Orden Público

Otro Chiste Pastuso

Lo grave del último número de la revista Soho no es su portada. Mucho más escandaloso que las fotos de Yidis Medina desnuda (que son sólo otra travesura de su director), es el artículo interior que aparece firmado por Luis Eladio Pérez “Cómo es el sexo en el secuestro”. Me escandaliza no porque yo sea mojigato o porque el país sospeche que en las selvas y montañas todo es candor e ingenuidad. Lo confieso: estoy escandalizado porque Luis Eladio cruzó, sin ninguna vergüenza, la frontera de la locuacidad de los primeros días de su liberación, a un ridículo protagonismo ahora que admite que está en campaña para volver al Congreso.

Lo grave del último número de la revista Soho no es su portada. Mucho más escandaloso que las fotos de Yidis Medina desnuda (que son sólo otra travesura de su director), es el artículo interior que aparece firmado por Luis Eladio Pérez “Cómo es el sexo en el secuestro”. Me escandaliza no porque yo sea mojigato o porque el país sospeche que en las selvas y montañas todo es candor e ingenuidad. Lo confieso: estoy escandalizado porque Luis Eladio cruzó, sin ninguna vergüenza, la frontera de la locuacidad de los primeros días de su liberación, a un ridículo protagonismo ahora que admite que está en campaña para volver al Congreso. Y este Luis Eladio, hablador e imprudente, ha vendido su alma al diablo del amarillismo para contar en público y en privado las intimidades de los secuestrados y de los secuestradores. Ha contado de las peleas de adentro, como si fuera una doméstica resentida. Habla a quien le pregunte del hijo de Clarita, o de la pelea con Ingrid, o de acosos y romances imprevistos. Con una ramplonería digna de estudiante de bachillerato ha explicado, en forma de manual, cómo alivian sus apetitos sexuales los cautivos. Ha sido descortés con su esposa en El Espectador (le dice que lo más difícil de superar después del secuestro es “su cantaleta”), ha respondido las indelicadezas que por allá y por aquí le preguntan los periodistas, y ha anunciado liberaciones falsas. Se ha convertido, en fin, en la fuente que cuenta con pelos y señales cómo es la alcantarilla del secuestro y el guayabo posterior. Quienes habían estado antes en su desafortunada circunstancia, desde humildes policías hasta empresarios e inclusive políticos en trance de sacarle votos a la situación, habían guardado hasta hoy cierta compostura y cierta dignidad. No se hablaba de masturbación, no había infidencias escatológicas, se cuidaba la dignidad de los compañeros, había una alta dosis de solidaridad en medio de ese drama. Luis Eladio regresó para romper, ante los medios pero también en sus tertulias privadas, ese código tácito de moderación en la desgracia. Yo he intentado toda la indulgencia posible ante sus permanentes apariciones, pero me parece que le sirve más a él y a su futuro como candidato una voz que le pida que se calle. Que no acepte más entrevistas, así le hagan la oferta tentadora para que revele la relación entre secuestro y zoofilia, o para que confirme quien intento ahogar a quien. Es por Luis Eladio -- sospecho yo-- que se ha desatado este afán sensacionalista de unos periodistas que sacrifican su historia para preguntarlo todo, y de una opinión pública desbocada que devora panfletos rosa para saberlo todo. Fíjense que por donde él pasa queda una estela amarilla que hace que después, cualquier otro relato, cualquier otra experiencia o cualquier otra entrevista parezcan sin gracia. El libro es igual: un interminable anecdotario de indiscreciones sobre sus compañeros, un tratado de indelicadezas que sacrifica el trasfondo de los secuestradores para dedicarse a las miserias de los secuestrados. Si no me hace caso a mí, por favor alguien que le diga a Luis Eladio que esa candidatura a lo que sea no la puede construir a punta de nimiedades o impertinencias. Aunque, ahora que lo pienso, fue lo mismo que hizo su padre, don Luis Avelino, famoso por mostrar las impudicias (el divino cuy, decía Klim) en su época de embajador. nmorales@caracol.com.co

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