Murió un sacerdote de 74 años por COVID-19 en Medellín
Al parecer, el religioso fue contagiado por un familiar que trabaja en la central de abastos La Minorista.
Murió un sacerdote de 74 años por COVID-19 en Medellín / Cortesía
Antioquia
El padre Francisco Miguel Portillo Reyes, de 74 años de edad, vivía en la subregión del Urabá, pero se había trasladado hace algunos días a la capital antioqueña donde unos familiares con la intensión continuar con un tratamiento por una dolencia ajena a la de la pandemia del COVID-19, pero luego de varios días, el pasado sábado 18 de abril tuvo que ser ingresado a la clínica León XIII de Medellín por dificultades respiratorias, lo que por su edad se complicó.
La sorpresa de la familia fue gigante cuando los médicos los catataron y les informaron que el religioso era positivo para COVID-19, pero que pese a su edad había superado la pandemia; la alegría duró poco.
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“El médico que lo asistía llamó a la familia para decirle con mucha alegría que el padre ya estaba respirando muy bien, que ya parecía que se iba a recuperar pronto, cuando a las dos horas más o menos llamaron a decirles que un paro cardiaco se lo había llevado”, relató Monseñor Hugo Alberto Torres Marín, Obispo de Urabá.
Se presume, que el Padre Portillo Reyes pudo haber sido contagiado por un familiar que trabaja en la plaza de mercado La Minorista, por lo que su entorno familiar fue aislado para evitar que se propague el virus y también descartar que estén contagiados.
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El religioso estaba retirado del ejercicio sacerdocio, pero era muy recordado por sus colegas, amigos y la feligresía, por lo que su muerte es catalogada como una pérdida enorme para el Urabá antioqueño.
“Un sacerdote es muy recordado por su espíritu folclórico, alegre, cercano. De esos que siempre estaba para la gente, ayudando a la gente”, recalcó Monseñor Torres.
El Padre Francisco Miguel Portillo Reyes, se había ordenado como sacerdote en el año 1983 en el municipio de Turbo, donde trabajó durante varios años, pero también acompañó a los creyentes de las vecinas poblaciones de Currulao y San Pedro de Urabá, donde hoy oran por su eterno descanso.
