Guerrero: una nueva esperanza para las comunidades
Pese a su gran transformación y fragmentación, sus bosques aún conservados albergan más de 800 especies de plantas, 70 de mamíferos y 88 de aves
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Guerrero: una nueva esperanza para las comunidades / Caracol Radio
Está ubicado en la cordillera Oriental y comprende 43.228 hectáreas de 15 municipios de Cundinamarca. El 75% está bajo alguna figura de protección ambiental, como reservas forestales regionales y distritos de manejo integrado.
Hace parte de las cuencas hídricas de los ríos Bogotá, Carare, Negro y Suárez. El agua que nace en Guerrero sustenta las actividades agropecuarias de la región y abastece acueductos veredales, municipales y urbanos.
El embalse del Neusa está ubicado dentro del páramo, en la subzona hidrográfica del río Bogotá. Neusa, junto con Sisga y Tominé, hacen parte del Sistema Tibitoc, que surte de agua al norte de Bogotá, Sopó, Gachancipá, Tocancipá, Chía y Cajicá.
Se estima que más de 4.300 personas habitan dentro del páramo, campesinos dedicados a los cultivos de papa y arveja y a la cría de ganado. La papa es el principal cultivo de alta montaña producido en los municipios de Guerrero.
Aproximadamente el 40% de Guerrero se ha visto afectado por las actividades agropecuarias, razón por la cual es uno de los páramos más transformados del país. La zona más crítica es la que hace parte de la cuenca del río Bogotá.
A pesar de su gran transformación y fragmentación, algunas partes de bosque altoandino y páramo de Guerrero albergan una alta diversidad de flora y fauna, como más de 800 especies de plantas, 70 de mamíferos, 88 de aves, 11 de anfibios y 6 de reptiles.
Los frailejones de San Cayetano (Espeletia cayetana) y de Chocontá (Espeletia chocontana), son plantas únicas del páramo de Guerrero. En sus tierras también habitan animales emblemáticos como el oso de anteojos, el venado de páramo, la guagua lanuda, el águila paramuna, el rascón de Bogotá y el cucarachero de Apolinar.
Guerrero fue uno de los sitios habitados por los muiscas, indígenas que veneraban el agua de sus lagunas por considerarlas el hogar de sus dioses y espíritus. Uno de los caminos ancestrales dentro del páramo conectaba la Ruta de la Sal, que iba desde las minas de Zipaquirá, Tausa y Nemocón hasta la desembocadura del río Carare en el Magdalena.
Este año, el proyecto Mi Páramo, una alianza de cooperación público-privada, trabajará de la mano de las comunidades locales de Guerrero para el desarrollo de actividades de conservación, restauración y apoyo a la producción sostenible.
Según Bavaria, una de las empresas que hace parte de Mi Páramo, este proyecto es el resultado de los aprendizajes logrados luego de varios años de intervención en Santurbán, donde se han beneficiado más de 1.000 familias de la zona con estrategias ambientales.