Fernando Botero: grandes obras de arte para recordar al pintor y escultor colombiano
El artista antioqueño es un referente de la cultura en Colombia y el mundo. Revolucionó el arte con formas fuera de lo común: personajes tan grandes como su propia obra.
Fernando Botero es el artista plástico colombiano más universal. Así lo dejaron ver distintos personajes de la cultura, críticos y público en general tras conocerse la noticia de su deceso en la mañana del viernes 15 de septiembre de 2023.
Considerado uno de los personajes más importantes del arte y la cultura en Colombia, dedicó su vida a la pintura y la escultura. Llevó a todo el mundo fragmentos de las costumbres del país y el departamento al que siempre profesó un cariño constante: Antioquia.
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Lina Botero Zea, su hija, comunicó que durante los últimos días había desarrollado una pulmonía que agravó sus quebrantos de salud. “Se fue en el momento indicado y con mucha tranquilidad”, expresó.
Tras la noticia, no tardaron las manifestaciones de pesar por la muerte del artista. En Medellín, su ciudad natal, las personas se empezaron a acercar a la Plaza de Botero para homenajearlo. La administración declaró 7 días de luto por la pérdida de uno de sus hijos más insignes. El país completo lo lamentó.
Personajes como el artista David Manzur y el periodista Darío Arizmendi resaltaron el carácter permanente de sus creaciones.
“La obra del maestro Botero, ahora que él existe para la eternidad, será mucho más valiosa”, dijo Arizmendi.
Fernando Botero: toda una vida
Medellín, la capital de Antioquia, vio nacer a Fernando Botero Angulo el 19 de abril de 1932.
Fue el segundo de tres hermanos y pronto se dio cuenta de que lo suyo eran los trazos de pintura como mecanismo para narrar la vida.
Sin embargo, antes de la pintura le dio una oportunidad a la tauromaquia, por la que siempre sintió un gusto que dejó ver en su obra.
Su formación inicial se dio al estilo de los más autodidactas: viendo a otros en su oficio de pintar, admirando el trabajo de los que ya tenían trayectoria en el asunto y probando para ver qué podía salir de su propia mano.
La primera aparición pública de su obra fue en 1948, en la Exposición de Pintores Antioqueños. Pero ya ofrecía sus cuadros en un local de Medellín en el que se vendían las boletas para entrar a ver las corridas de toros.
El día que vendió su primer cuadro, cuenta quienes conocen a detalle las peripecias de su vida, fue tanta la emoción que de regreso a casa perdió el dinero que había recibido por la obra.
Trabajó en el periódico El Colombiano, también en la capital Antioqueña. Allí se dedicó a la ilustración y la publicación de caricaturas. Sin embargo, el maestro Fernando Botero sabía que lo de él no eran las viñetas, sino las obras en grandes proporciones.
Al terminar sus estudios en el Liceo Antioqueño y con algunos pesos ahorrados, empezó a viajar por el mundo: Estados Unidos, España, Italia, Francia y México. Pero sus viajes siempre tenían un punto de retorno claro: Medellín.
Se formó en la Real Academia de Arte de San Fernando (Madrid, España) y luego en la Academia de San Marcos (Florencia, Italia).
Luego de estudiar durante mucho tiempo a los maestros del arte, vio que las formas que pintaban los demás no eran acordes con la obra que él deseaba hacer.
Una gran exposición, realizada en 1962 en el Milwaukee Art Center de Estados Unidos, abrió la puerta a una carrera artística en la que se convirtió en el referente del arte colombiano en el mundo.
Sin pensarlo, Botero ayudaba desde entonces a cambiarle la cara al país.
“Puso a Colombia en el arte mundial, fue de la generación que hizo hablar sobre el país con relación al arte en Nueva York y París”. Así lo definió Pablo Velásquez Urzola, curador de la Galería Ulpiano Fernández, del Círculo Colombiano de Artistas.
Tras años de trabajo y dedicación (dos virtudes que los amigos del maestro Botero más reconocen en él), alcanzó el punto más alto del arte.
Recibió, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias a las Artes (2000), el Premio Américas (2002) y el Premio Imperial de Japón (2012). Cuando cumplió 80 años, la República de Colombia le entregó la Gran Cruz de Boyacá, por ser un colombiano insigne.
En una de sus exposiciones en el Palacio de Bellas Artes de México alcanzó la cifra récord de 300 mil visitantes. Y en 2018 una de sus obras fue comprada por el precio de cuatro millones de dólares.
“Ha sido el primer artista colombiano en lograr el reconocimiento internacional”, señaló Gustavo Ortiz, director del Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá.
“Enseñó a descubrir los valores de Colombia”: Gustavo Ortiz
El director del Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, Gustavo Ortiz, habló sobre la importancia de la identidad colombiana en la obra del maestro Fernando Botero y la forma en la que la misma puede prolongar la memoria de su obra.
”Ha logrado que su estilo y su forma de ver la apropiación del volumen se conviertan en un referente a nivel mundial. A tal punto que esta palabra del ‘boterismo’ o el ‘gordo de Botero’ es un sello conocido”, comentó.
Resaltó la constancia del maestro Botero, de quien se decía que trabajaba desde las primeras horas del día hasta pasadas las 2 o 3 de la tarde. Luego descansaba.
Su propio hijo, Fernando Botero Zea, comentó que aun en sus últimos meses en Mónaco no dejó de pintar.
“Un maestro es una persona que enseña y domina una disciplina. Si hablamos del maestro Botero es una persona que no solamente dominó una disciplina tan compleja como el arte bidimensional y tridimensional, sino también una persona que dejó un legado”.
Hizo énfasis especial en el importante rol de la identidad paisa y colombiana en la obra de Botero. Destacó que, pese a ser un artista tan universal y cosmopolita, las casas, las calles, los paisajes y hasta las frutas de su natal Medellín protagonizaban la mayoría de sus obras.
“Enseñó a descubrir los valores de Colombia, que nuestra propia identidad puede ser universal”, comentó.
El director Ortiz destacó que el Museo de Arte Contemporáneo, ubicado en el barrio Minuto de Dios de Bogotá, cuenta desde el año 1965 con una donación del maestro Fernando Botero a su colección permanente.
En algún momento gestionaron la posibilidad de tener una obra más en el espacio escultórico de la institución cultural, lo que no fue posible entonces. “Pero esperamos, porque siempre hay una posibilidad”, dijo.
“Nuestras ciudades han recibido mucho de Fernando Botero”: Carlos Arturo Fernández
El profesor titular y emérito de la Universidad de Antioquia e Integrante del Comité Cultural de Sura, Carlos Arturo Fernández, resaltó la presencia de Medellín en el trabajo de Botero y lo relevante que era para él que las personas se acercaran a sus obras.
“Siempre tuvo a Colombia y a Medellín presente. Es constante en su trabajo la referencia a un Medellín que ya no existe, pero que fue posiblemente el Medellín de su infancia o los pueblos de Antioquia de su infancia”, comentó.
Hizo énfasis especial en la importancia de las donaciones del maestro Fernando Botero a Colombia, especialmente a Medellín y Bogotá, donde se encuentra la recopilación más grande de su trabajo y su colección personal de arte.
“La presencia de Botero en el contexto colombiano se vio reforzada de una manera muy intensa con las donaciones que hizo”.
Y agrego: “tenemos una deuda de gratitud con él, nuestras ciudades han recibido mucho de Fernando Botero. No existe mejor homenaje que aproximarse a su obra”.
Entre los valores artísticos del trabajo del pintor y escultor paisa, Fernández señaló que “la obra de Botero tiene una fascinación y un atractivo particular”.
Desde su análisis, sus obras “están llenas de detalles que el espectador se detiene a mirar. Esas son disculpas a través de las cuales él logra que el espectador se detenga frente a su obra, que se ponga a mirarla”.
El cuidado por el detalle y la intención de entablar cercanía con los espectadores, en su concepto, hace posible que las pinturas y esculturas de Botero no sean solo objeto de contemplación, sino de diálogo con las personas.
“Las obras de Botero hicieron más por Colombia que todas las embajadas juntas”: Pablo Velásquez
Pablo Velásquez Urzola, ceramista, escritor y actual curador de la galería de arte del Círculo Colombiano de Artistas en Bogotá, manifestó que el maestro Fernando Botero “logró cambiar la percepción del país a través del arte, justo cuando para el mundo Colombia era otra cosa”.
“Las obras de Botero hicieron más que todas las embajadas juntas”, señaló. Explicó que el momento en el que el pintor y escultor colombiano empezó figurar no era el de mayor vitalidad para el arte.
“Su mérito es haber roto la academia con la antiforma. Cuando el arte contemporáneo estaba perdiendo fuerza con un discurso muy flojo, Botero rompió el discurso pintando gordos, luchando contra la academia, las medidas y la proporción”, comentó.
Según él, Botero renunció al discurso de seguimiento del modelo, para ser verdaderamente contemporáneo. Postura que el fallecido artista comentó en varias ocasiones al hablar sobre el origen genuino de su preferencia por los volúmenes generosos en el arte.
Aseguró que el olvido no es un escenario probable para el antioqueño y su obra: “su legado seguirá, ya hace parte de los pintores del mundo, pertenece a los museos del mundo. Ese miedo no me asalta. Botero ya es una institución”.
Cinco obras para recordar al maestro Botero
Dentro de una obra tan prolífica como la desarrollada por el maestro Fernando Botero es difícil hablar de las mejores obras o las más destacadas.
Solo en la colección del Banco de la República hay 123 obras de su autoría, donadas por el propio artista a Colombia.
Sin embargo, algunas se han quedado de manera particular en la memoria de los espectadores. Ya sea por su representatividad, por las historias detrás de la obra o sus valores estéticos y artísticos.
1. Pedrito a caballo (1974)
Para Carlos Arturo Fernández esta es una de las pinturas más representativas de Fernando Botero. Recrea la imagen del cuarto hijo del artista, quien murió en un accidente en el sur de España, siendo aún niño.
“Botero alguna vez dijo que consideraba que era su mejor obra. Es una obra muy intensa, valiosa y significativa. Reúne en buena medida el dolor y la tristeza por la muerte del niño, vista desdela perspectiva de sus padres”, comentó.
2. Torso de mujer (1986)
Esta escultura, ubicada en la Plaza Botero de Medellín, es conocida porpularmente como “la gorda de Botero”. Fernandez comentó que esa obra “es un refrente urbano central y fundamental, convertida en una especie de centro esencial de la ciudad”.
Curiosamente el 15 de septiembre de 1986 la obra fue isntalada en el sitio en el que permanece, con la presencial de su autor. 37 años después, en la misma fecha, falleció el artista pero en Mónaco, a kilómetros de su natal Medellín.
3. Camera degli Sposi, homenaje a Mantegna II (1961)
Es una de las primeras obras conocidas de Fernando Botero. Fue la obra ganadora del Salón Nacional de Artistas de 1958 y, en palabras de Gustavo Ortiz, “lo catapultó y lo dio a conocer”.
La obra hace parte del Hirshhorn Museum de Washington, Estados Unidos. Es la segunda versión de un original pintado en el año 1958 por el artista. Es su momento generó gran polémica entre los críticos de arte por ser una recreación de la obra homónima del pintor italiano Andrea Mantegna.
4. Mona Lisa a los 12 años (1959)
Hace parte de la serie de recreación de grades obras del arte universal, hechas por el artista Fernando Botero. Si bien tiene origen en una de las obras más conocidas y referenciadas en el mundo, tiene el estilo y volúmen únicos del trabajo de Fernando Botero.
Para Ortiz, “toda la serie de referencia a las obras clásicas fueron fundamentales”. Sin embargo, resaltó que toda la obra escultórica del artista “une lo mejor de su expresión y de su deseo de representar el volúmen. La escultura coincide con los postulados que él quería postular”.
5. Cabeza de obispo (1964)
Esta es una de las primeras esculturas con las que el maestro Fernando Botero incursionó en el arte tridimensional. Fue una obra hecha en pasta de aserrín, con ojos de vidrio.
Para Pablo Velásquez Urzola esta obra “sin duda abrió su camino hacia la esfera y de ahí parte toda su creación de los mal llamados ‘gordos’”.
“Es en realidad la esfera infinita multiplicada, creando formas que el cerebro identifica como gordos. Pero claramente detrás de ese discurso hay una búsqueda geométrica muy académica”.