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La historia del colombiano que llegó a la cumbre del monte Everest sin tanque de oxígeno

Mateo Isaza vio morir a un sherpa en sus manos el mismo día que alcanzó la cumbre de la montaña más alta del Mundo; el alpinismo se parece a la vida y esta es su historia

La historia del colombiano que llegó a la cumbre del monte Everest sin tanque de oxígeno

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Mateo Isaza en la cordillera del Himalaya

Mateo Isaza, ha sido el último colombiano en subir la cumbre más alta del Planeta Tierra sin oxígeno suplementario en los últimos 15 años. La cima del monte Everest, que fue conquistada por primera vez hace 70 años, fue el escenario en el que el joven antioqueño cumplió un viejo sueño.

El escalador, oriundo de Medellín, contó en 10AM HOY por HOY de Caracol Radio cómo llevó a cabo el asenso a la venerada cumbre de 8.848 metros, que se alza sobre la cordillera de los Himalayas, en el Asia central.

“Si bien la cima te trae la emoción de la cumbre, el paisaje, esta es solo la mitad del camino. La verdadera cima está abajo, en el campamento base, cuando uno regresa sano y salvo. Falta todo el descenso, que es tal vez la parte más peligrosa”, contó Isaza.

Preparación

En ese sentido, el biólogo y filósofo, contó que para llegar al techo del mundo necesitó dos meses de expedición en los cuales el cuerpo se aclimata a la altura y a las condiciones. Asimismo, contó que en la cima tan solo permaneció 10 minutos en los que contempló el maravilloso paisaje y se tomó un par de fotos.

Isaza contó que la cumbre del Everest, que alcanzó sin el apoyo de guías o sherpas en esta oportunidad, es un sueño de varios años, que se hizo más intenso en 2019, cuando a 8 días de su viaje a Nepal para comenzar la travesía fue declarada la pandemia del COVID-19.

“Mi reto era en busca de esos límites físicos humanos consistía en no utilizar ese oxígeno en botella y ver hasta dónde era capaz de llegar. Para eso me entrené durante varios años juiciosamente. Era mi cima, si no era capaz me iba a dar la vuelta”, contó el alpinista.

Isaza también aseguró que el dolor es un compañero permanente en el ascenso, especialmente el frío que alcanza los - 40 °C y los fuertes vientos que azotan las laderas de Everest. Asimismo, contó que a esa altura el cuerpo no “recibe casi nada de alimento”.

Los contrastes del blanco

“Tuve varios contrastes emocionales. Uno de los compañeros de mi equipo desafortunadamente falleció en el campo cuatro. Él también intentaba ascender sin oxígeno y también murió por agotamiento”, lamentó el montañista antioqueño.

A su vez, contó que cuando emprendió el descenso del Everest se encontró con un sherpa con las manos completamente congeladas, por lo que lo acompañó en la travesía al campamento base y lo ayudó, debido a que no tenía la capacidad de hacer nudos ni cambiar mosquetones.

“Finalmente, el chico, que era muy joven, se muere en mis brazos. Son muchos contrastes emocionales que uno vive en unas cuantas horas. Pero finalmente todos nos enfrentamos con lo que puede pasar”, contó Isaza.

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