Ciencia y medio ambiente

La Vieja, más apetecida

Pero el exceso de encanto empieza a hacer daño: ya hay evidencias de afectaciones al sendero, presencia de basuras y apertura de nuevos caminos que destruyen la flora.

La Vieja, más apetecida

La Vieja, más apetecida(Caracol Radio)

Uno de los tesoros ambientales de los cerros orientales de Bogotá podría estar en peligro de sufrir un deterioro inmediato si no se adoptan medidas inmediatas por parte de la Alcaldía de Bogotá. Se trata de la Quebrada La Vieja y sus senderos, en Rosales, lo que en apariencia es un asunto menor, pero en el fondo es complejo porque refleja la realidad del déficit de espacio verde de la capital y la falta de coherencia en las decisiones oficiales.

Sendero y quebrada se hacen visibles desde la carrera 2A donde se bifurca la calle 71. De ahí hacia el cerro se abre la posibilidad de disfrutar un paseo con aire puro, flora que va cambiando a medida que se sube, y opciones de recorrido –el Páramo al sur o la Virgen al Norte—, una vista espectacular sobre los cerros y sobre la ciudad y con acompañamiento de la Policía.

El problema empezó el 8 de julio cuando el Distrito amplió los horarios de acceso hasta las 4 de la tarde, sábado, domingos y festivos. Antes era hasta las 10 y los domingos no había ingreso. En las semanas más intensas del Niño el sendero se cerró y antes de eso se prohibió la entrada de mascotas debido a la falta de conciencia de sus dueños con el medio ambiente.

Como consecuencia de esta medida, según el monitoreo de Amigos de la Montaña, el ingreso en los primeros tres fines de semana fue de 2.758, 4.103 y 3.070 visitantes, respectivamente, lejos del promedio de 631 que se tenía en 2014, que de todas maneras venía creciendo y se acercaba ya a los 2.000 en 2016.

Ideal que la gente de la ciudad, sin excepción, disfrute de esta riqueza de fauna y flora que guardan los cerros, pero ya hay evidencias de daños como afectaciones al sendero, presencia de basuras, apertura de nuevos caminos que destruyen especies como helechos y algo tan grave como lo anterior: las personas que arman programa de todo el día no disponen de los servicios mínimos (un baño o un paramédico, por ejemplo), y no existe todavía una gestión del sitio apropiada para su uso público que implica riesgos como uso del fuego para calentar comida, como lo advierten desde Amigos de la Montaña.

Hay al menos dos razones para que se esté sintiendo esta presión sobre La Vieja: la principal es el cierre del sendero de Monserrate por estudios de las condiciones del terreno y la otra el creciente interés de los bogotanos de salir a buscar aire puro en una ciudad cada vez más contaminada. Andrés Plazas, de Amigos de la Montaña, dice que un habitante de una ciudad como Bogotá debe tener como mínimo 10 metros cuadrados de espacio verde por habitante (datos de la OMS), pero la capital apenas tiene 3.9, concentrados apenas en tres localidades (Engativá, Teusaquillo y Usaquén), pero con localidades con saldo en rojo extremo como Ciudad Bolívar con 1 metro cuadrado. “Tenemos una ciudad con gigantesco déficit de espacio verde por habitante”, dice Plazas que confía en el alcalde reconsidere la medida sobre La Vieja a la espera de estudios confiables. El alcalde tiene la palabra.

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