Conferencia Episcopal: Colombia se está quedando sin sacerdotes
Una serie de factores ha generado que se haya pasado de 6.000 seminaristas en los años 90, a sólo 2.400 en el 2020.
En los últimos 30 años, se ha presentado un descenso en las vocaciones de seminaristas en el país; palabras más palabras menos, de seguir la tendencia, a futuro habrá menos sacerdotes en Colombia.
Según cifras de la Conferencia Episcopal de Colombia, en el país actualmente hay 600 diáconos permanentes ante el grupo principal de sacerdotes, que son 7.000 diocesanos y 4.000 de vida consagrada.
Quizá con ese panorama no hay tanta preocupación, a menos que comencemos a contextualizar el presente desde el pasado. Y es que, en 1990 el país tuvo a su disposición 6.000 seminaristas, mientras que, en 2020, se redujo esa cifra a tan sólo 2.400 y en 2021, a 1.700, y el descenso es progresivo.
Para el padre Manuel Vega León, quien es el director del Departamentos de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada del episcopado colombiano, si esta tendencia sigue, el futuro será complejo porque no habrá atención pastoral en las comunidades parroquiales.
Pero ya teniendo esa radiografía, sobresalen algunos factores determinantes del por qué la Iglesia colombiana está pasando por esas circunstancias. En la década de los noventas, las vocaciones venían de la mano de familias numerosas con una fe intacta, pero esa no es la realidad de hoy, porque los integrantes de un hogar son cada vez menores, donde familias sólo tienen un hijo.
También sobresale el fenómeno que hay regiones en el país que están perdiendo la afinidad al estilo de vida vocacional, como los santanderes y Antioquia. Y por último no un dato menor, son los escándalos dentro de la Iglesia Católica, que han generado deserción y desconfianza en las familias.
Pero el padre Vega León ve en las dificultades oportunidades; para él, se necesitan una serie de estrategias. Primero es el acompañamiento a los animadores vocacionales, donde cada jurisdicción eclesial delega un sacerdote o una religiosa para acompañar la tarea del discernimiento vocacional.
Segundo, implementar en las Diócesis semilleros vocacionales, que cultiven en las primera etapas de la vida (niñez, adolescencia y juventud) la iniciación cristiana; y tercero, proteger a la familia sin descuidar ejercicios serviciales como la catequesis, o sacramentales como la eucaristía y la confirmación.
Con este llamado, la Iglesia católica espera que no sólo se vea la preocupación como institución, sino la esperanza de pensar en un estilo de vida, de vocación y servicio al mundo, a la sociedad y a la iglesia misma.