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Economía

Editorial Gustavo Gómez

"Una causa nacional": Gustavo Gómez

El futuro de Hidroituango es un asunto de seguridad nacional, que debe contar para su resolución con el liderazgo del presidente Iván Duque

Este país tiene que aprender a pensar como un país de verdad, y no como un puñado de comarcas amarradas con piolas que siempre están amenazando con ceder por la fuerza de las veleidades regionales.

El ímpetu de las oscuras realidades que se nos vienen por delante requiere que un caso específico genere unión y no división. Hablo del proyecto Hidroituango, y ese espíritu de cuerpo es fundamental para que el futuro no sea tan sombrío como algunos, con razón, avizoran.

A Hidroituango hay que insistir en dejar de verlo, con desdén y desprecio, como una especie de embeleco de los paisas, de sus industriales, de sus grupos y de sus sindicatos empresariales nebulosos. Y despolitizarlo, porque si seguimos en la dinámica de "¡en esta esquina el empresariado!" y "¡en esta otra el alcalde Daniel Quintero!", apague y vámonos. Y, ojo, que lo del apagado es literal.

Todo lo que haya pasado en Hidroituango debe seguir siendo objeto de juicioso y minucioso análisis de parte de la opinión y de los organismos de control y de justicia, claro que sí. Las responsabilidades del caso deben definirse de manera diáfana y ser objeto de las sanciones a que haya lugar.

Eso es una cosa. Otra muy distinta es que sigamos en la dinámica de que Hidroituango es un problema regional que debe resolverse en el ámbito de las montañas antioqueñas y con lucha libre en la arena política del terruño.

Si ustedes siguen con juicio las alertas que expertos y entendidos han dado en las últimas semanas; si atendieron, por ejemplo, el valioso informe de Diana Calderón en el Noticiero del Medio Día sobre lo que se nos viene en materia de suministro energético, estarán de acuerdo en que Hidroituango es un asunto que compete a 50 millones de personas y en que su resolución será fundamental para la economía y el bolsillo de todos.

La Contraloría ha cumplido con su deber de velar por la suerte de los recursos públicos, y el camino no es pedirle a la entidad que se haga la de la vista gorda, ni mucho menos. Pero las de la Contraloría, y otras decisiones de primer nivel, serán fundamentales para evitar un caos que está anunciado.

Los aseguradores han dicho que cumplirán y honraran su palabra frente al proyecto, entre otras cosas porque aquí no estamos en un escenario de corrupción, pero, ¿qué pueden pensar los aseguradores, que entre otras ya han girado 350 millones de dólares, cuando ven a amplios sectores empeñados en desbaratar el camino del pago y plantear cada vez más obstáculos, como queriendo que no se cristalice?

El hoy y el ahora del gerente de EPM y de la junta directiva es orientarse, de tiempo completo, en que se surtan esos seguros. No hay otra prioridad. Y, por su puesto, asegurarse de que los cronogramas estén al día, porque el fallo de la Contraloría confirmó la posibilidad de que, a estas alturas, se haga cambio de contratistas, con lo que el atraso terminaría convirtiéndose en el peso insalvable que hundiría el proyecto. ¡Qué se pendan las primeras turbinas a tiempo, que evitemos el lucro cesante, que se paguen los seguros! ¿Será tan difícil que lo logremos con una conciencia de que es el beneficio común lo que nos estamos jugando?

El futuro de Hidroituango es un asunto de seguridad nacional, que debe contar para su resolución con el liderazgo del presidente Iván Duque y de sus ministros, con las actuaciones proporcionadas de los entes de control, con la presteza y tino de la junta y del gerente, con la cordura de los políticos y, sobre todo, de quienes hoy aspiran a convertirse en presidentes, porque a uno de ellos le podría estallar esta bomba megadestructora en las manos. En fin, de todos, porque somos todos los que podríamos ver el resultado de la indiferencia y de la mezquindad de hoy en las facturas de mañana.

Y, para que nos digamos las cosas como son, a la vuelta de la esquina podríamos estar revisando esas hinchadas facturas a la luz de una vela... si es que no alcanzamos a cargar la batería del celular.

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