Itinerario vital de Luis Carlos Galán
Las posturas que adoptó a lo largo de su vida reflejaban su inmensa capacidad intelectual, su disciplina, sus convicciones democráticas y, sobre todo, su ADN de hombre valiente.
Notas biográficas para Caracol Radio por Juan Lozano Ramírez Luis Carlos Galán era, fundamentalmente, un valiente. Las posturas que adoptó a lo largo de su vida reflejaban su inmensa capacidad intelectual, su disciplina de todas las horas, sus convicciones democráticas y, sobre todo, su ADN de hombre valiente, valiente de verdad. Es decir, valiente en contraste con los cobardes que a sabiendas del daño que causaba el narcotráfico a la sociedad colombiana prefirieron pasar de agache o tolerarlo para no arriesgar su tranquilidad ni sus vidas. Valiente a diferencia de los improvidentes o temerarios que asumen riesgos colosales sin tener conciencia sobre lo que ellos representan. Valiente por sus entrañas, no por sus cálculos. Valiente por la acción y la determinación, no por la retórica y el discurso. Valeroso, no envalentonado. Así era Galán. Un patriota que, conocedor de la inmensidad de las amenazas que sobre su existencia recaían, decidió enfrentarlas, por el bien de su país
Hoy es fácil retar a Pablo Escobar. O a Rodríguez Gacha. Decirles mafiosos, corruptos, asesinos, bandidos. Al fin de cuentas ya están muertos. Fácil también resulta para los que posan de profetas del pasado. Advertir acerca de los males que engendra el narcotráfico y de la sangre que se puede derramar por su cuenta. Abundan los bravucones de hoy, cobardones del ayer. Los frenteros del 2009, acurrucados en 1989. Lo más significativo en ese itinerario vital de Galán, que condujo a que los asesinos fletados y el estado cómplice lo mataran en Soacha, está estrechamente ligado con su lucidez para advertir sobre los efectos del narcotráfico en nuestra sociedad, su dimensión de estadista para articular un proyecto que lo enfrentara y su coraje para cargar ese reto sobre sus hombros, jugándose su propia vida. Luis Carlos Galán había nacido el 29 de septiembre de 1943 en Bucaramanga, capital del departamento de Santander, donde su padre Mario Galán Gómez, se desempeñaba como Contralor Departamental. Santandereanos hasta los tuétanos, charaleños, para más señas, sus padres, don Mario Galán Gómez y doña Cecilia Sarmiento Suárez, fueron el tronco de una numerosa familia de doce hijos, que permanecía siempre unida alrededor de sus progenitores, en un entorno de virtud y austeridad, independientemente del cargo que ocupara don Mario en su largo peregrinar público que lo llevó desde la duma departamental hasta el Senado de la República pasando por la Presidencia de la estatal petrolera Ecopetrol, cargo que ocupó con brillo por más de una década. Fue inmenso el gozo de la gran familia de bisabuelos, abuelos, hijos, nietos y bisnietos, reunidos en la casa de descanso en Villa de Leyva tres semanas antes del asesinato de Galán para celebrar, con todos los descendientes, los 50 años de matrimonio el 27 de julio de 1989. No hubo para Galán ninguna cita, correría ni manifestación más importante que este cónclave familiar del que regresó pleno, feliz, como si hubiera aprovechado hasta el último segundo de este encuentro que le permitió disfrutar de la compañía de todos los suyos poco antes de morir
Cuando Galán tenía 6 años, la familia se trasladó a Bogotá. Entonces, el tercero de los hijos, Luis Carlos ingresó al Colegio Americano donde haría sus primeros cursos, para luego pasar al reconocido Colegio Antonio Nariño, que le otorgó el título de bachiller en 1960. Sus estudios universitarios en ciencias jurídicas y económicas los adelanta en los claustros de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, bajo la dirección del legendario padre Gabriel Giraldo S.J. Desde muy temprano en su carrera resultan evidentes su talento periodístico y la orientación liberal de su pensamiento, reflejados en la publicación, bajo su orientación, de la revista Vértice, que sirve de receptora para los textos pioneros del propio Galán y de sus más destacados compañeros de generación
A partir de las entrevistas y diálogos adelantados para fortalecer editorialmente los contenidos de Vértice, y siguiendo el ejemplo de rigor y disciplina de su padre, Galán va moldeando su perfil político y se definen tempranamente los puentes que habrían de llevarlo a las toldas y las corrientes orientadas por el doctor Carlos Lleras Restrepo, quien jugaría un papel absolutamente determinante en su futuro político. Así, se vincula activamente a la Sociedad Económica de Amigos del país, vigoroso tanque de pensamiento llerista, donde va escalando posiciones que permiten advertir no solamente la notable capacidad académica, investigativa y argumentativa del joven Galán, sino su carisma arrollador y su inmensa capacidad de liderazgo
Fue Vértice también, puente privilegiado para abrir a Galán las puertas de El Tiempo, donde Eduardo Santos, expresidente liberal y director-propietario del matutino lo acogió con esperanza y generosidad para integrar una tripleta de jóvenes promisorios junto con Enrique Santos Calderón y Daniel Samper Pizano. Informes, reportajes, crónicas, notas editoriales, reflexiones políticas brotaban todos los días de la pluma de Galán, hasta que, en la agonía del gobierno de Carlos Lleras Restrepo, enviado a entrevistar al presidente electo Misael Pastrana Borrero, es sorprendido en 1970, cuando apenas tenía 26 años, con su designación como Ministro de Educación Nacional
En épocas de inmensa agitación universitaria y con el recuerdo, el legado y los entusiasmos de Paris / 68 y de Daniel El Rojo a flor de piel, el precoz ministro emprende una vertiginosa tarea que comprende, entre otros logros, la presentación del estatuto docente para la profesionalización de la educación, el montaje de concentraciones rurales, el sistema de validación del bachillerato para adultos, la promoción automática en los tres primeros años de la primaria y la deliberación nacional sobre la controversial reforma universitaria de 1971. En ese año contrae matrimonio con la respetada periodista Gloria Pachón con quien había compartido los avatares de la redacción de El Tiempo. En 1972 nace su hijo Juan Manuel y deja el Ministerio para asumir como Embajador de Colombia en Italia, cargo que ocupa hasta 1976, cuando regresa a Colombia en condición de co-director del semanario Nueva Frontera, tribuna periodística del pensamiento político y económico del expresidente Lleras Restrepo
Su tiempo en Italia fue fructífero para estrechar los vínculos binacionales en proyectos tan importantes como la construcción de los túneles al Llano, la cooperación cultural y el intercambio. También para introducir a Galán en la reflexión anticipada sobre la seguridad alimentaria, el programa de Naciones Unidas para la Alimentación FAO y las condiciones de la productividad rural que habrían de ocupar muchas de sus intervenciones en la provincia colombiana. Fue también tiempo propicio para la reflexión académica, la decantación de las experiencias aceleradas del Ministerio, la meditación en medio de la Ciudad Eterna y los recorridos por las tierras italianas, recién casado con su primogénito y su segundo hijo, Claudio Mario, nacido allá. Tiempos apacibles. Tiempos felices
Al regreso a nuestro país, nace Carlos Fernando, su tercer hijo y Galán, además del quehacer periodístico se involucra profundamente en el acompañamiento político al empeño reeleccionista del expresidente Carlos Lleras Restrepo. El Partido Liberal había ganado las elecciones presidenciales al término del Frente Nacional y Alfonso López Michelsen detentaba el poder. Aunque se mantenía un esquema fuertemente bipartidista y el Partido Liberal era mayoritario, dos vertientes antagónicas se disputaban intensamente el control del gobernante partido. Una, liderada por Julio Cesar Turbay Ayala, y otra liderada por Carlos Lleras Restrepo. Ante la ausencia de mecanismos de democracia participativa directa para escoger el candidato oficial de la colectividad a la Presidencia, se adoptó el denominado Consenso de San Carlos, en virtud del cual las elecciones parlamentarias definirían la corriente mayoritaria y por ende, el aval rojo para la candidatura. A la postre, las huestes turbayistas lograron una contundente victoria. Julio Cesar Turbay fue proclamado como candidato presidencial y luego, enfrentado a Belisario Betancur, ganó la Presidencia. Resultó evidente, entonces, la fuerza arrolladora de la denominada coalición turbo-lopista que enfrentó a Lleras y lo venció. Sin embargo, dentro del llerismo, elegido Senador de la República por el departamento de Santander, empezaba a brillar con luz propia el exministro Luis Carlos Galán quien se vio forzado a asumir la candidatura al senado ante la deserción del histórico jefe llerista de Santander. Acompañado de su primo Alfonso Valdivieso, y a bordo de un frágil jeep de brega campesina, Galán fue conquistando en el uno a uno, el voto de los santandereanos que lo llevaron al Congreso por primera vez Galán fue un gran senador. Desde que pisó el Capitolio se convirtió en una de las estrellas de la corporación, reconocido por su oratoria ilustrada, la fortaleza de sus debates, la disciplina de sus estudios y la verticalidad de sus convicciones. Galán representaba a Santander pero el país ya lo distinguía y lo reclamaba. Particularmente en Bogotá, fortín atípico del llerismo, se presentaba un marcado vacío de liderazgo en sus cuadros, lo que lleva a Galán a articular su acción electoral en la capital, de donde derivaría los más formidables apoyos de su carrera. El 30 de noviembre de 1979, nace el Nuevo Liberalismo. Junto con Enrique Pardo Parra y Rodrigo Lara Bonilla, Galán estructura una fuerza renovadora, empeñada en recuperar el talante moral de la dirigencia nacional y de profundizar la democracia colombiana. Es claro que surge como una reacción ante el oficialismo liberal encarnado por López y Turbay. En las denominadas elecciones de mitaca, donde se votaba por concejales y diputados, el Nuevo Liberalismo presentó sus primeras listas y el propio Galán fue elegido concejal de Bogotá. Inspirado por la fuerza de Galán y su talante oxigenador, disciplinadamente fue creciendo la organización y el aparato del Nuevo Liberalismo, mientras se tejían las mayorías oficialistas del Partido. Finalmente, después de encerronas, comisiones y convenciones el liberalismo proclamó como candidato para suceder al presidente Turbay, al expresidente Alfonso López, quien le había entregado el poder. Ante esta situación, en una explosión de juventud, rebeldía, ilusión, enfrentando las mayorías de la maquinaria y el oficialismo liberal, Luis Carlos Galán emprende su carrera presidencial. Asume su postulación como candidato a nombre del Nuevo Liberalismo y su propuesta empieza a crecer aceleradamente entre los sectores jóvenes e independientes. Por primera vez desde el Frente Nacional se evidencia una profunda división liberal. Alfonso López agita el trapo rojo llamando a la disciplina liberal y Belisario Betancur, en un nuevo intento, plantea una campaña optimista de relevo político y convocatoria suprapartidista que giraba alrededor del concepto “sí se puede”. El resultado electoral despoja al Partido Liberal del poder. Belisario Betancur gana, López obtiene el segundo lugar y Galán alcanza los 745000 votos, elige su primera bancada parlamentaria, obtiene curules en 21 de las 23 asambleas del país y representación amplia en los concejos municipales. Con los resultados de las urnas aún calientes, el lopismo culpó a Galán de la derrota liberal. El Nuevo Liberalismo mantenía firmes sus banderas
Cuando se adelantaba la confección de las listas de Congreso del Nuevo Liberalismo, a la campaña galanista de Antioquia se acercó el entonces representante a la Cámara Jairo Ortega, acompañado de Pablo Escobar Gaviria. Por esas épocas, Escobar recibía aplausos y reconocimientos por sus programas sociales en Medellín y amplios sectores de la sociedad paisa y del establecimiento nacional obraban con franca tolerancia y notoria cobardía. En voz baja se hablaba del origen siniestro de su fortuna, pero no se levantaba la voz contra él. Galán tuvo el coraje, el inmenso valor de desenmascararlo, de expulsarlo de su movimiento y de fijar un punto muy alto en la exigencia colectiva frente a la lucha contra el narco. Muchas voces pusilánimes se levantaron para decir que Galán exageraba. Que era un moralista, un Catón, un fanático. Que Galán veía fantasmas en todas partes y que, en todo caso, el narco dejaba riqueza en Colombia pues aquí no había problemas de consumo. Tras la expulsión de Escobar en plena plaza pública, Escobar se convirtió en el más temible enemigo de Galán, junto con sus compañeros de crímen, encabezados por Gonzalo Rodríguez Gacha. Durante el gobierno de Betancur se agitó la lucha contra las drogas. Aunque el presidente se había declarado enemigo de la extradición y había decidido inaplicar el mecanismo, mientras los narcos andaban a sus anchas por muchas regiones del país, designó Ministro de Justicia al joven senador huilense Rodrigo Lara Bonilla, compañero de luchas de Galán. Cuando Lara proponía por primera vez desde el Estado una política articulada y categórica contra las mafias, sus enemigos emprendieron una cruzada de desprestigio contra el Ministro tratando de inculparlo por la infiltración de un cheque del mafioso Evaristo Porras a su campaña. La respuesta de Lara fue redoblar sus esfuerzos contra las organizaciones criminales: desmontó los más grandes laboratorios cocaleros conocidos hasta la fecha en los llanos del Yarí, recordados como Tranquilandia y Villacoca. Y fue más allá. Decretó una barrida judicial para confiscar e inmovilizar las aeronaves del narcotráfico. Los criminales respondieron. Asesinaron a Lara. Betancur reanudó la extradición, nombró a Enrique Parejo, galanista fundador también, como nuevo Ministro de Justicia y Galán asumió sin titubeo ni vacilación la continuidad de esa lucha de Lara y la defensa de la extradición
Al paso que se deterioraba la actividad política y arreciaban los ataques de los mafiosos contra el establecimiento para impedir la extradición, expiraba el mandato de Belisario. Los liberales sabían que un candidato que apareciera como un caracterizado hijo de las maquinarias volvería a perder las elecciones y que Galán lo volvería a enfrentar. Así llegan al nombre de Virgilio Barco quien aparecía, ciertamente, como un técnico, más que un simple manzanillo de agitación veintejuliera y quien, además de ser muy liberal, gozaba de prestigio como ejecutor de obra pública tras haberse desempeñado como Ministro de esa cartera y como Alcalde de Bogotá- Galán opta por retirar su candidatura presidencial para no ahondar la división liberal, sin desmontar el Nuevo Liberalismo
Barco define un gobierno de partido e inaugura el esquema gobierno-oposición para que el partido ganador en las elecciones asumiera integralmente la responsabilidad de gobernar, sin dar ninguna participación al partido conservador derrotado. Con coraje, Barco avanza en la lucha contra el Cartel de Medellín en medio de una sangrienta guerra que libraban Escobar y sus secuaces contra sus archienemigos del Cartel de Cali. Lo que Barco no supo –y creo que de haberlo sabido no hubiera tolerado- fue que su gobierno empezó a permearse por el cartel de Cali que infiltraba funcionarios, compraba aliados y seducía políticos. Entre más crecía la conciencia colectiva sobre la estructura criminal de Escobar, más se afincaba el prestigio de Galán entre nuestros compatriotas. Se erigía, ciertamente, Galán como el símbolo de la lucha contra la mafia, pero además se consolidaba como el adalid de la nueva política colombiana
El Partido Liberal intenta reunificarse y superar la división que se había protocolizado desde el nacimiento del Nuevo liberalismo. De cara a la elección presidencial de 1990, Galán abre la posibilidad de su retorno al Partido si se acepta la consulta popular como el mecanismo para expresar la voluntad de la base liberal en torno de su candidato favorito para la presidencia. Esa era la condición fundamental de Galán. A la jefatura del partido llega el veterano expresidente Turbay quien adopta una posición de sereno liderazgo para rodear de garantías la reunificación del Partido. Se adopta la consulta y Galán disuelve el Nuevo Liberalismo para reincorporarse al liberalismo y buscar una victoria en la consulta en la que participaban enfrentándolo Alberto Santofimio, Jaime Castro, Hernando Durán y Ernesto Samper. El 18 de agosto de 1989, siendo el claro favorito en las encuestas para ganar la consulta y la presidencia, encontrándose ya muy cerca de la Casa de Nariño, Galán asiste a una manifestación en la Plaza de Soacha donde un viejo excanciller liberal habría de apoyarlo con su grupo político para consolidar la victoria galanista. Ahí lo esperaban los sicarios contratados por el cartel de Medellín, la indolencia de los cuerpos de seguridad, la corrupción en las fuerzas del orden, la infiltración de los otros carteles y las complicidades políticas. Luis Carlos Galán fue asesinado. Cesar Gaviria asumió su candidatura y ganó la consulta y la Presidencia. Mataron la esperanza nacional y el país sigue pagando los costos de este magnicidio en el que se conjugaron las venganzas de los más temibles criminales y los tentáculos mafiosos en un desgarrador crimen de Estado.



