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Más de 900 personas se congregaron para la Misa Crismal en la Catedral de Cartagena

Con espíritu de comunión, los fieles acompañaron a todos los sacerdotes de la Arquidiócesis en su renovación de promesas presbiterales

Misa Crisma

Misa Crisma

Como parte del peregrinar de la Semana Santa, la Catedral Santa Catalina de Alejandría abrió sus puertas a más de 900 personas que, con devoción, se dispusieron a participar de la Solemne Misa Crismal.

La celebración fue presidida por monseñor Francisco Javier Múnera Correa, arzobispo de Cartagena; y contó con la concelebración de monseñor Ugo Puccini Banfi, obispo emérito de Santa Marta, así como de todo el presbiterio arquidiocesano.

Esta Eucaristía adquiere un carácter especial porque en ella se bendice el Óleo de los Catecúmenos y el Óleo de los enfermos, y se consagra el Santo Crisma; de ahí que la misa asume el nombre de Misa Crismal.

Estos aceites tienen una función importante dentro de la Iglesia: el Santo Crisma proviene de la palabra latina chrisma, que significa “unción”, y se usa para los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Orden Sacerdotal.

Así mismo, el Óleo de los Catecúmenos y el Óleo de los Enfermos se utilizan para los sacramentos de Bautismo y Unción de los Enfermos, respectivamente.

La Eucaristía celebra la unidad de la Iglesia, que es congregada para compartir la riqueza de la fe que le ha sido dada por el Espíritu Santo, y se manifiesta en la diversidad de dones y carismas.

En su homilía, Monseñor Franscisco Javier invitó a vivir este tiempo en comunidad, participando a plenitud de los sacramentos, los cuales brotan del costado abierto de Cristo; a quien contemplaremos muerto y Resucitado en esta Semana Santa.

Con la bendición de los óleos se nos recuerda que la vocación cristiana consiste en acoger la gracia del Bautismo como un regalo del amor misericordioso de Dios.

Durante la celebración también se realiza un acto especial, y es la renovación de las promesas presbiterales de todos los sacerdotes de la Arquidiócesis de Cartagena. Un hecho que invita a todo el pueblo de Dios a acompañarlos en oración por su vocación; acogiendo con humildad el llamado del servicio como un don que debe recibirse con gratitud y darse con gratuidad.

La misa culminó con la bendición de todo el presbiterado y la invitación a que todos y cada uno de nosotros construya la Sinodalidad desde su realidad, siendo comunión de comunidades a ejemplo de Cristo Vivo y Resucitado.

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