¡Unos petardos!

Los dos artefactos que explotaron el jueves en Bogotá hubieran tenido menos impacto en la opinión de no ser por la arremetida de las últimas semanas de las Farc en regiones donde más daño le ha hecho a la población rural. Por eso en la capital, la primera impresión que hubo es que se trataba del traslado de la guerra a la corazón del poder

 Si no fueron las Farc, entonces ¿quién y para qué? Aunque ese grupo en su reacción desde La Habana alegó que ahora les echan la culpa de todo lo que pasa, aun no hay evidencias que los excluyan o los impliquen. La sola versión de Pastor Alape no es suficiente para descartarlo, como tampoco es prueba contundente el señalamiento de sectores uribistas

 Para el presidente Juan Manuel Santos, en cambio, se trata de una acción del ELN que por esta época en 2014 cometió unas diez acciones similares. Santos es el colombiano que más información tiene hoy para decir lo que dice, pero apenas serían evidencias, ante todo apoyadas en la huella terrorista de ese grupo, que ha aprovechado el río revuelto del momento crítico del proceso de paz para ayudar a generar confusión

Pero en Bogotá no solo ponen bombas las células guerrilleras. También lo hacen las oficinas de cobro de extorsión de comerciantes y las bandas de microtráfico y los grupos de derecha

Y así como no hay claridad de la autoría, tampoco sobre las razones. Como lo dijo el Presidente, una sería para presionar la mesa de negociación con grupos armados al margen de la ley (Farc y ELN); intereses para presionar el fin de la negociación con las FARC –sectores derechistas opuestos al proceso—y una tercera, la más débil, la de un chantaje económico.   Por ahora lo único claro es que actos terroristas como los del jueves hacen tanto daño al proceso, por su impacto en la opinión, como el derrame de crudo a un río, así no hubiera dejado víctimas qué lamentar.