Cultura

Llegó el Año Nuevo Chino

Tenderetes de comida, juegos malabares y humeantes incensarios animaron hoy los templos Budistas y Taoístas de Pekín, donde miles de ciudadanos celebran con música y danza la llegada del Año Nuevo del Gallo

Tenderetes de comida, juegos malabares y humeantes incensarios animaron hoy los templos Budistas y Taoístas de Pekín, donde miles de ciudadanos celebran con música y danza la llegada del Año Nuevo del Gallo.
El Templo de la Nube Blanca (Baiyunguan), el Altar del Cielo (Tiantan) y el Altar de la Tierra (Ditan) son los más famosos de los once lugares emblemáticos que en esta época acogen las tradicionales ferias de año nuevo.
El origen de las festividades se remonta a la Dinastía Liao (907-1125), cuando los emperadores iniciaron el rito del culto a los dioses de la Tierra y el Grano, y continuó durante siglos.
Cada año, el emperador rendía tributo a las alturas para pedir fortuna y buena cosecha, en una vistosa ceremonia que, mil años después y entre grandes rascacielos, intentan reproducir en los templos las ataviadas comparsas de tambores y platillos.
La feria del parque de Ditan (Altar de la Tierra) es la más popular, y en un sólo día se apiñan en su interior hasta 10.000 personas, que a empujones consiguen llegar a los pequeños santuarios.
Allí se reproduce, todavía hoy, la ceremonia de sacrificio a los dioses, con trajes típicos de la dinastía Qing (1644-1911), música y baile, en medio de larguísimas hileras de tenderetes con todo tipo de amuletos, souvenirs y recetas para iniciar el año con buen pie.
Enormes figuras de niños (que traen fortuna), peces (que simbolizan la prosperidad) y flores de loto (budistas) decoran el entramado de patios de estos templos, donde el rojo es el color dominante, por los cientos de farolillos que cuelgan de las ramas de los árboles.
Los más devotos compran aromáticas varillas de color albero, verde o grana, y las queman en enormes incensarios para pedir a las divinidades protección, buena fortuna o algún favor personal: un hijo varón, un trabajo mejor o salud, generalmente.
Gigantes, malabaristas y zancudos entretienen a los niños y los mayores disfrutan con la ópera de Pekín o los diálogos cómicos tradicionales chinos (xiang sheng), mientras engullen pinchos de frutas caramelizadas.
Al igual que antaño, se ofrecen en los templos y parques comidas tradicionales de Pekín, como la sopa de tripas con vinagre o el conocido "Cha tang" (sopa de té), para calentar el cuerpo de los visitantes, a cinco grados bajo cero a la intemperie.
Té, boniatos asados, sopa de raviolis o pastelitos de arroz completan el cuadro culinario de estas ferias, convertidas en la cita obligada para las familias en Año Nuevo, cuando los chinos disfrutan de una semana de vacaciones.
Otros productos a la venta incluyen los tradicionales peines de doble filo de "Zhang Elefante Dorado", los "Cuchillos de Hierro Liu" y las pelucas "Sanheju", así como figuritas de bambú, molinillos de viento y almohadones de tigre "Lao hu".
Pero no todo es tradición en este festival, ya que la opulencia de la clase media china ha convertido las ferias en verdaderas oportunidades comerciales.
A los productos tradicionales se unen hoy ropa, jarrones, zapatos, copias piratas de películas y hasta baterías de cocina, que anuncian con megáfono los vendedores, dispuestos a iniciar el año con un buen negocio.
Muchos mercados de la capital cierran esta semana por vacaciones, por lo que algunos comerciantes intentan vender su mercancía a la entrada de los templos, para no tener que pagar el alquiler del tenderete.
Otros, igualmente listos, han iniciado sus propios mercadillos callejeros, creando nuevas "ferias" en cualquier rincón, parque, plaza o centro deportivo.
Bomberos, policía y autoridades vigilan, eso sí, que se mantenga el orden, para evitar accidentes como el que el año pasado provocó la muerte de 37 personas, al hundirse un puente sobre el lago helado de Miyun.
Los fuegos artificiales, que anoche pudieron disfrutarse hasta altas horas de la madrugada, están terminantemente prohibidos, y en los templos no aparecen, bajo pena de grave multa, por el temor a que se incendien las tradicionales edificaciones de madera.
Los astrólogos vaticinan que el Año del Gallo de Madera traerá más desgracias, incendios y calamidades, pero nada parece preocupar a los pequineses en este soleado día de frío invierno, el primero del año.

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