El safari por las ruinas históricas de las Farc en tiempos de paz
Llegó el momento- dicen los pobladores- de sacarle algo a las secuelas de la guerra. Prometen convertir la zona en un emporio turístico. El Nobel de Paz, impulsa el proyecto.
Colombia
Escasamente algunos pobladores- los de confianza de la guerrilla-, además de transportadores conocen lo que internamente esconde históricamente las Farc en una ruta entre Caquetá y Meta llena de relatos, misterios, horrores y hasta ´fanstasmas´ que, según los pobladores de La Macarena, La Tunia y otras zonas del Meta, se convertirá en un emporio turístico cuando esté en firme la paz.
Ya están organizados, e incluso, reciben capacitación por parte del Sena. En estos caseríos, donde el Estado no llega, donde los muertos los levantan los mismos pobladores, y donde los ríos Guayabero, Tunia, Morrocoy, entre otros, son testigos fieles a la violencia, los moradores se entrenan en su negocio del futuro: el turismo.
Y es que basta con llegar a la ‘Y’, a dos horas de Los Pozos, Caquetá, para encontrarse con los antiguos talleres de las Farc, unas ruinas que se resisten a desaparecer.
Por la misma ruta, una transversal que construyó El ‘Mono Jojoy’, se divisa una de las casas del mismo ‘Jojoy’, enorme construcción que terminó en ruinas, escarbada por intrusos que creyeron encontrar guacas repletas de dinero tan pronto las Farc se internaron en la selva después del Caguán.
Por esa misma ruta, aparecen las casas con balcones de Raúl Reyes y la finca que enloquecía a Manuel Marulanda por sus enormes establos.
Está ubicada en ‘Morrocoy’, en la ruta que de La Macarena lleva al ´Diamante´ por donde se movió Caracol Radio.
La Tunia- caserío próspero durante el auge de las Farc- es un pueblo fantasma. Doña Carmen, la única habitante que se resistió a marcharse cuando llegó el Ejército, murió y solo queda su casa en tabla ‘matachinada’ con letreros de ‘Manuel Marulanda vive’.A veinte minutos, deambulando entre la espesa y húmeda sabana del Yarí, está ‘La Guitarra’, una de las fincas excéntricas de Jojoy, donde la piscina (hoy consumida por las hojas secas) fue construida en forma del instrumento musical.
Por la misma ruta, una ‘Y ‘ conduce hacia un misterioso caserío: Antiguo Yarí.
Ingresar produce horror. Sus casas están desoladas y nadie pone un pie porque se especula el escondido y arruinado pueblo está minado.
Escondida bajo el pasto está una de las 30 pistas de aterrizaje clandestina que construyó el narcotráfico en el Caguán antes del despeje.
La pista del antiguo Yarí- repiten los moradores- fue financiada por Pablo Escobar Gaviria. Fue construida en tierra fina y tiene una extensión de tres kilómetros. “Sacaban la droga, entraban los insumos, e incluso los narcotraficantes la prestaban para transportar comida de la región”, cuenta Argelio Jiménez, poblador, quien plantea que guerrilleros de las Farc, que se conocen la tierra como la palma de su mano, podrían trabajar en turismo.
A dos kilómetros reposa Caquetania, un caserío desolado. Está sembrada en una sabana extensa donde no se divisan montañas a su alrededor. Escondida bajo la maleza está su propia pista de aterrizaje que ni siquiera las ruinas han logrado sepultarla. La casa la construyó Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘El Mexicano’.
“En los años setenta aterrizaban los aviones DC3 cargados con insumos para procesar droga desde Perú”, cuenta Andrés Agüirre, maestro de La Tunia. “Las aeronaves también traían ganado, prestaban un servicio de transporte”, añade.
En Caquetania, ‘Dayro’, el anterior comandante del Bloque Yarí, alojó al lado de las cocinas donde hasta hace treinta años se producía cocaína, una panadería. El bunker, desde donde se protegía el narcotráfico (antes de llegar las Farc) sirve de testigo a este relato.
Al fondo, casi en el extremo de la sabana está el Diamante, la vereda que las Farc mostró ante el mundo en la Décima Conferencia, un lugar lejano, plano, húmedo, donde según comprobó Caracol Radio la guerrilla mantendrá las casas en madera, techos de zinc y alojamientos donde atendieron a la prensa.
La idea es que se convierta en otro de los atractivos de la región.
“La idea es buena, la estamos consolidando. Se consolidaría en dos o tres años”, cuenta Henry Quevedo Ortega, el promotor de turismo más antiguo de La Macarena.
Los atractivos históricos de la guerra estarían acompañados- según el proyecto- con un safari fotográfico que también evidenciaría la riqueza en fauna de la zona: venados, dantas, tigrillos, micos… esto sería en tres años.
La región está ‘minada’ de campamentos, caletas, lavaderos de carros, cambuches y otras decenas de escondites y secretos de las Farc en medio de la selva, los mismos destinos que ya piden repetitivamente los turistas después de visitar Caño Cristales en La Macarena, Meta.
Llegó el momento- dicen los pobladores- de sacarle algo a las secuelas de la guerra. Prometen convertir la zona en un emporio turístico. El Nobel de Paz, impulsa el proyecto.