno. Nada de ruedas sueltas: actuaciones diseñadas y ejecutadas con procedimientos evidentes.
Funcionarios pagados con dineros públicos dedican miles de horas, gracias al uso de un sofisticado software y otras herramientas digitales, a escarbar en la vida de otros empleados públicos, de periodistas, de sindicalistas, de políticos y de miembros de oenegés, con un objetivo común: conocer con detalles la vida de quienes ponen la lupa en el Ejército, lo cuestionan, denuncian hechos de corrupción o plantean críticas a sus actuaciones.
De estas personas "perfiladas" se llevan completas carpetas en las que hay información sobre lo que dicen, con quién hablan o interactúan, dónde viven y qué lugares frecuentan, qué correos usan, quiénes son sus familiares y qué actividades tienen; si deben o no multas de tráfico, qué comercios frecuentan, cuáles son sus contactos y sus amigos...
Y todo esto revelado semanas después del que conociéramos la lista de redes con críticos del Ejército que se había bautizado como "oposición", lo que demuestra que siguen los uniformados interesados en la vida de los otros, como en la célebre película alemana de hace tres lustros. Empeñados en etiquetar como adversarios y enemigos a quienes no marchan al compás que dictan desde la cúpula.
La vida de los otros... pero no de los otros dedicados a la delincuencia, a la ilegalidad y al terrorismo. Usan dineros públicos y recursos que nos confían países aliados en la bajeza de espiar a ciudadanos que no están al margen de la ley. Estados Unidos gira para que combatamos el narcotráfico y aquí emplean el dinero para "perfilar" periodistas, muchos de ellos corresponsales de ese país que cubren la fuente militar y de orden público.
Lo más triste es que el gobierno y las propias Fueras Militares no hacen nada. El viernes, en pleno Día del Trabajo, se ofreció a las carreras una rueda de prensa para anunciar medidas y retiros, solo porque Semana horas antes había tenido la delicadeza de consultar al gobierno su posición sobre lo que iba a publicarse.
Médicos en peligro
Sigue el gobierno y el Ejército reaccionando solo cuando la prensa denuncia, prefiriendo barrer la mugre debajo del tapete si no hay artículos o revelaciones periodísticas de por medio. Y sigue, tristemente, quedando muy claro que no son hechos aislados, sino que en el Ejército de hoy hay una política seria de espiar a quienes están en la legalidad y osan cuestionar las actividades militares, lo cual es una garantía de la república que están desconociendo los oficiales implicados.
Para decirlo en términos que entendería hasta un bachiller recién entrado a filas: que vuelvan los tiempos en que los recursos de inteligencia del Ejército estaban para perseguir a los malos y no para acosar a los buenos. Que una cosa es tener perfiles de cómo piensan los generadores de opinión y que otra, peligrosa e inadmisible, que se haga con herramientas y recursos de inteligencia.
Está visto que en el Ejército no necesitaron del coronavirus para poner el mundo al revés: confunden "libertad de expresión" con "libertad es presión"