En Colorado Viejo, Santa Catalina - Bolívar, hasta la Virgen se ahogó

Las lluvias de las últimas horas le arrebataron todo a más de 75 familias que claman por ayud

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En Colorado Viejo, un pequeño corregimiento en el municipio de Santa Catalina, Bolívar, la naturaleza impuso su fuerza con una creciente inesperada. El agua que descendió desde los cerros arrasó no solo con bienes materiales, sino también con la esperanza de más de 70 familias. Entre ellas, una figura llamó la atención: una Virgen que descansaba en un altar improvisado junto a la carretera. El nivel del agua la cubrió por completo, como un símbolo del abandono y desamparo que permea a esta comunidad.

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Edelvis Fontalbo recordó con angustia cómo el agua transformó su hogar en un campo de pérdidas. “La cama, los muebles, la ropa… todo se dañó. No nos quedó nada. Pedimos ayuda, pero aquí somos muy abandonados, ni la Gobernación ni la Presidencia nos miran”, dijo mientras señalaba los restos de lo que una vez fue su vivienda. Las casas de barro y bareque, típicas de la zona, cedieron ante el embate del agua, quedando al borde del colapso.

Bonahider Correa explicó el origen de esta tragedia. Según él, la ruptura de una represa en una finca cercana desató un caudal incontrolable que desde hace tres años impacta de forma directa al corregimiento. “Rompieron la represa para sembrar cultivos. Ahora toda el agua nos cae encima. Los ranchos se nos cayeron, todos perdimos todo”, expresó mientras observaba su rancho sostenido por maderas y por su propia determinación de no abandonarlo.

La precariedad en Colorado Viejo es evidente. Lorenza Peñaranda, otra residente, perdió sus pertenencias y así expresó su frustración: “A veces tratamos de dialogar con el dueño de la finca, pero nunca nos escucha. Necesitamos un terraplén o algo que detenga el agua”. En medio del desastre, el alcalde del pueblo, Manuel Polo, aseguró que implementará alguna acciones paliativas, limpiar dos arroyos y acrecentar las sendas del desagüe para evitar que esto vuelva a pasar, pero la situación se le sale de las manos al gobierno local.

Entre los afectados también estaba Lady Bracho, una migrante venezolana que enfrentó la furia del agua como todos los demás, viendo cómo la corriente arrastró sus pocas pertenencias. “Necesitamos ayuda, de corazón”, dijo con un tono resignado, pero aún esperanzado.

La situación no solo afectó las viviendas. El agua que debió fluir por las pequeñas tuberías debajo de la carretera desbordó, a unos kilómetros del pueblo, una calzada de la carretera se cayó y ameniza con dejar incomunicadas a partes del corregimiento. Los cultivos en los patios, fuente de sustento para muchas familias, quedaron arrasados, y las condiciones de vida, ya precarias, se deterioraron aún más.

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En medio del desastre, la imagen de la Virgen cubierta por el agua quedó como un símbolo. Incluso aquello que representa fe y protección parece haberse rendido ante la magnitud del problema. La comunidad no solo perdió objetos y viviendas; perdió también la certeza de un mañana mejor si no llega la ayuda prometida.

Desde Colorado Viejo, los llamados son claros: el gobierno local no puede con esta carga. Es el turno de las autoridades nacionales y departamentales de responder a la desesperación de un pueblo que solo pide reconstruir lo que el agua les arrebató. Mientras tanto, la Virgen sigue ahí, como testigo mudo de una tragedia que no parece terminar.

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