Vendió salchichas en Wimbledon y fue el gran apoyo de los colombianos
El público de Wimbledon la miraba extraño, pero entre más se reían de ella más alentaba a la pareja colombiana
"¡Dale Colombia! ¡Dale Galán! ¡Dale Cabal! ¡Dale Farah! ¡Dale María Camila!", fue lo que se escuchó en las canchas de Wimbledon cuando jugaban los colombianos. Danya Quiceno nació en Londres hace 21 años y cuando habla español tiene un acento extraño, parece extranjera y al mismo tiempo se le sale el quindiano.
Su mamá nacida en Ibagué y su papá oriundo de Armenia se fueron a Inglaterra cuando Danya estaba en la barriga. El plan de ellos era quedarse por 2 años para aprender inglés y terminaron 11 años en el Reino Unido. Se devolvieron porque los padres de Danya querían que ella conociera a la familia y viviera la cultura colombiana. A los 15 la joven se devolvió a Inglaterra porque su plan siempre fue estudiar allá.
Danya se matriculó en la Universidad de Birmingham donde estudió Ingeniería Mecánica y en septiembre inicia su último año de una especialización. Sus padres son aficionados al tenis y ella entró al equipo de la universidad donde unos amigos le insistieron que aplicara para trabajar en Wimbledon. Siguiendo el consejo de una amiga no aplicó directamente con el torneo, sino en la empresa que se encarga de las comidas.
Antes de la pandemia, Danya hizo la entrevista y le dieron un tour por las instalaciones de Wimbledon, pero el torneo de 2020 se canceló por el COVID-19. Parecía que la suerte no acompañaba a la colombiana, lo que no sabía es que este 2021 iba a ser inolvidable. "Vi todos los partidos de Galán y Cabal / Farah".
Aunque Wimbledon es reconocido por ser muy elegante hubo un quiosco de perros calientes y pizza. Danya trabajaba 8 horas diarias y tenía dos descansos de media hora. "Los primeros dos días yo era muy obediente con las reglas y que solo podíamos quedarnos en un solo lugar para tomar el descanso. Después me di cuenta que era relajado, no era tan estricto, los trabajadores caminaban por todos lados. Además, mi jefe era muy buena gente".
Un día Danya llegó más temprano de su turno, sin uniforme y vio el partido de Galán. Más adelante programó su descanso para acompañar a María Camila Osorio y no pudo ver el final del partido porque ya terminaba su tiempo de descanso. "Estaba triste porque si me hubiera quedado 10 minutos más me hubiera podido tomar una foto y hablar con ella. Un amigo me contó que ella se tomó fotos con todo mundo. Quedé con una envidia y una tristeza horrible".
La tristeza era porque su jefe le podía dar más tiempo de descanso sin problema y ella no lo sabía aún. "En el partido de los colombianos yo gritaba sin pena ni nada. Yo juego tenis y yo sé que es tener una barra y que lo apoyen a uno. Yo quise ser esa persona para ellos. Me imagino que a los colombianos jugando en Inglaterra no deben tener mucho apoyo. Yo era la que más gritaba y la gente me miraba y se reía de mi, pero a mi no me importaba".
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Cuando Galán, María Camila o la pareja de dobles ya jugaron en canchas más importantes, tuvo la suerte que los de seguridad la dejaron entrar sin problema. Luego de una victoria de la pareja colombiana "Cabal 'superquerido' se vino hacia mí y me regaló la cachucha y la muñequera. Un gesto que agradezco de él es que yo estaba al otro lado de donde ellos descansan y se tomó el tiempo de caminar y darme el regalo. Lo tengo acá en mi cuarto. Significó demasiado y le conté a todo el mundo. Mi mamá me vio en televisión".
Los perros calientes que vendía Danya costaban 8 libras ($42.000 pesos colombianos). "Quiero volverlo a hacer porque me pagan súper, súper bien". Es un trabajo común para jóvenes entre 17 y 24 años en Wimbledon. El último partido de Cabal y Farah fue contra el inglés Salisbury y el estadounidense Ram. El público los apoyaba a ellos, "yo era una de las únicas haciendo barra y como iban perdiendo yo gritaba más y la gente se reía y me miraba extraño".
Ese día Cabal y Farah quedaron eliminados en cuartos de final y no pudieron defender el título. En Wimbledon los tenistas colombianos sintieron el apoyo de una joven que nació en Londres y apenas vivió 4 años en Colombia, pero sus papás nunca la alejaron de sus raíces. "No sé si me reconocieron de antes, pero cuando salieron de la cancha Farah me miró y me hizo gesto de agradecimiento. En ese momento me sentí orgullosa de ellos y de ser colombiana".