La Arrocera, un grito desde las aguas en Olaya Herrera
En las entrañas de la Ciénaga de la Virgen, familias enteras sobreviven entre la marea y el abandono
Cartagena
Las casas en La Arrocera parecen flotar sobre la ciénaga. De cerca, la imagen es menos idílica: viviendas frágiles, levantadas con tablas maltrechas y techos que apenas resisten las lluvias. Allí, sobre las aguas, “Mami Yoli” emerge como una figura esperanzadora, portando no más que su fe y una voluntad que enfrenta lo imposible.
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“Dios siempre nos provee”, dijo Mami Yoli, mientras relataba cómo se ha dedicado durante dos años a alimentar a 257 niños. Su fundación, Sueños de Amor Bendito, es un refugio en medio del caos. Sin recursos suficientes, pero con el apoyo de donaciones esporádicas, ha logrado proporcionar alimentos y asistencia básica a más de 100 familias. Son niños marcados por la desnutrición, madres que enfrentan solas el peso del hambre y jóvenes atrapados en el ciclo de pobreza que parece no tener fin en Cartagena.
Mientras tanto, la ciénaga de la Virgen sigue inundando vidas. Cada subida de marea arrastra consigo un torrente de problemas. El agua contaminada y los mosquitos agravan las condiciones de salud. Las calles, si pueden llamarse así, se convierten en ríos improvisados que aíslan a los habitantes. “Aquí las calles se inundan desde la entrada hasta la ciénaga”, dijo Mami Yoli. Así, sin incluso tener por dónde caminar, esta comunidad se condena con cada paso al aislamiento.
Entre las denuncias, Mami Yoli habló de niñas embarazadas y menores expuestos a peligros inimaginables, tampoco está fuera de foco el condenable flagelo de la trata de personas. Junto al embarazo adolescente, son heridas abiertas que la comunidad enfrenta siempre en silencio. Desde su fe, la fundación ha intentado brindar apoyo psicológico y espiritual, pero los recursos son escasos.
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La precariedad en La Arrocera es una muestra fehaciente de la falta de atención por parte de las autoridades. “Aquí solo hemos visto que Gestión de riesgo es la que se ha presentado, pero no he visto cómo han ayudado”, señaló Mami Yoli. Aunque algunas otras figuras públicas han intervenido, esos esfuerzos aislados son insuficientes para transformar la realidad de este rincón de Olaya Herrera.
Aquí, en La Arrocera, la vida no significa otra cosa distinta a una lucha por subsistir, una pelea diaria por sobrevivir. Las mareas arrastran no solo agua, sino también las esperanzas de quienes habitan en estas maltrechas viviendas. Sin embargo, voces como la de Mami Yoli resuenan con fuerza, y nos recuerdan que, en los rincones olvidados de Cartagena, aún queda quien lucha, aun sin nada, por la dignidad de los demás.