De Rusia con Amor
Parece que no hubiera un día en que no aparezcan Rusia y su nuevo zar, Vladimir Putin, en los medios del planeta, en todos los ámbitos de las noticias, omnipresentes en la agenda internacional.
Desde el dopaje de Estado de los atletas rusos inicialmente vetados para participar en los Olímpicos, seguido del exitoso lobby que hizo Putin para que esta prohibición fuese parcialmente levantada, el “presunto” hackeo de cuentas de correo de líderes demócratas para usar la información a su antojo y así influir en las elecciones el Estados Unidos, los bombardeos indiscriminados en Alepo para asegurarse que su pupilo Bashar al Assad se mantenga en el poder, sus renovadas relaciones con Erdogan tras el derribo de un cazabombardero ruso en Siria, su apoyo velado al Brexit del cual aparentemente se cree beneficiarse, sus relaciones cada vez más estrechas y menos ocultas con la extrema derecha europea con la que tiene intereses en común, nuevas amenazas bélicas a Ucrania y un largo etcétera, hacen de la Rusia de Putin la vedette de la aldea global.
Con sus acciones, Rusia está socavando el orden sobre el cual se sostiene o sostenía el mundo de la post- guerra fría con un desdén casi total por la reglas, los valores y los principios que en apariencia lo rigen, creando un nuevo tinglado geopolítico en el que juega de local, donde no existen los derechos humanos, ni los valores democráticos, ni la no agresión a otros países, ni las reglas del olimpismo, ni nada parecido, lo que conduce a la pregunta: ¿qué busca Rusia?.
Desde la anexión de Crimea en 2014 tras una ocupación militar relámpago, Putin pateó el tablero, puso a Europa, Estados Unidos y la OTAN a la defensiva desnudando sus falencias e incapacidad de acción y desde entonces no ha mirado para atrás. Desestabilizó el oriente de Ucrania con sus proxis pro-rusos, salió en defensa del amenazado presidente de Siria Bashar Al Assad con una estrategia de tierra arrasada bombardeando indiscriminadamente con sus poderosos cazas territorios bajo control de los rebeldes, convirtiéndose Rusia en el principal determinante de la guerra civil en Siria tras años en que la comunidad internacional observada desde las galerías el genocidio y la colosal tragedia humanitaria. Sin pudor alguno, Rusia ha estado pescando en el río revuelto de la crisis económica europea.
En momentos en que la democracia liberal enfrenta serios desafíos, Putin se alía con aquellos que la quieren relegar o eliminar, instaurando una política exterior extraída de las cartillas de finales del siglo 19, basada en balance de poder sustentado en poderío militar creciente para alterar favorablemente ese balance de poder a través de riesgosas operaciones militares y diplomacia coercitiva. El G8, el foro de cooperación occidente-Rusia es hoy historia y, por lo pronto, no hay señales que indiquen que una positiva cooperación surja en el futuro entre la Rusia de Putin y occidente representado por Europa y Estados Unidos.
Al oriente, las relaciones de Rusia con China revisten un alto grado de complejidad. Su tradicional alianza en el Consejo de Seguridad en diversos asuntos no puede ocultar una rivalidad en la geopolítica regional de Asia. China, comenzando desde mucho más abajo, construyó en un par de décadas una economía desarrollada, industrial y de conocimiento muy superior a la rusa, estancada en la explotación de recursos naturales, lo que le da a Beijing gran ventaja en sus relaciones con los países asiáticos especialmente los de Asia Central, ex Unión Soviética.
El rescate del otrora gran poder ruso ya sea el de los zares o el de los Soviets parece ser la "razón de ser” de Putin, para lo cual además de su agresiva política exterior que sirve para arrear el patriotismo y la bandera, le es imperioso crear una rígida estructura autoritaria del Estado, una cuasi-monarquía absoluta, sin oposición política, ni libertad de expresión en el que el disenso por mínimo que sea se paga caro.
Por lo pronto, Rusia se mantendrá en el centro de la agenda internacional, sorprendiendo con sus movidas, creando nuevas realidades, sembrando la incógnita de hasta donde llegará, qué nuevas guerras emprenderá, cómo quedará la geopolítica global alterada por este oso rugiente y qué tanto durará la cuerda de esta nueva-vieja Rusia.