Así combaten la brecha educativa y tecnológica en zonas rurales de Boyacá
La Fundación para la Equidad Educativa nació en plena pandemia como respuesta a la desigualdad tecnológica en el sector educativo. Hoy, impulsa el desarrollo del pensamiento computacional en zonas rurales.

FEE, en colaboración con sus voluntarios y gracias a las donaciones recibidas, aporta al mejoramiento de las instalaciones de las escuelas, para así brindar a los niños y las niñas un mejor espacio para el desarrollo de sus actividades escolares en las aulas. | Foto: Cortesía
Por: Paula Jiménez Cárdenas
Durante la pandemia, cuando escuelas de todo el país cerraron sus puertas, el profesor Nicolás Ruiz tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su vida y el de las de cientos de estudiantes rurales. “Me di cuenta de que no todos los colegios estaban preparados para afrontar la educación remota de emergencia. Así fue como, con familiares y amigos, comenzamos a apoyar una escuela rural en Tunja”, recuerda.
Con ese primer paso, en junio de 2020, nació la Fundación para la Equidad Educativa (FEE), una organización sin ánimo de lucro que trabaja por reducir las brechas tecnológicas y pedagógicas entre las zonas rurales y urbanas.
“Comenzamos gestionando computadores, conectividad e incluso capacitamos a los docentes en el uso de herramientas digitales. Todo en condiciones muy difíciles, cuando incluso necesitábamos permisos para desplazarnos”, cuenta Ruiz, quien es hoy el director de la fundación.
Durante el primer año de operaciones, acompañaron a varias instituciones rurales en Tunja y municipios cercanos incluyendo Florencia, El Porvenir y La Esperanza.
“Tuvimos que ingeniárnoslas con servidores offline, formas de sincronizar contenidos y una fuerte alianza con la Alcaldía para conseguir laptops”, añade. Con estos esfuerzos lograron beneficiar a unos 100 estudiantes y al menos 7 docentes durante el confinamiento. Desde entonces, han atendido a alrededor de 399 jóvenes.
Tras la reapertura de las escuelas, el proyecto tomó una nueva ruta: el desarrollo de recursos educativos abiertos (REA) y el impulso al pensamiento computacional. “Desde 2022 trabajamos con un currículo basado en el modelo escocés, que adaptamos para zonas sin internet y con múltiples grados en un mismo salón”, explica Omar Gómez, uno de los formadores que dicta clases directamente en las veredas beneficiarias.

FEE Colombia sigue adelantando sus tareas de sostenibilidad en diferentes zonas rurales de Colombia, compartiendo con las comunidades cada uno de nuestros logros a través de sus alianzas, voluntariados y actividades lúdicas que proporcionan a las niñas y niños espacios de calidad educativa.
Actualmente, la fundación trabaja con tres sedes educativas en Tunja y mantiene contacto con docentes de otros tres municipios. Aunque no están ampliando su cobertura estudiantil por razones presupuestales, ofrecen capacitación y acceso a sus recursos abiertos a cualquier docente interesado. “Los REA están disponibles con licencias abiertas para ser modificados, redistribuidos y contextualizados”, señala Ruiz.
Uno de los principales retos que enfrentan es el financiero. “Al ser una ONG, conseguir recursos es complejo. Además, estamos tratando con problemas sociales profundos, donde no hay soluciones únicas, sino procesos largos de co-creación”, enfatiza.
Es que, la educación rural en Colombia enfrenta una crisis profunda caracterizada por múltiples carencias estructurales que perpetúan la desigualdad frente a las zonas urbanas.
Según un estudio del Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana, el 79,8% de las sedes educativas rurales carecen de acceso a internet, el 59,7% no disponen de aulas de informática y el 18,1% no cuentan con servicio de energía eléctrica. Estas deficiencias tecnológicas y de infraestructura limitan significativamente las oportunidades de aprendizaje para los estudiantes en áreas rurales
A lo anterior se suma el desafío de adaptar conceptos globales, como el pensamiento computacional, al contexto rural colombiano. Por eso, este año comenzaron un trabajo investigativo con comunidades campesinas para entender cómo integrar sus saberes con la tecnología.
“Queremos que nuestros currículos no solo enseñen sobre tecnología, sino que dialoguen con la vida rural, apoyen la soberanía alimentaria y reconozcan los saberes tradicionales”, explica Ruiz. En palabras de Omar, esto se traduce en clases con herramientas como Scratch Junior, que permiten fortalecer habilidades lógicas y matemáticas desde temprana edad.
Valga mencionar que los estudiantes no reciben certificaciones externas, las clases forman parte de su formación escolar regular. Para medir el impacto, utilizan tanto pruebas validadas académicamente como evaluaciones cualitativas en campo. “Durante la pandemia, tuvimos una deserción escolar casi nula. Y hoy seguimos mejorando nuestras estrategias con base en datos e investigación”, afirma Ruiz.
La Fundación para la Equidad Educativa busca seguir sembrando conocimiento desde el campo. “Colombia sigue siendo mayoritariamente rural, aunque muchas veces lo olvidemos. Creemos que pensar en clave rural y tecnológica a la vez es una forma de avanzar hacia una educación más equitativa y pertinente para todos”, concluye el director.