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¿Alguna vez has querido "comerte" a alguien?

No se trata de canibalismo o de simples exageraciones al hablar: quienes han experimentado en realidad el deseo de comer

¿Alguna vez has querido "comerte" a alguien?

Este vulgarismo que sugiere el deseo de tener relaciones sexuales con alguien, no parece ser una simple casualidad sino el resultado de experiencias sensoriales y perceptuales que, por sus características, son difíciles de comprender; pues estamos acostumbrados a la simpleza de poder ver lo visible, oler lo olible, degustar los sabores, detectar el contacto o la temperatura en la piel y así sucesivamente

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Quienes alguna vez han querido “comerse” a alguien, reportan unas sensaciones muy particulares que se describen como una intensa ansiedad por saciar el deseo de tocar, oler, lamer y/o degustar a la otra persona. Una sensación que incluye vacío abdominal -muy reconocido en momentos de emociones como el miedo o la tristeza-, taquicardia y cierta hipoxia, entre otros síntomas. Una sensación que predispone muy especialmente a un contacto muy íntimo. Una sensación que apenas si se sacia con la relación sexual

Los que hayan experimentado esta sensación sabrán que ella está muy lejos de la simple interpretación de atracción o deseo por otra persona. Es una sensación extrema, intensa, agradable -o desagradable si no se puede saciar pronto- y tal vez asociada con lo que podríamos denominar “química extrema” hacia otra persona. Quién sabe si de pronto es el verdadero enamoramiento; no el romántico, sino el biológico; el que vincula a una persona con otra de manera irracional; el que hace abandonar todo a cambio de saciar, o al menos atenuar, esta sensación que uno quisiera y no quisiera que se acabase…Pero la frecuencia y popularidad con que se ha utilizado la expresión “querer comerse a alguien” es lo que tal vez haya determinado que se convierta en un vulgarismo ignorado o rechazado en su verdadera naturaleza por el común de la gente

Existe un fenómeno denominado sinestesia –a diferencia de cinestesia que hace referencia a la capacidad cerebral para “saber” sobre los movimientos del cuerpo- que consiste en confundir el canal sensorial mediante el cual se recibe un estímulo y por lo tanto la gente cree experimentar situaciones particularmente extrañas como ver los olores u oler los colores o sentir a través de la piel un olor o un sabor. (experiencias que se reportan principalmente bajo los efectos de alucinógenos)

Si bien no comprendemos muy bien cómo funciona en los humanos el sistema vómero-nasal que es el canal sensorial capaz de detectar feromonas (hormonas producidas por otro organismo y que informan sobre disponibilidad sexual, territorialidad o agresividad, entre otras) sí sabemos que en los animales determina gran parte de los comportamientos más primitivos y algunas veces complejos comportamientos muy elaborados y evolucionados

Es sabiduría popular que el olor hace parte importante en el enamoramiento humano y observamos personas oliendo con éxtasis el humor de su pareja muchas veces ensombrecido o alterado por los olores artificiales en forma de perfumes o colonias. También es sabiduría popular que existe “algo” a lo que se llama “química” que no parece explicarse muy bien pero que facilita la atracción entre dos personas. Lo que en general se ignora es que estos dos fenómenos están relacionados con el vestigial funcionamiento de nuestro sistema vómero-nasal

Probablemente, en un pasado no muy remoto, nuestros acercamientos para la reproducción estaban igualmente determinados de manera exclusiva por las feromonas y la mujer las liberaba en los días que circundaban a su ovulación generando en los hombres el deseo de apareamiento potenciado con hormonas que lo preparaban para pelear con los posibles rivales. Tal vez el hombre liberara sus propias hormonas para aumentar la probabilidad de ser elegido como pareja sexual

En la medida en que el ser humano evolucionó, uno de los comportamientos que más ha cambiado es precisamente el de apareamiento que ha llegado a depender más de reglas de convivencia social que de su deseo o disposición inmediatas

La actividad sexual humana ya no es un comportamiento puramente reproductivo sino que de manera versátil se ubica en puntos dentro de un continuo que va desde la más cruda y primitiva forma de desahogo y satisfacción egoístas hasta la más sublime forma de comunicación entre dos personas que se aman

Evolutivamente nuestros sentidos o canales sensoriales, que a propósito no son cinco sino más bien once- aparecieron en un orden que más o menos podemos suponer: inicialmente el gusto, para detectar alimento; en seguida la cinestesia para “saber” que se está moviendo; luego el olfato, para detectar el alimento a distancia (el olfato puede considerarse para estos efectos un telegusto o gusto a distancia que guiaba el desplazamiento hacia el alimento) y así sucesivamente

Recordemos que para estos efectos la reproducción sexual apareció tarde en la evolución y el sistema vómero-nasal se desarrolló –a partir de los canales sensoriales más importantes en el momento- seguramente basado en el gusto y en el olfato. De hecho, el sistema vómero-nasal en el humano está situado vestigialmente a lado y lado del tabique nasal a la entrada de las fosas nasales

Como a este sistema sensorial le hemos ido cambiando las reglas para las que se había venido desarrollando, se ha atrofiado –tal vez en algunos humanos ya no opere- y puede llegar a generarnos experiencias pseudoalucinógenas

Mi hipótesis es que si alguien en nuestro entorno secreta sus feromonas y nuestro sistema vómero-nasal las detecta, envía información al cerebro para que este la interprete y determine cómo actuar en consecuencia. Sin embargo, si nuestro cerebro no está familiarizado con esta información y no sabe cómo usarla convenientemente es muy probable que interprete –con los canales sensoriales en los que se basaba originalmente y que sí están activos- que ha detectado “algo” cerca (con el olfato) que está disponible para disfrutar con el sentido del gusto y de allí que se experimente que “quiere comerse a ese algo…” que para nuestra sorpresa no es un algo sino más bien un alguien. Un alguien al que la gente describe como aquella persona a quien desesperadamente quiere oler, lamer o morder. Un evidente caso de sinestesia

Los besos, el sexo oral y el placer de ingerir fluidos o sólidos de otra persona pudieran muy bien estar relacionados !!!Lo invito a contar sus experiencias de haber querido “comerse” a alguien…

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