Orden Público

¿Reverdece la coca con la paz?

Una lectura política a la ligera daría para pensar que el auge de los cultivos es consecuencia directa de los acuerdos de La Habana. Una revisión más profunda del tema añadiría varias razones.

¿Reverdece la coca con la paz?

¿Reverdece la coca con la paz?(Colprensa/ Archivo)

La semana pasada hubo dos noticias muy ligadas a la paz, y muy relacionadas ellas entre sí, que generaron preocupación y prendieron las alarmas en Colombia y en La Habana: una disidencia en un frente de las Farc notificó que no le caminará a los acuerdos con el gobierno y la revelación del aumento en las siembras de hoja coca a niveles del 2007, según el informe de la ONU.

Mientras los acuerdos de La Habana marchan bien, la lucha contra los cultivos ilícitos da muestras de estar perdiéndose pues todos sus indicadores son negativos: 96 mil hectáreas en 2015 cuando en 2012, cuando empezaron las negociaciones de paz se había llegado a menos de 48 mil; el precio del kilo de hoja de coca disparado a 3 mil pesos, es decir un dólar —en 2014 era de 2.150-- , la producción potencial no solo incrementada en volumen sino también en precio en las selvas donde se procesa y algo también preocupante para las autoridades y es el hecho de que en los resguardos indígenas haya aumentado la siembra en un 52%.

Una lectura política a la ligera daría para pensar que el auge de los cultivos es consecuencia directa de los acuerdos de La Habana. Una revisión más profunda del tema añadiría varias razones: las Farc, fuertes en los departamentos más cocaleros –Nariño, Putumayo, Cauca y Norte de Santander-- habrían convencido a los campesinos de aumentar las siembras para ejercer presión a las negociaciones al momento de abandonar ese negocio.

Un segundo elemento es la eliminación de la aspersión aérea con glifosato –eso podría explicar el aumento de la productividad por hectárea—que redujo a niveles mínimos sin que se tuviera a la mano una alternativa de reemplazo. Por dentro del gobierno, las diferencias han impedido avanzar en nuevas fórmulas como las que dice la Policía tener probadas para erradicar.

Y el tercer elemento corresponde a la lógica del negocio: mientras haya quien compre a buen precio hoja de coca, será mejor negocio y menos riesgoso comercialmente que la yuca o el frijol. Por eso se cree que hay más campesinos metidos con coca. Eso explicaría más siembras ilegales en resguardos indígenas y en zonas de comunidades afrodescendientes. Pero además, el Estado permite las condiciones para que se dé este auge cuando deja que las condiciones económicas de regiones como el Catatumbo y Tumaco las impongan los grupos ilegales.

El buen momento de este negocio ilegal es lo que explica la decisión de los hombres que manejan las finanzas del Frente Primero de las Farc de apartarse de los acuerdos. Y es lo que puede pasar con otros frentes de Antioquia, Chocó y Cauca donde la coca se mueve por los mismos corredores de la guerrilla. Allí seguramente la pedagogía sobre los acuerdos será efectiva para los que están convencidos de dejar las armas, pero solo un papel para los que están metidos en un negocio lucrativo que podrán seguir manejando con el cambio de brazalete del ELN o de una Bacrim. Si las Farc no juegan un papel clave en la erradicación y sustitución, podrían ser las primeras víctimas de sus camaradas disidentes.

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