Madres comunitarias de Bocachica claman por mejores condiciones para atender a los niños
El centro no cuenta con cocina, ni nevera, ni estufa propia

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En el corazón de Bocachica, donde el mar se confunde con los sueños de los niños, un grupo de mujeres sostiene con esfuerzo y esperanza la Unidad Peces de Colores, un espacio donde funcionan los hogares del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y se atienden a madres gestantes y niños de uno a tres años.
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Aunque la labor que cumplen es invaluable, las condiciones en las que trabajan son precarias. El centro no cuenta con cocina, ni nevera, ni estufa propia; los tres salones carecen de sillas, ventiladores y aire acondicionado.
Aún así, cada semana abren las puertas, reparten refrigerios y siembran afecto en medio de la carencia. “Estamos luchando con las manos y con los pies. No tenemos abanicos, ni sillas, ni nevera. Todo lo alquilamos, y cuando se acaba el contrato, nos quedamos sin nada. Pero seguimos, porque esto es por los niños”, afirma Carmen Isabel Castro Blanquiceth, quien lleva 24 años trabajando por la comunidad. Junto a ella, once mujeres hacen posible lo imposible:
María Cristina Blanquiceth Herrera, Lucelis de Ávila Fernández, Hilda Rocío de Ávila Fernández, Juana de Ávila Arévalo, Danny Herrera Lucero, Emilia Otero Cardales, Yolis del Carmen Villa Fernández, Rosario Seca Pérez, Milenis Castro Navas, Laura Caicedo Pardo y Merlin Esther Rojas Blanquiceth.
Ellas son las doce guardianas de los peces de colores, madres comunitarias que, sin recursos oficiales, han logrado sostener la atención infantil con rifas, donaciones y préstamos personales. Fue así como, gracias al apoyo de los vecinos, reunieron 11 millones de pesos para pagar el piso de la sede y mantener en pie el sueño colectivo.
“Nos metimos en febrero de este año —recuerda María Cristina—, y aunque fue duro, la comunidad respondió. Aquí todo se hace con fe, con amor y con unión”.
Hoy, estas mujeres piden el respaldo de las instituciones y de la ciudadanía para mejorar las condiciones del centro: una cocina industrial, una nevera, una estufa, sillas para los salones, aire acondicionado, televisores, un parque infantil y el cerramiento del terreno, que garantice seguridad y bienestar a los niños.
La Unidad Peces de Colores no es solo un espacio de atención, sino un símbolo del compromiso de las mujeres de Bocachica con la infancia. Cada pared de ese lugar ha sido levantada con esfuerzo, cada sonrisa de niño es una victoria frente al abandono.
En medio del calor caribeño y del rumor del mar, estas madres comunitarias siguen soñando. Porque si algo ha demostrado Bocachica es que, cuando el Estado tarda, la comunidad responde, y cuando las mujeres se unen, los sueños —como los peces de colores— vuelven a nadar contra la corriente.



