Salud y bienestar

Tribunal Supremo japonés confirma la pena de muerte para asesino de niñas

El Tribunal Supremo de Japón confirmó hoy la pena de muerte dictada hace nueve años al "monstruo de Saitama", Tsutomu Miyazaki, quien entre 1988 y 1989 secuestró y asesinó a cuatro niñas de 4 a 7 años en esa provincia y en la vecina Tokio.

El Tribunal Supremo de Japón confirmó hoy la pena de muerte dictada hace nueve años al "monstruo de Saitama", Tsutomu Miyazaki, quien entre 1988 y 1989 secuestró y asesinó a cuatro niñas de 4 a 7 años en esa provincia y en la vecina Tokio.
"Los crímenes fueron cometidos para saciar los deseos sexuales del criminal y fueron inhumanos. No hay lugar para la clemencia", dictó la Tercera Sala de lo Penal de la corte suprema japonesa, rechazando la última apelación de Miyazaki y cerrando así el caso.
Esta decisión ha sido adoptada 16 años después de que se celebrara la primera audiencia sobre este suceso que sigue estremeciendo a Japón, sobre todo tras la reciente desaparición y asesinato de otras dos niñas de corta edad, también con móviles sexuales en la comisión de ambos crímenes.
El Tribunal Supremo dictaminó que, si bien se puede advertir un acusado problema de personalidad en el condenado, que ahora tiene 43 años, sin embargo, en el momento en que cometió los asesinatos "no sufría un desorden que le pudiera eximir de su responsabilidad criminal".
El juez Tokiyasu Fujita afirmó que Miyazaki asesinó a las cuatro niñas, dos de 4 años, una de 5 y una cuarta de siete, "para satisfacer su propio deseo sexual y su apetito de poseer cintas de vídeo en las que grababa cadáveres".
En este sentido, la corte suprema nipona respaldó el dictamen del Tribunal de Distrito de Tokio, que en 1997 sentenció a Miyazaki a la pena capital, y del Tribunal Superior de la capital nipona, que en 2001 apoyó esa sentencia.
Miyazaki fue detenido en julio de 1989 por otro caso que incluía la comisión de abusos sexuales contra una niña del oeste de Tokio.
Fue entonces cuando confesó el secuestro y estrangulamiento de las otras pequeñas, crímenes cometidos en un periodo de diez meses.
En un caso, descuartizó a una de sus víctimas y en otro incineró el cadáver.
Antes de ser detenido, en febrero de 1989, llegó a enviar a la familia de una de las niñas una carta en la que les avisaba de su asesinato; poco después, les envió los restos de la pequeña.
Miyazaki trabajaba con su padre en un taller de impresión gráfica, donde se encontraron las máquinas y el papel con los que fueron escritas las cartas a los familiares de la víctima, así como una máquina fotográfica y numerosas fotos de niñas desnudas.
Cuando comenzó el juicio de Miyazaki, en marzo de 1990, el primer examen psiquiátrico que se le hizo indicó que el entonces acusado sufría una alteración de personalidad que rozaba la esquizofrenia, pero se le declaró responsable de los actos cometidos.
El segundo examen, en cambio, le exoneró de esa capacidad, pero el Tribunal de Distrito de Tokio no consideró tal análisis psiquiátrico y emitió su condena de muerte por la brutalidad de los crímenes cometidos.
En la primera audiencia de su juicio, Miyazaki llegó a admitir que había cometido los crímenes "en un sueño" y que había parecido "un hombre rata" en ese momento.
También reconoció que se había comido, tras asarlas, las muñecas de una de sus víctimas.
Durante los siete años que se prolongó el juicio examinaron a Miyazaki tres equipos diferentes de psiquiatras, que diagnosticaron y reconocieron su enfermedad mental, aunque los tres disintieron en cuanto a la naturaleza de su desequilibrio psicológico.
Uno encontró a Miyazaki con problemas mentales, otro afirmó que padecía esquizofrenia y el tercero aseguró que el acusado tenía un síndrome de personalidades múltiples.
El dictamen del Tribunal Supremo ha rememorado a los japoneses los dos recientes asesinatos de dos niñas de siete años, en los que el aparente móvil fue también sexual.
Las dos muertes ocurrieron en noviembre pasado, en un periodo de apenas diez días, en las provincias de Ibaraki, al norte de Tokio, y Hiroshima, en el suroeste del país.
En uno de los casos, el de la niña Airi Konishita, de Hiroshima, la víctima fue hallada estrangulada y de su asesinato se ha culpado a un hombre peruano, ya acusado en su país de abusos sexuales.
El segundo asesinato, ocurrido en Ibaraki, sigue sin resolver, con la policía tras la pista del maniaco que abusó de la pequeña Yuki Yoshida, cosida a puñaladas y abandonada desnuda en un bosque.

El siguiente artículo se está cargando

Caracol Radio
Directo

Tu contenido empezará después de la publicidad

Programación

Ciudades

Elige una ciudad

Compartir

Más acciones

Suscríbete

Tu contenido empezará después de la publicidad