¿A qué velocidad gira la tierra y por qué no lo sentimos?
Nuestro planeta se mueve a gran velocidad alrededor del sol diariamente, sin embargo, no lo notamos
El planeta Tierra es un magnífico espectáculo en constante movimiento. Una de las principales fuerzas impulsoras detrás de sus dinámicas es su rotación, un fenómeno que se presenta en forma de velocidad vertiginosa, pero que, sorprendentemente, apenas percibimos.
Detrás de este fascinante enigma yace una serie de fenómenos físicos y conceptos fundamentales que explican tanto la velocidad de giro terrestre como su aparente imperceptibilidad para nosotros.
La velocidad a la que se mueve la Tierra no es igual en todas las partes del mundo, depende de la ubicación geográfica, de forma que las regiones ecuatoriales tienen la velocidad de rotación más alta, la cual disminuye a medida que nos acercamos a los polos terrestres.
Así entonces, la velocidad de rotación de la Tierra es, aproximadamente, de 1670 kilómetros por hora en el ecuador. Esto significa que cada punto en el ecuador registra una distancia equivalente a casi 40,000 kilómetros cada 24 horas. Sin embargo, esta velocidad se reduce gradualmente hacia los polos, donde los giros son probables nulos.
Además del movimiento traslacional, nuestro planeta da una vuelta completa sobre su eje una vez al día (exactamente cada 23 horas 56 minutos y 4 segundos), describiendo una órbita elíptica en un sentido oeste-este, es decir, inverso a las agujas del reloj.
¿Por qué no sentimos la rotación?
Para comprender por qué no percibimos esta rápida velocidad de rotación, es vital el concepto de inercia. La inercia es la tendencia de los objetos a mantener su estado de movimiento, ya sea en reposo o en movimiento uniforme, a menos que una fuerza externa los modifique.
Para poner un ejemplo, un automóvil viaja a una velocidad constante en una carretera perfectamente recta. Los ocupantes del vehículo no terminarán ninguna fuerza o aceleración significativa debido a la inercia que mantiene su movimiento constante.
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De manera similar, al encontrarnos en la superficie terrestre, estamos sujetos a la misma inercia debido a la velocidad de rotación de la Tierra. Como todos los objetos y seres vivos que habitan el planeta, estamos en un estado de movimiento constante. Por lo tanto, no sentimos la velocidad de rotación a menos que haya un cambio significativo en ella.
Día - noche
Existe un efecto indirecto y crucial la rotación terrestre que sí podemos percibir: el ciclo día-noche. La rotación de la Tierra es la responsable de que el Sol parezca ascender y descender en el horizonte, brindándonos la sucesión de días y noches.
Además del ciclo día-noche, la velocidad de rotación terrestre también tiene indicaciones en la física atmosférica y geofísica. Por ejemplo, los vientos se ven influenciados por la rotación de la Tierra y adoptan la forma de corrientes en chorro, huracanes y otros fenómenos atmosféricos.
Si no hubiese rotación terrestre el día duraría seis meses y la noche otros seis, además de que nuestro planeta dejaría de estar achatado por los polos y se convertiría en una esfera casi perfecta.
Sistema vestibular
El movimiento de nuestro cuerpo lo percibimos gracias a un sistema en el que participan, de forma simultánea, la visión, el oído y los sensores musculares, articulares y cutáneos. La combinación de toda la información es integrada en el sistema nervioso central, desde donde se emiten las órdenes oportunas para mantener el equilibrio corporal.
A todo lo anterior se le conoce como el sistema vestibular que se encuentra en el oído interno, específicamente en las estructuras conocidas como utrículo, sáculo y los conductos semicirculares. Su función principal es detectar los movimientos lineales y rotacionales de la cabeza, lo que nos permite mantener el equilibrio y la orientación espacial.
Cuando nos encontramos en movimiento, ya sea al caminar, correr, viajar en un vehículo o, incluso, debido a la rotación de la Tierra, el sistema vestibular es el encargado de proporcionar información al cerebro sobre estos cambios en la posición y aceleración.
El sistema vestibular tiene un umbral de detección cercano a 2º por segundo. A pesar de que la velocidad de nuestro planeta es de vértigo, su velocidad de giro es muy pequeña: 0,25º por minuto, o lo que es lo mismo 0,0042º, es decir, se encuentra por debajo del umbral de nuestro sistema vestibular.
Nuestro sistema vestibular se adapta gradualmente a esta velocidad constante, y como resultado, se vuelve menos sensible a los movimientos rotacionales continuos. Sin embargo, cabe destacar, nuestra incapacidad para sentir la velocidad de rotación terrestre también se debe a otros sistemas sensoriales y de percepción, como la vista y la propiocepción (la percepción de la posición y el movimiento de nuestro cuerpo), que también contribuyen a nuestra capacidad para sentir el movimiento y mantener el equilibrio.