Cartagena

La historia de un policía que estuvo en riesgo por erradicar cultivos ilícitos

Luis Fernando Castillo, comandante de la estación de Talaigua Nuevo en Bolívar tiene nueve condecoraciones y 75 felicitaciones

Departamento de Policía Bolívar

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Barranquillero de nacimiento de esos que camina arrebatao, solidario y de buenos sentimientos, así es el Comandante de la Estación de Policía de Talaigua Nuevo, Bolívar, Luis Fernando Castillo Serrano, quien orgullosamente lleva 20 años al servicio de la Patria.

Es un hombre de sentimientos encontrados, muy querido por la comunidad porque vive para servir y siente que aún puede dar más pese a que ya tiene asignación de retiro.

En su carrera policial muchas han sido las satisfacciones pero también los momentos tristes, recuerda la muerte de varios de sus compañeros en una toma guerrillera en Córdoba, otros que cayeron por las balas asesinas del Clan del Golfo, durante el llamado “Plan Pistola” y quienes murieron a consecuencia de la Covid-19.

Su vida ha estado en riesgo en varias oportunidades, siempre se sintió amenazado cuando erradicaba cultivos ilícitos en una zona boscosa del Nudo del Paramillo dominado por la guerrilla.

Fue entrenado en una Escuela de Instrucción Policial en el Tolima por militares americanos, tres meses de duro entrenamiento para entrar a esa zona de difícil acceso a cumplir con su misión como erradicador.

Pese a que siempre se aseguraba la zona y se verificaban condiciones de seguridad frente a explosivos y emboscadas, su mayor temor era caer en una mina antipersonal o ser atacados por la guerrilla porque en casa siempre lo esperaban. La fe puesta en Dios le permitió cumplir aquella peligrosa misión.

En su tierra natal, Barranquilla, estuvo trabajando en la seccional de tránsito durante 10 años, recuerda que una vez, vestido con el uniforme pero sin su arma de dotación, capturó a un delincuente que minutos antes había herido a dos vigilantes de una empresa de valores y hurtado 70 millones de pesos.

Dice que en esos momentos solo pensó en su función como Policía, sin armas y en una acción heroica se abalanzó sobre el delincuente y con la ayuda de la comunidad logró someterlo, recuperó el millonario botín y la captura del antisocial a quien le halló un arma de fuego en su poder. El cómplice logró huir.

Contrajo matrimonio siendo ya Policía y vive feliz con su familia en esa población de Bolívar donde dice hay gente noble de buen corazón que quiere a sus Policías. Su deseo de servir lo ha llevado a realizar campañas para regalar electrodomésticos, mercados y hasta sillas de rueda a personas de escasos recursos económicos que claman por ayuda. Siempre está dispuesto a servir.

El sargento, Luis Fernando, viene de una familia de Policías, pues su abuelo perteneció a la Institución, su padre le siguió los pasos y luego un tío, eso lo hizo decidirse aunque todavía tiene el sueño de ser abogado.

Lleva nueve condecoraciones y 75 felicitaciones. Tiene 38 años de edad y es el mayor de cuatro hermanos que lo apoyan en todo momento, es buen hijo, buen padre, buen esposo, buen amigo, y buen Policía, así quiere que lo recuerden cuando ya no esté.

Del pueblo donde está, poco conocía hasta hace dos años que fue asignado como Comandante de Estación, justo cuando Salomé, su pequeña hija cumplía solo un mes de nacida. “Fue un duro golpe porque yo quería estar con mi familia, pero en Talaigua encontré buenos amigos, buenos compañeros y eso me ayudó mucho en ese momento, hoy soy feliz aquí”.

Asegura que en el departamento de Bolívar le ha ido muy bien, tiene empatía con la gente y como Comandante de Estación ha tenido buenos resultados operativos. Ya completa dos años y seis meses en el cargo.

Durante el llamado “Plan Pistola” vivía en constante zozobra, pues la muerte rondaba a quienes portaban un uniforme, el Clan del Golfo le había puesto precio a sus cabezas y varios cayeron en otras zonas del país.

Su infinita fe en Dios lo mantuvo con fuerzas incluso durante la pandemia donde todos los días había que enfrentar a ese otro enemigo silencioso que minuto a minuto cobraba más vidas. “Lo más duro de esa pandemia era no poder abrazar a mi familia por temor a contagiarlos ya que nosotros estábamos en la calle en constante contacto con la gente. Sentía temor de entrar a mi casa”.

Pese a todas las vicisitudes que le ha tocado enfrentar levanta su mirada al cielo, da las gracias y me dice “en verdad vale la pena ser Policía”.

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