¿Qué es importante saber sobre la Vacuna Triple Viral? Mitos e investigación
Este tipo de preparados biológicos constituyen una herramienta esencial para proteger la salud pública. Por ende, es relevante abordar desde la ciencia uno de sus mitos más resonados.

Vacunas, imagen de referencia (Getty Images). / Cunaplus_M.Faba
Las vacunas han sido uno de los mayores avances en la historia de la medicina, responsables de salvar millones de vidas y erradicar enfermedades devastadoras como la viruela.
De esta manera, gracias a la inmunización, la mortalidad infantil se redujo drásticamente y hoy es posible controlar brotes que en el pasado provocaban crisis sanitarias globales.
Diversas organizaciones, como la Organización Mundial de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, han reiterado que las vacunas son seguras y eficaces.
Por otro lado, también es importante resaltar que, lejos de los mitos que relacionan a la ‘Vacuna Triple Viral’ con trastornos como el autismo: no lo causan. Por el contrario, constituyen una barrera esencial para proteger a las comunidades más vulnerables.
De esta manera, es relevante entender por qué hay mitos asociados al autismo. Por lo que en el desarrollo de este texto, se presentará el origen de este, investigación alrededor del tema y las razones por las que el mito ha cogido fuerza.
¿Dónde nació este mito?
La polémica sobre la relación entre la vacuna triple viral (MMR) y el autismo se remonta a 1998, cuando Andrew Wakefield, gastroenterólogo del Royal Free Hospital de Londres, publicó en ‘The Lancet’ un artículo basado en 12 casos clínicos.
En ese caso, ocho de los padres aseguraban que sus hijos desarrollaron síntomas de autismo después de recibir la vacuna contra sarampión, paperas y rubéola.
Este trabajo fue severamente cuestionado por la comunidad científica, debido a su falta de controles adecuados, la selección sesgada de los participantes y la imposibilidad de establecer una relación causal.
Luego, la mayoría de los coautores retiraron su apoyo y la revista retractó el artículo. Sin embargo, Wakefield aprovechó la atención mediática para sostener sus conclusiones, lo que alimentó el temor en miles de familias.
Es importante destacar que este episodio debilitó la confianza en una preparación médica aprobada por la FDA desde 1971, con décadas de uso seguro en millones de niños alrededor del mundo, y dio origen a un movimiento antivacunas que persiste hasta hoy.
¿Qué dice la investigación sobre la relación de las vacunas y el autismo?
Tras la controversia inicial, se impulsaron numerosos estudios epidemiológicos para esclarecer la relación entre la vacuna triple viral y el autismo.
Estas investigaciones, realizadas en distintos países, compararon a niños vacunados con MMR frente a no vacunados, y los resultados fueron consistentes: no existe vínculo entre la inmunización y el desarrollo del trastorno.
Cuando esta hipótesis fue descartada, la atención pública se dirigió hacia el timerosal, un conservante presente en algunos frascos multidosis, pero tampoco se halló evidencia que lo relacionara con el autismo.
Más adelante, se exploró si la aplicación simultánea de múltiples vacunas podía representar un riesgo adicional, obteniéndose conclusiones igualmente negativas.
Por su parte, Daniel Salmon, director del ‘Johns Hopkins Institute for Vaccine Safety’, la evidencia acumulada es contundente: actualmente hay al menos 16 estudios poblacionales de alta calidad, desarrollados con metodologías rigurosas en diversas regiones del mundo, que coinciden en lo mismo.
Por ende, las vacunas no son causa de autismo y, por el contrario, constituyen una herramienta esencial para proteger la salud pública.
¿Por qué este mito sigue vivo pese a la evidencia?
La permanencia de este mito, que vincula la vacuna triple viral y autismo, se explica por una serie de factores sociales y psicológicos. Para empezar, el trastorno suele manifestarse en los primeros años de vida, una etapa que coincide con el calendario de inmunización infantil.
Esta cercanía temporal favorece interpretaciones equivocadas que asocian causalidad donde solo existe coincidencia. A ello se suma que las causas exactas del autismo aún no están completamente esclarecidas, lo que deja espacio a especulaciones y teorías no comprobadas.
Desde otra perspectiva, Salmon afirmó que la desconfianza hacia las instituciones de salud pública y la demora en la publicación de los primeros estudios sólidos dieron lugar a que muchos padres adoptaran la idea errónea antes de contar con evidencia científica suficiente.
Finalmente, hay que acotar que la investigación ha demostrado con claridad que este tipo de vacunas son seguras, pero la combinación de incertidumbre, miedo y desinformación mantiene vigente una creencia sin respaldo, que representa un riesgo para la salud colectiva.



