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Maruja Vieira: vida, poesía y vuelo

La poeta y periodista es un referente de la literatura, la academia y el periodismo en Colombia. Entre verso y verso puso el punto final cerca de sus 101 años de vida.

Maruja Vieira, poeta y periodista colombiana. Fotos: Archivo de Maruja Vieira y Gustavo Montes Arias.

Un siglo se quedó corto para Maruja Vieira. No fueron suficientes cien años para que desplegara la genialidad de su obra y su legado.

La poeta y periodista caldense que en diciembre de 2022 celebró su cumpleaños número cien, falleció el 28 de octubre 2023. Sin embargo, se quedó danzante en el fuego de sus palabras.

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Su nombre es bien conocido en la literatura y la prensa colombiana. Pero también en los medios de comunicación extranjeros.

Fue pionera de la radio en países como Venezuela y escribió con una pluma inagotable.

Maruja Vieira se definía a sí misma como poeta, periodista y feminista.

Detestaba al extremo el término “poetisa” y tenía clara su convicción sobre la escritura. “Mi poesía no conoce de rimas, solo la música de las palabras”, decía.

Con cerca de veinte libros publicados desde 1947 hasta 2022, se ganó un lugar importante dentro de los círculos culturales del país.

Hablar de sus amigos es construir una lista de los personajes más destacables de las letras en Colombia. Con todos llevó una entrañable cercanía.

Desde Gabriel García Márquez, quien reconocía su inteligencia y belleza admirables, hasta Meira del Mar, autora cuya poesía tenía el rumor minucioso de la brisa en el Caribe.

Un balcón de geranios

En Manizales, la niebla de la mañana parece envolverlo todo. En los días más fríos, el sol hace un esfuerzo para que sus rayos despunten entre la densidad de las nubes y enquistarse en el verde denso de las montañas que enmarcan la ciudad.

El Nevado del Ruiz, imponente y altivo, aguarda las breves treguas que le da a la lluvia de ceniza. “Es una colina de sueños, siempre está iluminando los caminos de quienes buscamos la belleza donde ella está”, decía Maruja Vieira.

Mantuvo la imagen del volcán plasmada en su retina, como todas las de la cotidianidad en su ciudad natal.

Vieira nació en la capital caldense el 25 de diciembre de 1922, ciudad en la que solo vivió hasta los años 30, porque “se llevaron mis ojos a un paisaje distinto, de montañas heladas bajo cielos de acero”, escribió.

En ese año su padre, Joaquín Vieira, quien era el gerente de las rentas del departamento (actual Industria Licorera de Caldas) perdió su trabajo, dado el ascenso del Partido Liberal al poder.

Entonces tuvo que trasladarse a Bogotá junto a su familia. Pero Manizales siempre fue la ciudad en la que “la vida era una mano que me esperaba afuera y una cabeza blanca, llena de sueños altos”.

Durante toda su vida, Maruja Vieira profesó un inmenso cariño a su ciudad natal. En 2021 donó su biblioteca personal al Centro Cultural Rogelio Salmona, de la Universidad de Caldas, para que fuera el guardián de su legado y memoria.

Al hablar de Manizales, sus ojos se inundaban de una ternura anhelante.

“Tiene mucha importancia haber nacido allá, tan cerca del volcán, en esa ciudad que ha soportado tan valientemente una cantidad de tremendos incendios, pero siempre con la poesía presente”, expresaba.

De su casa de la infancia, ubicada primero frente al Parque Caldas y luego en el barrio Lleras, recordaba los libros esparcidos por el suelo como semillas.

También el ánimo lector de Gilberto, su hermano, quien luego sería senador y presidente del Partido Comunista. Y la escritura de su mamá, Mercedes White, “que era buena poeta, pero nunca publicó”.

La vida de Maruja fue un arco. Empezó en Manizales siendo una niña y luego terminó aquí con su última aparición pública”, explicó Adriana Villegas Botero, periodista manizaleña y doctora en Literatura de la Universidad Tecnología de Pereira.

La ciudad que le ofreció distintos homenajes y publicó algunos títulos de su obra poética, hizo parte de la creación en poesía y prosa de la autora.

“Manizales es una presencia constante en la poesía, las crónicas y las charlas de Maruja. Hay mucho amor por la ciudad y belleza en lo que cuenta”, comentó Villegas Botero.

De Bogotá a Venezuela

Luego de trasladarse a Bogotá en 1937 y encontrarse con personajes como Georgina Fletcher, una de las figuras más importantes del feminismo en Colombia durante esa década, Maruja perfiló el carácter activo de su vida.

Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura, le dio en un 1943 un nuevo bautizo a la poeta: “te llamarás Maruja”, le dijo luego de leer sus poemas.

Ella ya había publicado en distintos periódicos de la ciudad, firmando sus textos con su nombre de pila: María Vieira White. Pero el bautizo de Neruda consolidó su nombre como autora.

Durante sus años en la capital, Maruja hizo parte de los círculos literarios más valiosos del momento, como el de los poetas del grupo de Piedra y Cielo.

Se reunían en el Café Automático de la carrera séptima y allí compartió con personajes como León de Greiff.

“Esta rosa fue testigo de ese, que si amor no fue, ningún otro amor sería”, le recitaba el poeta antioqueño siempre que la veía.

Estudió y trabajó como secretaria y relacionista pública en un momento en el que la educación y el trabajo ejecutivo aún no eran cuestión autorizada para todas las mujeres.

“Ella trabajó cuando ninguna mujer lo hacía, tuvo que vivir las persecuciones más difíciles por la política”, expresó Ana Mercedes Vivas Vieira, hija de la poeta.

Escribió cuando ninguna mujer escribía, hizo televisión en Venezuela cuando la televisión no existía en Colombia”, agregó.

Justo en el vecino país se desarrolló una de las etapas más importantes de la vida de Maruja en la escena poética y periodística.

Luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, Maruja tuvo que salir de Colombia. En 1950 fue contratada por la Radio Nacional de ese país y viajó para realizar programas informativos culturales.

“Había represión a todo lo que significara la posibilidad de un mundo mejor. Era muy difícil para mí conseguir trabajo. Tenía muy buenos amigos por carta en Venezuela y decidí que lo mejor era irme”, narraba Maruja.

Allí fue colaboradora de El Nacional, El Universal y El Heraldo de Caracas. Luego de un regreso breve a Colombia, se trasladó una vez más a Venezuela en 1954.

En esa oportunidad trabajó en la Televisora Nacional, al tiempo que escribía crónicas para el diario colombiano El Espectador. Mismas que luego harían parte de los primeros registros de la televisión en el país.

“Allá me fue sumamente bien, porque me recibieron con mucho cariño”, recordaba la poeta.

En su estadía en el país sembró una gratitud especial por personajes como el escritor y periodista Miguel Otero Silva, de quien fue amiga personal.

Sin embargo, la vida se teje en líneas paralelas y el destino la esperaba de nuevo en Colombia, donde conocería la fugacidad dolorosa del amor.

Maruja Vieira junto a León de Greiff, Eduardo Carranza y Atahualpa Yupanqui. Fotos: Archivo de Maruja Vieira y Gustavo Montes Arias.

El amor: eterna brevedad

—Hoy es un día muy especial, mamá. Hoy es 9 de septiembre.

—¡Ay, sí! Es mi matrimonio.

—Cuéntales qué día y a qué hora te casaste.

Así recordaba Maruja Vieira su aniversario número 63 de matrimonio con José María Vivas Balcázar, el importante poeta, académico y diplomático caucano al que le entregó su corazón.

Se conocieron cuando Maruja regresó de su segunda estadía en Venezuela, durante un evento de bienvenida. Ella había escrito antes sobre una de sus obras.

“Encontré un libro que se llamaba ‘La doncella’, en el que había poemas muy interesantes. Luego, cuando regresé, de repente, subió la escalera alguien muy ágil y pregunté: quién es. Y me respondió la persona que estaba conmigo: es Vivas Balcázar”, narró la poeta.

Ese fue el punto de partida para un noviazgo que duró tres años, hasta que la propia Maruja tomó la decisión de casarse de vestido corto en 1959.

Ya había lidiado con la pregunta constante sobre la razón por la que aún no lo hacía. Incluso Gabriel García Márquez se lo preguntó con un texto publicado en su espacio de El Espectador.

Maruja no ahorró esfuerzos para responderle luego con un texto en el mismo periódico.

“Gabriel García Márquez era muy buen amigo y escribió una columna sobre el problema que para mí significaba que todo el mundo me preguntara cuándo me casaba”, comentó Vieira entre carcajadas.

Luego de ese noviazgo extendido, llegó el momento de tomar decisiones definitivas. En ello, Maruja desplegó una vez más su carácter férreo y decidido.

“Habíamos estado saliendo. Un día me cansé de que eso no se definiera y le dije: oye, José María, nosotros nos entendemos sumamente bien, tenemos que definir. Por aquí se va a la Iglesia de San Judas Tadeo y por allí, por la izquierda, se va hacia tu casa, ¡escoge!”.

El 9 de septiembre de 1959, a las 6:00 de la mañana, Maruja Vieira y José María Vivas se casaron en Cali.

“Desafortunadamente, no fue muy largo. Luego vino un 15 de mayo (de 1960) en el que su corazón falló y se fue”, contaba con nostalgia. A ocho meses de casada y con siete de embarazo, Maruja enviudó.

“Cuando ella se casa, pide la cédula de María Vieira de Vivas. Pero en la Registraduría no alcanzan a enviarla. Cuando ella la recibe es María Vieira, viuda de Vivas. El nombre de antes es un poema que nace de allí”, explicó su hija.

Pese a la muerte apresurada de su esposo y una temporada prolongada sin publicar libros, Maruja Vieira siguió escribiéndole a José María Vivas Balcázar para salvarlo de las llamas del olvido.

“Él no se ha ido del todo, está nuestra hija, que también es una excelente poeta. Toda la poesía mía que hable de amor es para José María, por eso él perdura”, comentó Vieira.

Adriana Villegas analizó la presencia de la muerte en la producción poética de Maruja Vieira, como dos elementos relacionados de manera íntima.

Para entender la muerte en su obra “es fundamental comprender la historia personal de Maruja. Ella entiende la poesía como una forma de mantener vivo ese amor”, explicó.

“Pasan décadas y ella está casada con ese hombre y le sigue escribiendo. Hay una vida y una relación muy singular, que producen una obra que tiene una lectura particular de la muerte”, agregó.

Durante su vida, Maruja Vieira tuvo claro que no había lugar para que dos cosas fundamentales se agotaran en ella: el amor y la poesía, mientras esperaba la llegada del barquero.

Maruja Vieira junto a su esposo, José María Vivas Balcázar, y su hija, Ana Mercedes Vivas Vieira. Fotos: Archivo de Maruja Vieira y Gustavo Montes Arias.

Con eme de mamá

“Durante muchos años no entendí por qué mi mamá no se volvió a casar. A medida que he ido madurando admiro más esa visión del amor eterno, porque es hasta el fin de todo”, comentó Ana Mercedes Vivas Vieira.

Desde la doble posición de ser hija y potea reconoció la importancia de Maruja en tres áreas en las que se destacó: la literatura, el periodismo y el feminismo.

“La poesía de mi mamá es muy transparente, fácil y llana. Ha sabido evolucionar con el tiempo en algunos temas”.

Destacó que una mirada superficial de la obra de Maruja es la de “la poesía nostálgica y de la ciudad, pero ella es sumamente moderna”.

Maruja tenía la virtud de escribir sobre la muerte y la ausencia del esposo, igual que sobre otros temas como la guerra y la paz en Colombia, los conflictos sociales y los hechos noticiosos.

“Hay tan rica capacidad de mirar la realidad, que eso es lo que la hace tan vigente”, resaltó Vivas Vieira destacando que su obra no es numerosa sino que está muy bien seleccionada.

Pero el rol en el que mayor admiración siente por Maruja es el de mujer y mamá. La viudez precipitada obligó a Maruja a trabajar durante toda su vida para sacar adelante a su familia.

“Cuando era necesario elegir entre el pan y las flores, comprábamos las rosas. Una taza de café negro y solo nos bastaba.Y nuestro amor y un libro de poemas”, escribió Maruja.

“Yo tengo una gran admiración por Maruja. Siempre me pregunto: ¿cómo hizo para hacer tantas cosas? Para creer tanto en el país y en los seres humanos”, expresó su hija.

Pero, a pesar del animo férreo y decidido de Vieira, no desconoció que la ausencia del padre fue una grieta que se coló en su memoria y que ella siempre intentó resanar con la belleza de las palabras.

“La ruptura fue demasiado dramática, ella se fracturó emocionalmente de una manera muy fuerte. Influyó en la poesía, pero en algunos poemas hay una mirada de que él la está esperando en otra parte”, explicó.

A pesar de esa grieta que podría crecer también como los hongos que florecen en los techos donde habita la ausencia, Maruja no dejó de creer.

“Mi mamá cree en la paz, los jóvenes, las mujeres, la educación, la poesía y esa ha sido su fe. Cuando nadie creía en nada, ella lo sacó adelante: ¿cómo lo hizo?”, cuestionó Vivas Vieira.

Maruja, la poeta

“Maruja Vieira es un nombre que uno conoce y suena en Manizales. Su obra tiene elementos que la hacen muy valiosa y recomendable para los lectores contemporáneos”

De esa forma definió Adriana Villegas Botero algunas de las caraterísticas del trabajo de Maruja Vieira.

Además de haber nacido en la misma ciudad, sostuvo una conversación cercana con la poeta y su familia.

Incluso es la autora del prólogo de “El nombre de antes”, el último libro publicado previa su muerte, dentro de la Bilbioteca de Escritoras Colombianas, del Ministerio de Cultura.

Además de leer con entusiasmo la obra poética y periodística de Maruja Vieira, Villegas ha estudiado con juicio su importancia como escritora y mujer en el ámbito nacioonal.

Al compartir también la profesión de periodista que Vieira ejerció desde las redacciones de medios, oficinas de comunicaciones y relaciones públicas, estableció un puente entre este trabajo y la poesía.

“Maruja se definía como periodista, le gustaba que siempre saliera a flote ese oficio que ejerció durante tantos años y que tanto la enorgullecía”, comentó.

Pero no solo era una cuestión de profesión. El periodismo caló en su obra poética hasta que su escritura tomó una forma periodística difícil de comparar.

“Hay un estudio académico que dice que los poemas de Maruja son poemas periodísticos, tiene lead y toda una estructura narrativa, siendo poesía”, explicó Villegas Botero.

A pesar de la complejidad de este artilugio en su escritura y de un cuidado estético y sensitivo del lenguaje, su poesía resalta por la cercanía y amabilidad con el lector.

“Maruja Vieira escribía con mucha sensibilidad y profundidad. Eso no significa que el lenguaje sea inalcanzable. Los poemas de ella son fáciles de entender”, añaddió la doctora en Literatura.

Por otro lado, Villegas Botero citó al académico Rigoberto Gil Montoya para resaltar que Manizales es un sitio narrado de manera especial en la literatura.

Logró comunicar la ciudad y su corta infancia allí de manera clara y conreta, como una flecha que se lanza y punza justo en el sentido del lector.

“La buena poesía tiene distintas capas de lectura. Pero los poemas de Maruja se entienden desde la primera lectura y a ella le interesaba mucho la claridad”, señaló Villegas Botero.

Esa claridad del lenguaje se suma a un caracter musical que tiene tanto del rumor de la lluvia en Manizales, como de la voz de Maruja cuando se acercó a la poesía.

“Su obra poética tiene un sello de musicalidad muy clave, que tiene origen en que ella, antes de ser escritora, fue declamadora en recitales y en la radio”.

Al final, Villegas destacó que para leer a Maruja es importante partir de dos premisas: “su poesía es el espacio en el que ocurre el amor y en el que morirse es tan fácil como el partir de un barco”.

Ventana al atardecer

Hacer una biografía convencional de Maruja Vieira podría ser tan ágil como construir una lista de nombres, libros y premios.

Aunque ese ejercicio de memoria demandaría muchas páginas y tiempo, en busca de que no se escape ningún dato.

En 1947 publicó su primer poemario: “Campanario de lluvia”. Y un par de semanas después de su muerte vio la luz una antología en la que la poesía suya y la de su hija dieron voz al libro.

Recibió premios y reconocimientos de carácter local, nacional e internacional. Entre esos el Premio Nacional Vida y Obra del Ministerio de Cultura (2012) y el reconocimiento como la poeta viva más importante del país.

Esto sumado a denominaciones que nacieron de la admiración generosa de sus lectores, sin placas ni resoluciones: “Mamá grande de la poesía” y “Decana de la poesía en Colombia”, dos de los más conocidos.

Fue una madre amorosa, que hablaba de su hija con admiración porque “encarna todo lo hermoso que me ha dado la vida, por lo cual estoy muy agradecida con la divina providencia”, decía.

A la presencia de su hija se sumaba la de las palabras: “la poesía siempre me estuvo acompañando y es apenas lógico que en la vida me haya acompañado a hasta estos maravillosos cien años”, dijo en septiembre de 2022.

Por su parte, Ana Mercedes Vivas tiene clara la admiración por su madre y su anhelo de que las personas sean el filón de la literatura escrita por ella: “que la poesía de Maruja se la apropie toda la gente”.

Por otro lado, Adriana Villegas concluyó con gratitud firme hacia Maruja Vieria por el papel que jugó en el reconocimiento a las mujeres:

“Su feminismo desde el trabajo y el hacer fue muy importante para abrirle campo a muchas mujeres. Pero a veces se nos olvida que hubo alguien que tuvo que mostrar que sí era posible y esa fue Maruja”.

Y la poeta, desde la silente musicalidad de sus palabras y sus pasos, reafirmó que para ella “la poesía es el acto de vivir bien”.

Mientras tanto, una mano se extiende como en “Los muros y el recuerdo”, uno de sus poemas predilectos, semejando un destino: “el camino de Manizales es el que encuentro más allá de los sueños”.