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La terapia de pareja en la separación o el divorcio

Se vuelve común la terapia, no para resolver los problemas de convivencia, sino para hacer más fácil la separación.

La terapia de pareja en la separación o el divorcio

La creencia popular parte del principio de que toda Terapia de Pareja debe estar dirigida a solucionar los problemas de convivencia de dos personas para que se mantengan juntos; con mayor razón si hay hijos de por medio, con el argumento de no dejarlos sin alguno de sus padres o sin la institución del hogar o de la familia

Por supuesto, todos quisiéramos que así fuera, mas en la práctica muy frecuentemente se dirige esa terapia hacia la aceptación de la imposibilidad o inconveniencia de vivir juntos y se convierte en un acompañamiento para realizar ese proceso de distanciamiento con la menor cantidad de obstáculos y costos emocionales, sociales, económicos, laborales, etc. El psicólogo que practica la Terapia de Pareja NO es un consejero matrimonial que pretenda mantener o proteger matrimonios a cualquier costo sino más bien un profesional dedicado a identificar la mejor manera en que al menos uno de los miembros de la pareja o la mayoría de los miembros de la familia, uno a uno, pueden ser felices

A las parejas en conflicto, y a veces al común de la gente que observa este proceso, les cuesta trabajo entender que aunque se junten dos personas maravillosas y que además se quieran o quieran estar juntas, algunas veces esto es inconveniente tanto para ellos mismos como para quienes están a su alrededor

Nuestro comportamiento es económico y ello implica que actuamos de una manera en la que obtenemos, no el mejor beneficio posible, sino un beneficio aceptable a cambio del menor esfuerzo. Esta es la razón por la cual las parejas en conflicto y con el temor de una ruptura se prometen cambios y ajustes que apenas superan unos cuantos días. Desde este punto de vista, una persona buena candidata a ser nuestra pareja debería ser aquella que cumpla ciertas condiciones básicas:1. No siente, ninguno de los dos, obligación alguna de querer a la otra persona sino que lo hacen de manera espontánea y libre. El que me quieran no me obliga a querer!2. Me entrego a querer a una persona cuando sus virtudes superan en mucho el costo que me representa aguantarme sus defectos y; sabiendo esto, no me quejo cuando ellos aparecen puesto que acepto que son el costo que se me carga por poder disfrutar de todas esas virtudes

3. No me representa sacrificio el hacer feliz a la otra persona. Invierto esfuerzos en hacerla feliz porque con ello aumento la probabilidad de que me permita seguir disfrutando de sus virtudes; pero también invierto esfuerzos en atenuar o eliminar sus defectos para que el costo a pagar sea menor

Si las condiciones básicas no se cumplen, tal vez sea mejor que la pareja se distancie, que los hijos –si los hay- vivan en un hogar uniparental antes que en uno en caos y que cada uno, si lo desea, pudiera encontrar a otra persona a la que le fuera fácil querer y con quien le fuera satisfactorio convivir

Una buena terapia de pareja tal vez sea aquella que exige a sus consultantes íntimas reflexiones con las que se demuestren ellos mismos que la otra persona sí es su media naranja a la que puede hacer feliz fácilmente y que le puede otorgar felicidad de vuelta. Si al menos uno de los dos está seguro de que no es así, entonces habría suficiente argumento para iniciar el acompañamiento en la separación puesto que nadie debería dejar que su vida se extinga al lado de alguien a quien no puede hacer feliz o de quien no le puede hacer feliz

La decisión más importante que se toma en la vida es “con quién casarse”; seguramente la segunda o tercera más difícil es la de si se separa o no. Sólo el considerar la separación o el divorcio –cuando parecen convenientes- crea en las personas una inestabilidad emocional que interpretan como miedo a la incertidumbre de lo que sucederá luego; nosotros lo interpretamos como miedo a darse la oportunidad de ser feliz. Si fuéramos formalmente honestos, no deberíamos quedarnos al lado de una persona a la que sabemos que no vamos a hacer feliz o que no puede hacernos felices

Considerando que muchas más que la mitad de las parejas se formaron al ensayo-error antes que por un proceso serio de reflexión y selección, entonces ¡Consulte a un terapeuta de pareja!

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