El día que Ozzy Osbourne mordió un murciélago en vivo y terminó con 21 inyecciones en el cuerpo
Este gesto, aunque controversial, se convirtió en leyenda, consolidando su imagen como la de una figura impredecible del rock.

Ozzy Osbourne. Foto: Getty Images.
Ozzy Osbourne, ícono del heavy metal, denominado como el Príncipe de las Tinieblas, falleció hoy, 22 de julio, a los 76 años, rodeado de su familia.
Cabe destacar que su legado musical y su vida marcada por excesos, controversias y genialidad dejan una huella imborrable en la cultura popular.
Entre los muchos momentos que definieron su figura, uno destaca por encima de todos y ha perdurado como un mito del rock: el incidente con el murciélago durante un concierto en 1982.
A continuación, se detalla cómo ocurrieron los hechos de aquella noche, separando la leyenda de la verdad y revelando los detalles menos conocidos de este episodio del cantante.
¿Cómo se desarrolló la noche del incidente?
Como se mencionó antes, el 20 de enero de 1982, en el ‘Veterans Memorial Auditorium’, en Iowa, Ozzy Osbourne vivió uno de los momentos más insólitos y polémicos de su carrera.
Mientras ofrecía un concierto como parte de su gira ‘Diary of a Madman’, alguien del público lanzó lo que parecía ser un murciélago al escenario.
Ozzy, sin sospechar que el animal era real, lo levantó y le arrancó la cabeza de un mordisco, creyendo que se trataba de un juguete. No obstamte, pronto notó el sabor metálico de la sangre y se dio cuenta del error.
El murciélago, lejos de estar vivo, había sido conservado durante semanas en un congelador por Mark Neal, un fan de 17 años que lo llevó al concierto como parte de una broma.
La criatura fue introducida escondida en una bolsa y pasó la seguridad sin problemas. Cuando aterrizó cerca del bajista Rudy Sarzo, este lo señaló, y Ozzy reaccionó impulsivamente.
El gesto se convirtió en leyenda, consolidando su imagen como una figura impredecible del rock.
Ozzy y el precio de un mito
La reacción al incidente fue inmediata y abrumadora. La imagen de Ozzy Osbourne mordiendo la cabeza de un murciélago recorrió el mundo, convirtiéndose en titular de prensa y generando una ola de críticas, especialmente desde sectores conservadores que ya veían al heavy metal como una amenaza moral.
Adicionalmente, la historia fue utilizada para señalar al género musical como símbolo de decadencia, mientras Ozzy era catalogado como un ícono de la transgresión.
Tras el concierto, fue llevado de urgencia a un hospital, donde comenzó un tratamiento intensivo contra la rabia. Durante tres semanas, en medio de su gira, recibió múltiples inyecciones dolorosas en brazos, piernas y glúteos, como medida preventiva.
Pese a que con el tiempo se confirmó que el murciélago estaba muerto al momento del incidente, el mito de que había atacado a un animal vivo persistió y se convirtió en parte de su leyenda personal.
Lejos de negarlo, Ozzy abrazó el episodio: vendió artículos inspirados en la mordida, como peluches decapitables y maquillaje temático, e incluso lanzó una línea de NFTs llamada ‘CryptoBatz’, eternizando aquel momento en la cultura pop.
Entre la verdad y la leyenda
El episodio del murciélago no solo impactó al público y los medios, también transformó la carrera de Ozzy Osbourne para siempre.
A partir de esa noche, su figura quedó envuelta en un aura de caos, oscuridad y desenfreno que reforzó su apodo como el ‘Príncipe de las Tinieblas’.
El incidente le abrió las puertas a una fama internacional que trascendió lo musical, convirtiéndolo en un ícono cultural. Sin embargo, esa notoriedad también trajo consecuencias personales: Ozzy comenzó a sentir la presión constante de cumplir con las expectativas del público, que pedía espectáculos cada vez más extremos.
Con el tiempo, confesó sentirse atrapado en esa imagen que él mismo había contribuido a construir. A pesar de múltiples intentos por contar la verdad detrás de lo ocurrido, que el murciélago estaba muerto y que todo fue un error, la versión mitificada siguió creciendo.
Finalmente, cabe agregar que la mordida se volvió inseparable de su leyenda. Más que una anécdota, se convirtió en un símbolo del exceso, el riesgo y la teatralidad que definieron a una era del rock.



