Justicia

El drama de los ilegales en España

"Señor Aznar, con tu ley de extranjería nos matas", clama un centenar de inmigrantes clandestinos de todas nacionalidades, que ocupan desde el jueves pasado un edificio de la facultad de Economía de Valencia (sureste de España), y que manifestaron este domingo para obtener su regularización y pedir la abrogación de la nueva ley.

VALENCIA, España -- "Señor Aznar, con tu ley de extranjería nos matas", clama un centenar de inmigrantes clandestinos de todas nacionalidades, que ocupan desde el jueves pasado un edificio de la facultad de Economía de Valencia (sureste de España), y que manifestaron este domingo para obtener su regularización y pedir la abrogación de la nueva ley.
Los manifestantes distribuyeron 2.000 sandwiches a los transeúntes para sensibilizarlos por su causa.
"Para tener papeles, es necesario trabajar. Y para trabajar hay que tener papeles... Es lo que nos dicen, y con este tipo de discurso nosotros no tenemos más nada", dice Abubacar, un immigrante clandestino nigeriano llegado a España hace dos años y en paro desde el trágico accidente de Lorca (sureste), que costó la vida a 12 inmigrantes clandestinos ecuatorianos.
La nueva ley de extranjería española, más restrictiva, y que entró en vigor el pasado martes, tras el accidente de Lorca, en la región hortícola de Murcia, prevé un procedimiento de expulsión de urgencia para los inmigrantes indocumentados, a los que también se retira los derechos de huelga, asociación y sindicación.
"Los patrones tienen miedo, no quieren contratarnos más. La cosecha (de hortalizas) se está perdiendo, pero prefieren perder la cosecha que arriesgar multas o ir a la cárcel", explica Laureano, 28 años, de nacionalidad colombiana.
La situación de miles de inmigrantes clandestinos es dramática en la región de Valencia. "No nos queda nada, pero peor aún, no podemos enviar dinero a nuestras familias en nuestro país", agrega el boliviano Eduardo.
Eduardo, de 42 años, era conductor de camión en Santa Cruz de la Sierra, pero la crisis en su país lo afectó y debió hipotecar su casa. Hoy debe al banco 35.000 dólares.
"Mi mujer y mis tres niños van a vivir en la calle. ¿Qué puedo hacer? Hace un mes que no cobro nada. Quiero trabajar. Las puertas están cerradas para nosotros aquí y no podemos devolvernos. Allá no sólo no hay trabajo sino hay una guerra", dice con lágrimas en los ojos.
Antes del accidente de Lorca, los inmigrantes lograban ingresos de 600 a 900 euros por mes (un euro es igual a 0,92 centavos de dólar), trabajando 7 a 9 horas diarias en los naranjales, la construcción o en fábricas de la región. A esa suma había que sustraer el costo del alquiler de 35.000 pesetas (210 euros, para 8 personas en un apartamentos en dos ambientes) y de transporte, 40.000 pesetas (240 euros), a menudo deducidos directamente del sueldo", indica Marco, un ecuatoriano.
"Amo a mi país pero si vuelvo allá voy a conocer la miseria y corro el riesgo de morir en cualquier instante, de mano de las guerrillas de izquierda o de los paramilitares. Sólo muertos regresaremos, explica por su parte Laureano, cuya mujer e hijo permanecen en Colombia.
Mohamed, un joven marroquí, vendió la casa de su padre cerca de Casablanca para pagar 800.000 pesetas (4.800 euros) por tener un lugar en una patera (los botes que cruzan el Mediteráneo). Partió de Tanger y llegó a Almería, donde después de cuatros días sin comer fue internado en un hospital de Valencia. Operado dos veces del estómago, sufre en silencio. "Sólo quiero trabajar, pero sin papeles no se puede hacer nada", lamenta.
Este centenar de inmigrantes, que debía mudarse en la tarde del domingo a una iglesia, insiste en que no partirán hasta que no se regularice su situación.
"¿Quién puede creerle al gobierno que nos está pidiendo que nos vayamos para volver con permiso después? El gobierno español tiene un problema porque los comerciantes, los agricultores, las fábricas nos necesitan. Ellos no pueden trabajar sin nosotros. Queremos pagar la seguridad social, alquileres, impuestos. No entiendo al gobierno. No somos un problema, somos la solución al problema", concluye Laureano.

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