Rusia y su tradición en los ensayos de vacunas

La comunidad internacional cuestiona la efectividad de los procedimientos que llevaron a certificar nacionalmente la vacuna del coronavirus en Rusia, conocida como Sputnik V, en honor a un satélite lanzado en los años 60 exitosamente por la URRS en medio de la carrera espacial con Estados Unidos para llegar a la luna. 

Entre los interrogantes internacionales hacia Rusia cuestionan, primero, que no se terminará la tercera fase de ensayos clínicos, y segundo, que esta vacuna ha sido probada por sus científicos, soldados y cercanos al Kremlin, como es el caso de una de la hijas del presidente Putin.

Lo que muchos desconocen es que la práctica de probar medicamentos y vacunas entre científicos y mandatarios (antes que en la ciudadanía) es algo de data de muchos siglos. Uno de los ejemplos más conocidos es en de Catalina, "La Grande", quien fue la primera (en territorio ruso) en ser inyectada con una vacuna contra la viruela que había sido encargada a un científico británico. Al ver la efectividad de dicho fármaco en su cuerpo ordenó que le aplicara a toda su población.   

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 Otro caso fue el del médico ruso  Vladímir Javkin, quien creó las primeras vacunas contra la peste y el cólera, él se las inyectó para demostrar a la comunidad científica de su país que estas eran efectivas contra la enfermedad. 

Un caso más contemporáneo fue el de la Polio, en la que Albert Sabin (científico polaco-estadounidense) entregó la patente a la URSS para comprobar la efectividad de la misma. Los científicos Mijaíl Chumakov y Anatoly Smoródintsev revisaron los componentes y los estudios, y luego se inyectaron la vacuna no solo en ellos, sino en sus hijos y nietos. El avance ayudó que Rusia se convirtiera en el primer país en erradicar la enfermedad.   

Fuente: RT