Otello, un compañero de grandes aventuras
Seguimos haciendo un homenaje a las mascotas, esos pequeños seres que hacen muy feliz nuestra existencia
Lyda Ramos, residente del barrio Cedritos en Bogotá, contó que la pérdida de 'Otello' fue muy difícil, pero que lo recuerda todos los días con gran cariño.
Llegó muy pequeño a su hogar, y de a poco se volvió su cómplice, ya que a falta de sus dos hijos -que salieron al mundo a hacer su propia vida-, se convirtió en todo un compañero de juegos para ella.
Le encantaba disfrazarse de arlequín y usar gafas de color negro como un agente en encubierto. Aprendió a sentarse, traer la pelota, y dar la mano. Sin embargo, algo que a Lyda le gustaba mucho era que él le alcanzaba sus pantuflas cuando llegaba muy cansada a casa luego de un día difícil.
“Pareciera que entendiera que me encontraba agotada y deseaba ponerme más cómoda”, contó.
También, cuando tenía problema en su trabajo o el hogar, ‘Otello’ se recostaba a los pies de su cama y no se iba hasta que ella se quedara dormida. Los perros como siempre, tan perceptivos.
Para sorpresa de muchos, esta gran amistad duró poco más de nueve años, ya que una leucemia fulminante terminó por separarlos en menos de seis meses. La alegría que lo caracterizaba se fue apagando de a poco. Ya no comía helado, y mucho menos tenía la vitalidad de antes para salir corriendo a saludar a los vecinos.
Fatiga, pérdida de peso, falta de apetito y mucha debilidad, hicieron que de a poco, ‘Otello’ fuera perdiendo la magia.
Los médicos dijeron que no sobreviviría mucho tiempo bajo esta condición y sugirieron aplicarle una inyección para que descansara, ya que mantenerlo con vida alargaría el sufrimiento.
Lyda fue muy audaz y valiente al tomar esta decisión, pero antes de despedirse para siempre de su gran amigo, le dio un último día inolvidable.
Fueron a pasear a la sabana de Bogotá, caminaron por un campo lleno de flores, comieron helado y cuando el sol se fue, ambos se despidieron y Lyda prometió no olvidarlo.
¿Cómo ha salido adelante después de su pérdida?
Lyda cree que la mejor terapia ha sido tener su recuerdo muy presente, así que conservó las cenizas sobre la chimenea de su casa y todos los días eleva al cielo una oración.
Esta fue una pequeña dedicatoria que le hizo el día de su sepelio:
Un abrazo mi gran amigo...
Te adelantaste para estar al lado de nuestro creador. Espéranos con tu alegría para que cuando nos veamos, recordemos este día que compartimos.
Gracias por tu cariño incondicional, dejaste una familia con los mejores recuerdos
Feliz viaje