Susana Vega: la orfebre venezolana que convierte la nostalgia en arte
Desde las montañas de Tovar, en el corazón de Mérida, hasta las vitrinas de la moda internacional, la historia de Susana Vega es la de una creadora que no solo diseña joyas, sino que transforma emociones, memorias y herencias familiares en piezas de arte portables

Susana Vega: la orfebre venezolana que convierte la nostalgia en arte
Su camino ha sido uno de intuición, reinvención y profundo arraigo.
Una infancia entre herramientas y mostacillas
La historia de Susana no comienza en una pasarela, sino en un taller humilde, rodeada por los ecos del martilleo metálico y las conversaciones sobre técnicas de orfebrería entre su padre y la gente que le ayudaba en el taller, entre ellos sus tios. Creció entre limaduras de metal, piedras semipreciosas y un amor silencioso pero poderoso por el trabajo hecho a mano.
Mientras los hombres de su familia le enseñaban sobre precisión y paciencia, su madre aportaba el toque lúdico: una caja llena de mostacillas y lentejuelas. Era su universo privado. A los 18 años, al no encontrar accesorios que reflejaran quién era, decidió hacer los suyos. Sin pretensiones, sin pensar que esa rebeldía estética sería el inicio de una marca que años después cruzaría fronteras.
Una marca que nace desde el alma
En 2008, en Venezuela, lanza formalmente su marca. Comenzó vendiendo a pequeñas clientas, en ferias locales, en mercados de diseño. Su propuesta era diferente: piezas que no solo eran hermosas, sino que contaban historias. Pero como muchos venezolanos, la crisis la obligó a dejar su tierra. En 2015 emigró a Estados Unidos. Lejos de detenerla, el exilio se convirtió en un catalizador creativo.
En plena maternidad, en medio de la nostalgia y el reajuste, encontró una nueva voz estética. Empezó a experimentar con materiales como cuentas de vidrio, porcelana fría y resina epóxica. Redefinió sus técnicas. Muchas de sus piezas requieren entre cinco y siete días para elaborarse. Cada una es única, no solo por su diseño, sino por la energía emocional que lleva impresa.
Colecciones que cuentan quién es
Susana no lanza joyas al azar. Cada colección es casi una obra literaria contada en colores, texturas y formas. Movonda, inspirada en los paisajes entre Tovar y Mérida, traduce montañas, nubes y atardeceres en patrones de mostacillas. Es un homenaje a su tierra y su memoria. Eladia, lleva el femenino del nombre de su padre y honra a la mujer venezolana fuerte, serena y luminosa. La palma de moriche, símbolo de vida para los pueblos indígenas, se convierte en motivo recurrente.Caracola, se basa en la espiral de Fibonacci. Es la geometría perfecta de la naturaleza hecha joya. Aquí Susana explora lo orgánico, lo fluido, lo eterno. Paisaje, una de sus colecciones más íntimas, reflexiona sobre el dolor de migrar y la necesidad de encontrar patria en otras pieles, otras lenguas, otras ciudades.
De Tovar a Vogue
En 2022, Susana ganó el premio Pitch to LAFS, otorgado por el Latin American Fashion Summit, como mejor diseñadora de accesorios latina. Fue un punto de quiebre. A partir de allí, su trabajo fue reconocido por medios como Vogue México, el CFDA, y celebridades como Gloria Estefan han portado sus joyas en portadas internacionales. No es solo diseño. Susana está construyendo una marca con alma. Es una artista que insiste en la belleza de lo imperfecto, de lo hecho a mano, de lo que tiene historia.
Susana Vega no es solo una diseñadora. Es una narradora visual que entiende que un par de aretes puede guardar el eco de una montaña, que un collar puede llevar la cadencia de una canción llanera, que una pulsera puede contener el temblor de un recuerdo. Sus piezas no gritan, susurran. No siguen tendencias, las desafían. Y lo más importante: conectan. Con quienes la extrañan desde Venezuela, con quienes descubren su arte desde otras latitudes, con quienes entienden que crear es una forma de resistir, de sanar y de volver a casa sin moverse del sitio.