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Dorothea Puente, la historia de una dulce abuelita que resultó ser una asesina en serie

La mujer administraba una pensión para adultos mayores y enfermos, en la que fueron hallados siete cuerpos enterrados en el jardín.

Dorothea Puente.

Como una abuelita dulce y bondadosa, a simple vista una mujer que ayudaba a los menos necesitados y miembro ejemplar de su comunidad, así es como lucía Dorothea Puente. No obstante, su cara oculta se reconoció en todo el mundo, por ser todo lo opuesto a una abuelita cariñosa.

La mujer, que nació el 9 de enero de 1929 en Redlands (California, Estados Unidos), tras una vida marcada por la orfandad, el delito y numerosos matrimonios, se hizo famosa por asesinar a 9 ancianos en su casa de huéspedes, calificada por la prensa como “la casa de la muerte”.

Dorothea recibió una ayuda económica del Estado, por lo que decidió comprar una casa y crear una pensión llamada Los Samaritanos. Allí se dedicaba a recibir a ancianos, enfermos y alcohólicos con el fin de explotarlos. La casa está ubicada en la calle 2100 F, de Sacramento, cuenta con tres plantas y dieciséis habitaciones, que le servían para albergar a sus víctimas.

Sin embargo, el insoportable hedor que provenía de la propiedad fue su punto de quiebre. Los vecinos llevaban tiempo quejándose del olor, que ella justificó por mucho tiempo, con problemas de alcantarillado.

Así mismo, la sospecha de una trabajadora social ante la desaparición de uno de sus protegidos, llevó a la Policía a registrar el inmueble y posteriormente descubrir los cadáveres que estaban enterrados en su jardín. Víctimas, a quienes estafaba antes de matarlas.

Durante seis años de terror, ella se dedicó a engañar a los miembros de la familia de los huéspedes de su casa, a los trabajadores sociales que hacían seguimiento y hasta a los investigadores. Sin embargo, descubrieron que la mujer de 59 años, mató a nueve personas y posteriormente las enterró.

Según la Policía llegó a ganar más de 5 mil dólares mensuales, tras envenenar a varios ancianos, cuya muerte ocultaba para seguir cobrando sus pensiones. Este fue siempre su modus operandi. Los envenenaba con una sobredosis de medicación y, posteriormente, los hacía pasar por una muerte natural.

Mientras no se descubría sus muertes, Puente seguía cobrando los cheques de los asesinados. En algunos casos, enterraba los cuerpos o los hacía desaparecer en un río cercano para que nadie los pudiera descubrir.

De los 9 asesinatos con los que se le relacionó, solo se pudo demostrar su participación en 3, por los que fue condenada.

Su historia

Aunque era conocida como Dorothea Puente, su verdadero nombre era Dorothea Helen Gray. Nació en el seno de una familia trabajadora. Sus padres, Trudy Mae Yates y Jesse James Gray, eran recolectores de algodón pero murieron cuando ella era tan solo una niña. El padre de tuberculosis y su madre en un accidente de moto.

Cuando tenía 9 años, fue enviada a un orfanato donde sufrió toda clase de abusos sexuales. Posteriormente, cuando creció se dedicó al trabajo sexual y poco a poco su vida se fue tornando oscura.

Los registros muestran que su primer matrimonio fue a los 16 años, con un soldado llamado Fred Mccall, en Nevada. Sin embargo, las mentiras comenzaron desde ahí, pues firmó el acta con el nombre falso ‘Shell Arise’.

De su unión con Mccall nacieron dos hijas: una fue enviada con la madre del hombre y la otra la dieron en adopción, Dorothea no se sentía capaz de criar a sus hijas. En 1948 se divorció de Fred y mintió diciendo que él había fallecido tiempo atrás.

Ese mismo año tuvo su primer encuentro con la justicia, pues utilizó cheques falsos para comprar ropa, razón por la que fue detenida, pero el arresto fue breve, ya que se trataba de un delito menor.

‘Tella Sin Wa Lane’, ese fue su segundo nombre falso. Con esta nueva identidad se casó con Axel Johanssen, un hombre sueco al que le dijo que ella era musulmana y de ascendencia egipcia.

Dorothea fue detenida de nuevo porque el propietario de una casa que ella utilizaba como prostíbulo la denunció por tráfico de personas. Sin embargo, logró salirse con la suya y solo pagó 90 días de prisión.

Su esposo la internó en un psiquiátrico, pero cuando fue dada de alta el hombre decidió divorciarse de ella, pues no veía ningún cambio.

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Así fue que terminó por casarse de nuevo con Roberto Puente, un hombre 19 años menor que ella y de quien tomó su segundo apellido en la Ciudad de México. Su divorcio sucedió dos años después.

Posteriormente, comenzó a trabajar como auxiliar de enfermería y cuidadora de personas discapacitadas y ancianos. Fue aquí cuando inició su etapa delictiva administrando de forma fraudulenta las pensiones de sus víctimas.

Tras los asesinatos y el hallazgo de los cadáveres, el juicio duró un año, de octubre de 1992 a octubre de 1993. Durante su celebración, el jurado llegó a un punto muerto, un empate entre culpabilidad e inocencia. La defensa mostraba a una persona generosa y cariñosa y muchos creyeron su versión.

Finalmente, el juez declaró al jurado incapaz de llegar a un veredicto y le sentenció a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Murió en prisión en 2011 a los 82 años por causas naturales, sin admitir los asesinatos.

Los crímenes

El primer asesinato que cometió Dorothea fue contra su amiga Ruth Monroe, en 1982. La mujer llegó al albergue de su amiga y tras una semana se comenzó a enfermar (más tarde se supo que Dorothea le daba té envenenado). Poco tiempo después fue hallada muerta y se declaró como suicidio, pues se encontró una sobredosis de codeína y paracetamol en su orgamismo.

La teoría del suicidio la reforzó Dorothea al decir que su amiga estaba sufriendo tras la muerte de su esposo, quien llevaba poco tiempo fallecido. Las autoridades le creyeron.

Debido a que acogía personas mayores no se levantaban sospechas cuando se conocía la muerte de alguno. “Les hice cambiarse de ropa todos los días, tomar un baño todos los días y comer tres veces al día. Cuando vinieron a mí, estaban tan enfermos que no se esperaba que vivieran”, aseguró Dorothea en su juicio.

Al igual que su amiga, siguieron Dorothy Miller, de 64 años, Benjamin Fink, de 55 años, y Betty Palmer, de 78 años. Hubo más asesinatos, pero las sospechas comenzaron cuando los vecinos reportaron olores extraños provenientes de la pensión.

Dorothea dijo que se trataba de las cañerías. Se especula que mandó a sellar el piso de su jardín (lugar donde enterraba los cuerpos de sus víctimas) y luego mató a la persona que le ayudó con los arreglos de su patio.

Logró engañar al sistema y a sus amigos, pues se quedaba con los cuerpos y nadie le pedía mayor información.

Sin embargo, en 1988 varios detectives decidieron inspeccionar la casa. Dentro no encontraron nada, pero por fuera vieron la tierra excavada y alteraciones inusuales en el jardín, por lo que se pusieron en marcha y el grupo de policías, encabezados por el detective John Cabrera, encontraron el horror bajo la tierra.

Según ‘The New York Post’, la mujer intentó huir, pero fue detenida a tiempo por los policías.

Las víctimas, por orden de aparición de sus cadáveres, fueron identificadas como: Leon Carpenter, Dorothy Miller, Álvaro Montoya, Benjamin Fink, James Gallop, Vera Faye Martin y Betty Palmer. Todos eran huéspedes de “El Samaritano” cuyos cheques del seguro social Dorothea Puente seguía cobrando.