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El nombre es lo de menos, sobre la Plaza de Toros

Columna de opinión del gestor cultural Luis Jerez Zurita

Luis Jerez Zurita

Luis Jerez Zurita

Mucho se ha hablado acerca del polémico acuerdo presentado por un grupo de concejales que busca cambiar el nombre de la Plaza de Toros de Cartagena de Indias. La iniciativa no solo abre la puerta al cambio de nombre, sino que también propone la creación de un festival de champeta con recursos económicos para premiar a los artistas de este género que participen.

Como lo he planteado desde el comienzo de la discusión, el proyecto de acuerdo debe ir acompañado de un componente académico, específicamente de formación artística dirigido a niños y jóvenes, favoreciendo principalmente a los que rodean esta plaza. Por tal razón he sugerido al Concejo Distrital de Cartagena que esta plaza sea convertida en un multicentro cultural, donde no solamente se realice el festival de champeta y bailes de picós, sino que a su vez esta se convierta en un foco de expansión cultural donde se empiece a trabajar en la transformación social que tanto necesita nuestra ciudad.

A pesar de que Cartagena cuenta con un teatro de altas cualidades sonoras y arquitectónicas como lo es el Adolfo Mejía, con el teatrino del barrio El Socorro, una red de bibliotecas amplia y un presupuesto jugoso para la cultura manejado por el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena-IPCC, no existe en la ciudad una red de formación artística que permita que nuestros niños y niñas adquieran habilidades en esta área. Es lamentable que el IPCC, aún después de casi 20 años de su creación, no haya ideado o pensado en la formación artística de los niños y jóvenes de la ciudad; ni hablar de la zona insular porque si por acá llueve por allá no escampa.

Los efectos de la práctica y aprendizaje de las disciplinas artísticas en los niños son asombrosos, se ha comprobado que este componente acelera la estimulación intelectual y hace a los seres humanos más sensibles, transformando la mentalidad y generando disciplina y constancia en los propósitos y metas de los aprendices. Nuestra ciudad, que se encuentra sumergida en la violencia, necesita con urgencia de este tipo de prácticas, para que nuestros niños tengan mayor sensibilidad, y a futuro tener una mejor sociedad. Ciudades como Medellín y Bogotá lo vienen poniendo en práctica desde los años noventa, hoy día gozan de una cultura más organizada y con una agenda cultural con espacio y participación masiva.

Por último, quiero decirles que la finalidad de los sistemas de formación artística va más allá de la misma disciplina artística que se aprenda, el propósito será meramente social en una ciudad como la nuestra, algunos serán pintores, otros músicos, bailarines, teatreros y aquellos que no deseen llevar de manera profesional el arte les garantizo que serán mejores personas. El cambio de nombre es lo de menos, lo que realmente debería importar acá son las herramientas que debemos entregarles a nuestras comunidades para que a mediano y largo plazo exista un cambio social en nuestra amada Cartagena.

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