La noche que desapareció́ Armero
El 13 de noviembre de 1985 ocurrió uno de los peores desastres naturales de la historia de Colombia.
El 13 de noviembre de 1985 ocurrió el desastre. Una erupción del volcán nevado del Ruíz o volcán arenas, originó un deslave, que se encausó por el cañón Lagunilla. Los casi 30.000 habitantes de Armero no supieron lo que se le avecinaba.
Las primeras fumarolas del volcán del Ruiz se detectaron a finales de 1984. Científicos italianos y autoridades regionales alertaron la situación, sin embargo, según la Fundación Armando Armero, las autoridades nacionales no tomaron las medidas correspondientes para evitar la tragedia.
En el archivo sonoro de Caracol Radio permanecen los testimonios de las victimas y rescatistas, los testimonios y advertencias, los anuncios y noticias de una tragedia que para organizaciones como la Fundación Armando Armero, se pudo evitar, pero no hubo la diligencia y gestión requeridas.
Víctor Cubillos en 1985 era estudiante universitario en Manizales, junto a sus compañeros de clase adelantaban un trabajo de campo cerca de Armero. Alrededor de las 3:00 de la tarde del 13 de noviembre, su actividad académica en el municipio de Falan fue interrumpida por la lluvia y ceniza que caía.
Entre tanto, en el barrio 20 de Julio de Armero, Eduardo Torres hacía trabajos de albañilería, hasta que la lluvia y la ceniza los sorprendió. Eduardo fue testigo el hongo que en el horizonte vio por la erupción volcánica.
Víctor y Eduardo son solo dos de los miles de sobrevivientes que, aunque salvaron sus vidas, vieron y sufrieron la tragedia que tantos años después sigue retumbando en muchas familias colombianas.
Leopoldo Guevara en 1985 era el Jefe de la Defensa Civil de Colombia en Venadillo y tenia injerencia en poblaciones como Armero. Él fue uno de los socorristas que llegó muy temprano a la tragedia. Su entrega permitió salvar muchas vidas.
El calculo de muertos, sepultados por el fango y los escombros, sobrepasa los 25.000, la cifra exacta será imposible establecer y habrá que dejarlo a futuras generaciones esa tarea, cuando la tecnología desarrolle algún mecanismo que pueda establecer la exactitud de fallecidos en una tragedia que en 1985 no se evitó.