Estas pistas le ayudarán a comprender mejor las razones de la bomba social que estos días, otra vez, empieza a explotar sin que alguien parezca capaz de evitarlo.El Catatumbo es un río hermoso e imponente que nace en pequeños hilos de agua en el páramo de Jurisdicciones en Ábrego -sobre la cordillera oriental- y serpentea por toda una región de una naturaleza sorprendente hasta entregar su caudal al Lago de Maracaibo. <strong>Su caudal provee agua y peces,</strong> es autopista para sus vecinos y le da nombre a una región fértil y estratégica geográficamente, pero convertida en la de mayor concentración de <strong>cultivos de uso ilícito de Colombia</strong> y teatro de operaciones para al meno<strong>s 5 grupos armados ilegales y las fuerzas estatales del país.</strong><strong>Los indígenas Barí</strong> estaban aquí antes del petróleo, de los colonos, de la coca y, en su lengua, Catatumbo significa “casa del trueno”. Durante décadas no es el ruido del trueno lo que escucha el país sino los sonidos de disparos y bombas que hacen invivible el hogar de casi 4<strong>00 mil colombianos y un número incalculable de migrantes. </strong>La región está integrada por 11 municipios donde el río <a title="El Catatumbo" href="https://caracol.com.co/tag/el_catatumbo/a/">Catatumbo</a> y sus afluentes son protagonistas. <strong>Ábrego, Convención, El Carmen, El Tarra, Hacarí, La Playa de Belén, Ocaña, San Calixto, Sardinata, Teorama y Tibú</strong>. Hay cultivos de <a title="Cacao" href="https://caracol.com.co/tag/cacao/a/">cacao</a>, maíz, piña, hoja de coca, fríjol, caña, café, arroz, plátano, yuca y, como no, cebolla. En el bajo Catatumbo -que es una zona más plana- también hay grandes plantaciones de palma de aceite con grandes inversiones de grupos agroindustriales. Hay, como en otras subregiones de <a title="Norte de Santander" href="https://caracol.com.co/tag/norte_de_santander/a/">Norte de Santander</a>, algunas minas de carbón.También hay lugares que parecen de postal como<strong> La Playa de Belén</strong> con un enorme potencial turístico, reducido en estos días por culpa de la violencia. <strong>Escuche nuestro diálogo en 6AM con el Secretario de Gobierno, Eduardo Claro Jure.</strong>Por aquí la violencia comenzó hace por lo menos un siglo. Primero fue el instrumento para facilitar el acceso de los beneficiarios de las concesiones de campos petroleros desplazando y atacando a pueblos indígenas seminómadas; luego se agravó durante la violencia política que aquí se conoció como <strong>“la guerra de los colores”</strong>refiriéndose a las banderas de liberales y conservadores que dominaban cada pueblo y atacaban a sus adversarios en pueblos vecinos. La guerra partidista sacó de la región a unos, pero abrió la puerta a nuevas oleadas de colonos que -otra vez- fueron corriendo la cerca de un territorio que los indígenas Barí consideraban suyo. En los años 60 y 70 comenzó la presencia de grupos insurgentes como el <a title="EPL" href="https://caracol.com.co/tag/epl_ejercito_popular_liberacion_colombia/a/">EPL</a> y el <a title="ELN" href="https://caracol.com.co/tag/eln_ejercito_liberacion_nacional/a/">ELN</a>. En los 80 se sumaron las<a title="FARC" href="https://caracol.com.co/tag/farc_fuerzas_armadas_revolucionarias_colombia/a/"> FARC</a> y en los 90 vino la incursión paramilitar que trajo consigo nuevos habitantes dispuestos a trabajar en los cultivos -lícitos e ilícitos- que promovieron las <a title="Autodefensas Colombia" href="https://caracol.com.co/tag/auc_autodefensas_unidas_colombia/a/">AUC</a>.La <strong>guerrilla</strong> ha sido protagonista de secuestros, extorsiones, reclutamientos forzados de menores, tomas a poblaciones, hostigamientos frecuentes a la Fuerza Pública y muchos otros actos violentos. Los<strong><a title="Paramilitares" href="https://caracol.com.co/tag/paramilitares/a/"> paramilitares</a></strong> con una arremetida igual o más sangrienta usaron el asesinato, las masacres, desapariciones, despojos de tierra e incluso hornos crematorios para incinerar y borrar el rastro de sus víctimas.De la <strong>Fuerza Pública</strong> aún recuerdan que fue en <strong>Ocaña</strong> donde se descubrieron muchos de los peores casos de homicidios conocidos como “falsos positivos”. Hoy, todavía, hay población civil que denuncia estigmatización por parte de uniformados e incluso presencia militar muy cerca de bienes civiles poniéndolos en riesgo de ataque de grupos insurgentes y delincuenciales.Por todo ello, los habitantes de la zona lamentan la victimización, el marginamiento, los estigmas, la desigualdad.<strong> Escuche aquí el relato del Doctor en Historia José Manuel Alba, profesor de la Universidad Francisco de Paula Santander en su sede de Ocaña.</strong>Aunque fue advertido, el Estado no copó los espacios que dejaron las Farc con presencia institucional, social y de la justicia. En pocos años el <strong>ELN</strong> consolidó sus posiciones y, a sangre y fuego, redujo al EPL a su mínima expresión. Fue una guerra fratricida porque en ambos grupos estaban vecinos, amigos y hasta familiares que se enfrentaron sin piedad y pusieron a la población civil y a los líderes comunales a elegir bando, guardar silencio o desplazarse lo que resquebrajó el tejido social, dejó heridas abiertas y lesionados los vínculos comunitarios.<strong>El profesor Alba resume así la frustración de la región tras la escasa implementación de los acuerdos de paz.</strong><strong style="font-size: 30px; letter-spacing: 0px;">Unirse para construir y resistir</strong><strong><a title="El Catatumbo" href="https://caracol.com.co/tag/el_catatumbo/a/">El Catatumbo</a> </strong>tiene una historia de unión campesina representada en acciones comunales, cooperativas, asociaciones, procesos organizativos que han sido protagonistas de luchas y reivinidicaciones asociadas, con frecuencia, a la tenencia y uso de la tierra y la reivindicación de derechos. Hay muchas escuelas, centros de salud y canchas que han sido hechas gracias a gestiones y protestas comunitarias. Por aquí todavía recuerdan el gran paro del Nororiente a finales de los 80 y el paro de 2013. Paradójicamente, las peticiones de entonces coinciden mucho con las de hoy. Por ejemplo: el clamor por adecuadas carreteras para sacar los productos de la región.<strong>El MPC (Movimiento para una Constituyente Popular)</strong> es uno de los movimientos sociales de base que hay en esta región. Circa y Ascamcat son otras asociaciones que durante años han reunido a dirigentes campesinos, líderes sociales y comunitarios. Varios de ellos recuperaron su fuerza tras el repliegue de los paramilitares, la desmovilización de la mayor parte de las Farc o la progresiva reducción del EPL. Pero como en la región sigue habiendo presencia de grupos armados, su trabajo está, con frecuencia, supeditado a los vaivenes de la guerra. Esos dirigentes pueden tener diferencias de forma, de fondo o de propósitos. Todos, sin embargo, piden presencia estatal mediante obras y oportunidades para su gente, programas de sustitución voluntaria de la coca y el fin de lo que ellos llaman la estigmatización de los catatumberos y la militarización de su vida cotidiana. <strong>Escuche aquí nuestro diálogo con Saúl Cáceres, vocero político y fundador del MPC.</strong><strong>Ascamcat</strong> es una de las organizaciones más reconocidas por su influencia y presencia en los municipios. Es una asociación que ha tenido como norte la búsqueda de declaratorias de las llamadas <strong>Zonas de Reserva Campesina.</strong> Frente al desbordado y persistente crecimiento de los cultivos de uso ilícito, sus dirigentes consideran que los gobiernos han dado una solución militar a un problema social. Creen que es un modelo fallido y ponen como ejemplo que, a pesar de años de <strong>represión Tibú</strong> es (según la ONU) el municipio con mayor número de hectáreas sembradas de hoja de coca en el mundo y en el Catatumbo están 4 de los 10 municipios con mayor número de hectáreas cultivadas en el país.<strong> Esta fue nuestra conversación con Juan Carlos Quintero, integrante de su Junta Directiva.</strong>Los cultivadores sienten que, a tres meses de terminar el <a title="Iván Duque" href="https://caracol.com.co/tag/ivan_duque_marquez/a/"><strong>Gobierno Duque</strong>,</a> no habrá un cambio de política pública de fondo, pero al menos esperan acuerdos que duren hasta el final del mandato. La asociación que había convocado un paro cocalero la primera semana de abril, lo suspendió mientras intentaba una reunión con el gobierno a la que llegaban en medio de mucha desconfianza.<strong> Esto fue parte de lo que dijo a 6AM el vocero político de Asuncat, Olger Pérez.</strong>La gente en esta región tiene una enorme capacidad de adaptación; siembra hoja de coca, sustituye, vuelve y siembra dependiendo de para dónde sople el viento de la confrontación y de los anuncios estatales. Algunos gobiernos <strong>privilegiaron la erradicación y la fumigación y otros la sustitución</strong> por otro tipo de productos, aunque ninguno haya tenido la rentabilidad, la garantía de compra y las facilidades logísticas de la hoja de coca. Todos los dirigentes consultados mencionan reiterativamente la necesidad de carreteras, riego, crédito, asistencia técnica y precios justos para que otros cultivos sean viables.Un obispo de <strong>Tibú</strong> llegó a decir que la cultura de la hoja de coca lo ha transformado todo, ha cambiado valores y costumbres y ha cambiado la manera de vivir. Los proyectos de vida de muchos niños y jóvenes están asociados al dinero de esta actividad. Si la sustitución voluntaria tiene éxito<strong> ¿cuánto tiempo tardará sustituir la cultura de la coca?</strong>Algunas organizaciones internacionales siguen teniendo acceso a las zonas más afectadas por la confrontación <strong>(CICR, ONU, Consejo Noruego</strong>) pero otras han sufrido restricciones de los actores armados al igual que muchas instituciones del Estado y medios de comunicación. Algunas han sufrido el robo de sus camionetas tal y como lo han denunciado líderes sociales y hasta funcionarios de alcaldías. El panorama puede complicarse aún más cuando se acerquen las elecciones presidenciales.<strong> Para las legislativas, la MOE consideró que el 45% del territorio nortesantandereano estaba en riesgo alto o extremo.</strong>El impacto de la migración es evidente. Un ejemplo resulta elocuente: al municipio de El Tarra han llegado cerca de 7 mil migrantes cuando el pueblo hace pocos años registraba una población de 12 mil. Una llegada masiva de extranjeros no sólo modifica la vida social, sino que desborda la capacidad de cualquier alcaldía de proveer soluciones y garantizar derechos.En esta región también resienten la reducción de los recursos de cooperación internacional para los desplazados y otras víctimas del conflicto. Tras los acuerdos de paz con las Farc, <strong>Colombia</strong> quiso mostrarse como un caso de éxito hacia el llamado posconflicto que aquí duró más bien poco pero ya los cooperantes internacionales habían reenfocado muchos de sus recursos en la crisis migratoria. Ahora, con el agravamiento de la situación humanitaria en los últimos meses y la estabilización de los flujos de venezolanos, la cooperación internacional parece interesarse de nuevo en esta región.Al salir de esta región, los que no son de aquí quedan, con frecuencia, con una cierta sensación de asombro y perplejidad. No sólo porque hay unos paisajes asombrosos y unos pueblitos encantadores con gente genuinamente amable. También porque no es fácil establecer con claridad quiénes han sido los buenos y quiénes los malos. La vida cotidiana en medio de la guerra y la precariedad no puede entenderse en blanco y negro. La gente intenta mantenerse a salvo y por eso a veces huye, a veces coopera y a veces obedece dependiendo de las intimidaciones de los diferentes grupos e intereses en la contienda. <strong>Muchos de ellos se consideran simplemente sobrevivientes.</strong>