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“Hasta que termine la guerra no nos envían las cenizas”: familia de colombiano que murió en Ucrania

El joven santandereano falleció en una misión militar en el país europeo. El cuerpo quedó atrapado en zona de combate y su familia lucha por recuperar al menos sus cenizas.

Alejandra Romero, hermana de la víctima

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La familia de Eduardo Salinas Romero, un joven de 27 años oriundo de Bucaramanga, atraviesa un dolor profundo y una angustia aún mayor al no poder recuperar su cuerpo, luego de que muriera en Ucrania tras pisar un campo minado en medio de una misión militar.

Salinas Romero llegó a Ucrania hace solo tres meses, movido por un sueño de infancia y era ser militar profesional.

Ya había prestado servicio en Colombia por 18 meses y al no poder continuar su carrera militar por límite de edad, se trasladó a Bogotá, donde trabajó como guarda de seguridad.

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Fue allí donde conoció la oportunidad de alistarse en una unidad aliada de la OTAN para servir en Ucrania.

Su hermana, Alejandra Romero, en entrevista con Caracol Radio relató que Eduardo “murió en su ley, haciendo lo que amaba”.

Aseguró que no tenía vínculos con grupos irregulares ni actuaba como mercenario. Estaba en el proceso de certificación de la Alianza Atlántica.

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“Él fue certificado como soldado de la OTAN, con documentación y todo”, enfatizó.

Una misión, un campo minado y un adiós sin cuerpo

Según el relato de la familia el santandereano estaba en misión en una zona de alto riesgo desde hacía mes y medio, con comunicación muy limitada.

Su último mensaje fue enviado por radio, a través de un compañero, unos 20 días antes de su fallecimiento. Expresaba esperanza por volver pronto. “Estaba contando los días como en las películas”, le dijo a su madre.

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La tragedia ocurrió cuando al regresar a la base, uno de los soldados ucranianos de su unidad pisó una mina. Eduardo quien caminaba cerca fue alcanzado por la explosión.

“Nos dijeron que él quedó en una zona de difícil acceso, bajo constante fuego ruso. Un compañero suyo intentó recuperar su cuerpo, pero no fue posible. El sargento nos dijo que quizá puedan enviar las cenizas en un año o incluso dos. Hasta que se dé el cese al fuego. No hay certeza de nada”, explicó su hermana.

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Sin apoyo oficial y con la esperanza rota

La familia de Eduardo enfrenta no solo el dolor de su pérdida, sino también la impotencia ante la ausencia de apoyo de autoridades, tanto locales como internacionales.

Alejandra aseguró haber contactado a la embajada de Ucrania en Colombia, donde le dijeron que no podían ayudar con “temas militares”. Desde entonces no han recibido más respuestas.

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Tampoco han tenido contacto con ninguna entidad del gobierno colombiano.

La repatriación del cuerpo o de sus efectos personales depende ahora de decisiones logísticas militares que podrían tardar años.

“Nosotros no queremos dinero. Solo queremos tener sus cenizas para darle una cristiana sepultura, para que su hijo tenga dónde visitarlo, para que mi mamá pueda hacer su duelo”, afirmó Alejandra.

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Un hijo, una madre devastada y un sueño truncado

El colombiano deja un hijo de 7 años, quien vivía con su madre en Bucaramanga.

Según su familia, el niño aún no comprende la dimensión de la pérdida. Mientras tanto su madre devastada por la noticia y la falta de respuestas está en tratamiento psicológico.

“Ella añora tenerlo así sea en cenizas. Solo quiere tener un lugar donde orarle, donde recordarlo como el hombre valiente que fue”.

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La familia ha comenzado una campaña silenciosa pero persistente para exigir al menos la recuperación de los restos de Eduardo.

También piden apoyo del gobierno colombiano para facilitar el proceso logístico de recuperación y traslado, en caso de que sean contactados desde el frente ucraniano.

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“No sabemos si nos llamen en cualquier momento y nos digan que debemos ir hasta Ucrania por sus cosas. Pero, ¿cómo viajamos sin recursos, sin respaldo, sin saber a qué nos enfrentamos?”, se pregunta Alejandra.

Vocación de soldado desde niño

Eduardo creció en el barrio El Dorado en Floridablanca. Desde pequeño mostraba interés por la milicia. Tras perder oportunidades laborales durante la pandemia decidió prestar servicio militar, convencido de que esa era su verdadera vocación.

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Alejandra Romero, hermana de la víctima

“Si hubiera podido continuar su carrera en Colombia, hubiera sido el más feliz. Él amaba eso. Amaba ser soldado”, recuerda su hermana.

Su historia pone en evidencia las dificultades que enfrentan hoy las familias colombianas cuando uno de los suyos muere en conflictos internacionales, sin representación ni garantías.

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Eduardo Salinas Romero no era un mercenario. No buscaba riquezas ni gloria. Solo quería ser militar. Murió sirviendo a una causa que consideró justa, en un país lejano, sin saber que su cuerpo quedaría atrapado en la guerra.

Su familia desde Floridablanca pide algo elemental, que Colombia no olvide a uno de sus hijos. Que no se le deje solo, ni siquiera en la muerte.