En el Magdalena Medio antioqueño ofrecen hasta $10 millones por capturar hipopótamos
Los habitantes aseguran que desconocidos -hasta de otros países- llegan al territorio a ofrecerles plata por los animales.
Es bien sabido que la presencia de hipopótamos en el Magdalena Medio antioqueño es un problema que pesa toneladas. Los que eran unos cuantos animales en la época de los 80, ahora son 169. Por las calles de Doradal, a 165 kilómetros de Medellín, es común toparse con enormes y salvajes “caballos de río”, como también son conocidos.
Pese a que, en un trabajo conjunto entre el Ministerio de Medio Ambiente, la Gobernación de Antioquia y Cornare han esterilizado veinte hipopótamos, el problema sigue creciendo y no se sabe qué hacer con ellos.
Acaso, ¿sacrificarlos o enviarlos a refugios?, Mientras se resuelven esas dudas, biólogos y expertos aseguran que la cifra de esos ejemplares se duplicaría en unos diez o doce años, aproximadamente.
CARACOL RADIO estuvo en la zona y habló con las familias que viven a pocos metros de los espejos de agua donde habitan hipopótamos y conoció que, a los habitantes de Doradal, sin distingo de edad, les ofrecen dinero para capturar estos animales.
¿Tráfico de hipopótamos?
El tráfico de hipopótamos es un problema de suma gravedad y del que poco se habla en Doradal por miedo, básicamente. Según los relatos de la comunidad, desconocidos, incluso de otros países, estarían llegando al territorio a ofrecer hasta $10 millones por animal, la suma depende del tamaño.
Aunque la captura de un hipopótamo es una tarea peligrosa, hasta para quienes llevan años estudiando la especie, evidenciamos que las familias salen por las noches a fotografiar a los animales, pero sobre todo a estudiar su velocidad fuera del agua. Pese a que tienen claro que un hipopótamo puede correr hasta 50 kilómetros por hora, se acercan a los espejos de agua hasta con niños en brazos.
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Sara, de 13 años, a quien le cambiamos el nombre para proteger su identidad, nos contó que, por su casa, al estar ubicada en una zona por donde comúnmente se ven hipopótamos, han llegado los foráneos a hacerles, como dijo ella, “una oferta tentadora pero peligrosa”. Según Sara, algunos vecinos han intentado capturarlos con redes o mallas acuáticas improvisadas.
Pescadores en alerta
Para poder conversar con los pescadores nos fuimos hasta la vereda Las Angelitas, ubicada a unos 50 minutos de Doradal. Franky Zapata, nos contó que tiene que convivir con hipopótamos, día y noche, es decir, siempre que sale a realizar su labor de pesca, de la que dependen económicamente, él y su familia.
En el sector Isla de Silencio, en jurisdicción del río Magdalena, entre Puerto Triunfo y Puerto Boyacá, donde generalmente pescan bagre, mojarra y blanquillo, ya hay una alta presencia de hipopótamos, al menos doce.
Según Franky, en ese sector hay hipopótamos desde el 2016, y aunque hasta ahora, no han ocurrido accidentes fatales, enfrentan amenazas diariamente.
Lanzar una atarraya es un desafío de vida o muerte, pues ha pasado que, en vez de atrapar peces, se han topado con hipopótamos. Al sentirse invadidos y ser una especie sumamente territorial, actúan agresivamente, tanto que, una vez, uno de ellos empujó una lancha y varios pescadores cayeron al río.
Los hipopótamos ahuyentan el pescado, afectan su hábitat. De hecho, su producción ya no es la misma y ha disminuido hasta en un 80% en los últimos dos años.
El panorama es complejo, y, aun así, puede empeorar. Según el Ministerio de Ambiente, si no se toman medidas, en el 2030 se tendrían más de 400 hipopótamos. Actualmente están afectando las áreas protegidas de los chigüiros y los manatíes.
El problema sigue creciendo
Y es que sobre las 6:30 de la tarde, cuando baja la temperatura, que al mediodía alcanza hasta los 40 grados centígrados en Doradal, los hipopótamos comienzan a salir a las calles en busca de comida.
En uno de los lagos, quizá el más central, donde hay unos nueve animales, los más enormes, por cierto, la gente espera en la orilla o detrás de matorrales, a que salga el primero. Hay que decir que la distancia es poca, es decir, no habría mucho tiempo de salir corriendo o protegerse.
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A modo de “protección”, según consideran los habitantes de la zona, van en motos, para huir más rápido en caso de necesitarlo. Dicen: “siempre estamos listos para correr”.
¿Y las campañas?
En las calles del Magdalena Medio es común ver letreros que alertan sobre la presencia de estos animales en el territorio. También biólogos y expertos hablando sobre lo peligrosa que es la especie.
En escuelas, calles, en zonas urbanas y rurales se observan señales de alerta. Una de ellas dice: “El hipopótamo no pertenece a nuestro ecosistema, no te confíes. Son territoriales y agresivos, pueden hacerte daño si se sienten amenazados. Son grandes, fuertes y rápidos. Mantén lejos tus embarcaciones, no les lances comidas ni objetos. Ten precaución al pescar y transitar en esta zona”.
Sin embargo, la comunidad se reúne para tirarles piedras y comida. Una práctica sumamente peligrosa, que pone en riesgo la vida de quienes acuden a esta práctica.
David Echeverry López, jefe de Biodiversidad y Áreas Protegidas y Servicios Ecosistémicos de Cornare, recoció la grave problemática, pero explicó que los hipopótamos no están correteando la fauna nativa, y que si bien, el número de ejemplares que hay es alto, aún no es incontrolable.
¿Hasta dónde se han extendido?
Según Cornare, la presencia de hipopótamos se ha extendido no solo en Doradal, sino en Puerto Triunfo, Puerto Nare y Puerto Berrío, en el caso de Antioquia. Sin embargo, ya hay presencia de ellos en Puerto Boyacá y Puerto Libre en Cundinamarca.
Es evidente, el problema sigue, no es nuevo. Por años han tratado de solucionarlo, pero aún falta mucho. Lo cierto es que, los hipopótamos pueden comer hasta 35 kilos en una noche y hasta 100 kilos en un día.
Mientras siguen engordando, siguen creciendo y siguen reproduciéndose, los hipopótamos destruyen las “barreras” que ha implementado la comunidad, los ganaderos y los dueños de las fincas. Los animales cruzan hasta las cercas eléctricas y han llegado a comerse la sal con las que alimentan el ganado.
Entonces, hay muchas incógnitas por resolver, si deben ser trasladarlos a otras partes del mundo, si son o no letales para el ecosistema, se puede contralar o no su proliferación. Lo cierto es que, la curiosidad por conocer más sobre la especie ha dinamizado el turismo en esa región, donde ya venden hasta limonadas en un puesto en forma de hipopótamo.