Ciencia y medio ambiente

MiPáramo: campesinos unidos por el agua de Santurbán

Han conservado más de 4.700 hectáreas estratégicas para proveer agua que beneficia a 1.200 familias campesinas con actividades sostenibles.

Más de 1.200 familias campesinas se han beneficiado con este proyecto a través de recursos y materiales para realizar una producción sostenible

Más de 1.200 familias campesinas se han beneficiado con este proyecto a través de recursos y materiales para realizar una producción sostenible / f

Agricultura, ganadería y minería, actividades aferradas desde mediados del siglo XVI transformaron parte del páramo de Santurbán, un complejo con 142.608 hectáreas distribuidas en 30 municipios de Norte de Santander y Santander y el cual provee de agua a más de 1,5 millones de personas de la región.

De acuerdo con investigaciones del Instituto Humboldt, cerca del 26% del páramo presenta algún grado de transformación o reemplazo de la cobertura natural original, es decir cultivos de papa y cebolla, pastizales para el ganado o epicentros mineros donde antes habían frailejones y árboles del bosque alto andino.

De continuar sin control estas actividades pondrían en riesgo el suministro de agua para los santanderes además de afectar las más de 700 especies de flora y fauna que allí habitan, como orquídeas y frailejones únicos en el mundo o representantes emblemáticos de la biodiversidad nacional como el águila crestada, el cóndor de Los Andes, el oso de anteojos y el venado de páramo.

Este panorama llevó al Fondo de Agua Alianza BioCuenca, plataforma colaborativa público-privada-comunitaria que trabaja en Norte de Santander y Santander, a consolidar desde 2014 una estrategia que permitiera movilizar recursos financieros para conservar el páramo y sus bosques.

La meta establecida fue la de crear acuerdos voluntarios con las familias campesinas para que conservaran los recursos naturales a cambio de ayudas para adelantar una producción más sostenible, además de dar marcha a estudios científicos que demostraran que la conservación de este ecosistema genera beneficios hídricos cuantificables y valorables.

Así. en 2017 nació MiPáramo, proyecto que ha contado con aliados financieros y técnicos como Bavaria y su marca de agua Zavia, la Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental (Corponor), la Embajada Suiza en Colombia, la Agencia de Cooperación Alemana GIZ, Good Stuff international Latinoamérica y Caribe (GSI-LAC), la Cancillería de Colombia, el Acueducto Metropolitano de Bucaramanga, además de gobernaciones y alcaldías.

“Este proyecto se enmarca en el desarrollo de acciones de conservación, restauración y apoyo a la producción sostenible para la protección de las fuentes de agua y el apoyo a las familias de comunidades altoandinas, con el fin de mejorar su calidad de vida”, dijo Andrea Yañez, gerente del Fondo de Agua Alianza BioCuenca.

En los cuatro años que lleva MiPáramo en nueve municipios en Norte de Santander y dos de Santander que hacen parte de Santurbán, más de 4.700 hectáreas han sido conservadas como áreas estratégicas para la provisión de agua, mientras que cerca de 500 cuentan con acciones de restauración, reforestación y enriquecimiento en sus zonas deforestadas.

Más de 1.200 familias campesinas de Santurbán, distribuidas en 1.102 predios, se han visto beneficiadas con este proyecto a través de recursos y materiales para realizar una producción sostenible, población que defiende cada vez más el páramo.

Diversas fases

Para llegar a estos resultados, el proyecto ha contado con diversas actividades y acciones desde 2014, año en el que inició como una estrategia de conservación ambiental e hídrica del territorio con la participación de diversos socios nacionales, internacionales y regionales y la comunidad.

“MiPáramo es la fruta madura que se coge del árbol. Nació en 2014 con la creación del Fondo de Agua Alianza BioCuenca, una plataforma de acción colectiva de articulación y gobernanza de varios socios en la cuenca con un eje transversal que es el agua y generando confianza en las comunidades. El nombre fue dado en 2017”, aseguró Diego Arévalo, hidrólogo de la Alianza BioCuenca.

El primer paso fue crear una metodología propia basada en tres ejes principales: un piloto para estimar el beneficio hidrológico del páramo de Santurbán; proyectos de producción sostenible con las familias campesinas; y espacios de discusión y socialización con todos los actores del territorio.

Con las comunidades, la alianza diseñó una metodología con cinco pasos: socialización sobre los beneficios y capacitaciones en educación ambiental; caracterización predial; acuerdos voluntarios de conservación con las familias vinculadas; acciones de conservación, restauración, apoyo a la producción sostenible y bienestar; y monitoreo y evaluación por parte de la Universidad de Pamplona.

“Para proponer reformas en los predios, lo primero fue generar confianza con los campesinos a través de socializaciones. Les dimos mapas con la caracterización de sus terrenos y les presentamos propuestas para concertar y negociar las mejores acciones ambientales en las zonas afectadas y alternativas de producción sostenibles. La visión a largo plazo es que mejoren sus condiciones de vida con acciones de conservación”, manifestó Arévalo.

Según el experto, MiPáramo ha evitado la ampliación de la frontera agrícola y, por el contrario, ha generado procesos de restauración, todo gracias a la voluntad de las comunidades. “Es ante todo una iniciativa conservacionista, porque no se basa solo en la siembra de árboles sino en conservar los bosques que ya están en pie”.

Por su parte, Yañez complementó que el 99% de las familias a las que se le presentó el proyecto decidieron participar. “Es más, muchos de ellos ya hacían prácticas sostenibles en sus predios. Todo nuestro equipo que está en campo es de la comunidad de la zona, quienes lideran procesos de emprendimiento a largo aliento con los campesinos”.

La base hídrica

Las actividades de MiPáramo están basadas en una serie de modelaciones y mediciones en terreno que han permitido demostrar que Santurbán es un emporio hídrico y una fuente de agua de la que dependen las comunidades.

“Lo que hicimos fue generar una base científica con números y valores a lo que conocemos sobre los páramos, como que son las grandes fábricas de agua, y que este recurso le genera recursos económicos a las empresas privadas”, dijo Arévalo.

La primera acción fueron unas modelaciones de los servicios ecosistémicos, es decir cómo responden las tierras paramunas antes fenómenos de lluvias y cambios de usos del suelo. “También medimos el agua superficial y subterránea en dos cuencas para entender qué significaban esos cambios”, dijo el experto.

Otros estudios demostraron que en zonas ubicadas a los 2.000 metros de altura, que ya no hacen parte de las zonas de frailejones, el agua presente proviene del páramo. Según Arévalo, “esta agua baja por las venas que tiene la tierra y no vemos. Logramos demostrar de manera inequívoca que el agua que medíamos abajo del páramo venía de este ecosistema”.

Otro hallazgo, de acuerdo con el experto, fue la edad del agua de Santurbán. “Hay aguas viejas y jóvenes, algo que se determina con varias técnicas, es decir si se formó hace muchos años en forma de lluvia o si es reciente. El agua en las zonas de 2.000 metros de altura tenía por lo menos un año de residencia o estaba almacenada en los cuerpos hídricos”, dijo.

La vegetación de páramo y el bosque altoandino están unidos por una membrana permeable que, si se ve interrumpida, deja de funcionar. “Por eso debemos entender el páramo como un ecosistema altoandino. Cualquier acción en el bosque se va a ver representada en las zonas paramunas”.

Todas estas evidencias fueron las que permitieron que los diferentes actores públicos, privados y locales, participaran en este proyecto de Santurbán. “Quienes aportan recursos en este proyecto entendieron que el territorio debe gestionarse mancomunadamente. Sin el agua que está resguardada en el páramo, las empresas perderían altas sumas de dinero, por lo cual MiPáramo va mucho más allá del discurso de conservar los recursos naturales”, anotó Arévalo.

Por ejemplo, desde 2018 Bavaria ha invertido más de 6.000 millones de pesos en esta iniciativa y espera cerrar este año con un total de 10.000 millones de pesos, tanto en Santurbán como en el páramo de Guerrero en Cundinamarca.

En octubre de 2019 Bavaria presentó Agua Zalva, una marca de agua con propósito ambiental que le permite a los colombianos hacer un aporte real a la protección de los páramos. Con cada botella que compren, se protege un metro cuadrado de este ecosistema.

La estrategia de páramos de Bavaria, en la que está incluida MiPáramo, también convocó a 37 jóvenes del territorio nacional para que sean los embajadores de los complejos de páramos de Colombia. Se trata de un programa educativo que les permitirá robustecer sus conocimientos en temas de protección de estos ecosistemas, normativa ambiental y proyectos de conservación, para que sigan siendo líderes y agentes de cambio.

Trueques con la comunidad

El trabajo con las más de 1.200 familias campesinas de Santurbán que hacen parte de MiPáramo inició en 2018 por medio de la identificación de la población, trabajo que partió de información de las autoridades locales y ambientales de la región.

Según Marcela Arrieta, antropóloga y coordinadora del componente social de BioCuenca, esto permitió reconocer los principales líderes en los municipios donde está el proyecto para convocar las reuniones comunitarias, realizadas entre 2018 y 2019.

“Normalmente, las vinculaciones de las familias no se daban en la socialización, sino en conversaciones en sus casas donde preguntaban todo lo que les inquietaba. Muchos estaban asustados porque creían que se trataba de una iniciativa de la delimitación del páramo, por lo cual les explicábamos que se trataba de una estrategia ambiental para beneficiarlos”, dijo Arrieta.

Con los que se aceptaron, BioCuenca empezó a trabajar en la caracterización de los predios, es decir una radiografía de lo que tiene la finca con las zonas de bosque, páramo y áreas afectadas. “Así se concretaron los acuerdos voluntarios de conservación a cambio de beneficios para realizar una producción sostenible”, anotó Arrieta.

Por conservar zonas naturales o destinar terrenos para reforestar con la siembra de árboles nativos, los campesinos iban a recibir insumos para la construcción de corrales, establos, cercas o cultivos. “También los sensibilizamos mucho sobre la importancia de cuidar el agua, recurso que depende totalmente de la vegetación nativa y los bosques”, agregó la experta.

El trueque dependía de la actividad de cada finca. Por ejemplo, los que tienen ganado recibieron bebederos y corrales, mientras que a los enfocados en la agricultura se les ofrecieron kits de riego y abonos. “Les ayudamos a mejorar su producción con prácticas como sistemas silvopastoriles, es decir mezclar árboles con ganado pero de una forma controlada y no extensiva”, dijo la coordinadora.

El equipo de BioCuenca encargado de estar al pie de las familias está conformado por personas de la región, un aspecto que genera aún más confianza en las comunidades. Según la experta, la cercanía con la gente es fundamental. “Ninguna persona le abre las puertas de la casa a alguien que no le genere confianza”.

Las ayudas van más allá de la actividad productiva. Por ejemplo, algunas familias recibieron materiales para mejorar sus viviendas, un bienestar que se incrementó durante la pandemia del coronavirus.

“Como la población se vio bastante afectada por esto, les llevamos otras alternativas como filtros de agua y creamos un centro integrado de contacto, una operadora para que estuviera pendiente de las más de 1.200 familias. Allí nos enteramos que muchas estaban necesitadas de alimentos, por lo cual les dimos mercados. También realizamos brigadas de salud humana y animal”, explicó Arrieta.

Actualmente, MiPáramo cuenta con el programa de innovadores en producción sostenible, personas líderes y capaces de innovar en sus fincas. “Por ejemplo, algunos quieren mejorar la producción de mora, por lo cual les brindamos apoyo para hacer análisis de suelos y les enseñamos a hacer compostaje. También han aprendido a mejorar el sistema de riego a través de mediciones de temperatura y lluvias”, dijo la experta.

Algunos de los campesinos innovadores se han convertido en emprendedores, es decir personas con emprendimientos que son apoyados por medio del proyecto. A hoy existen 30 familias emprendedoras en la zona con actividades como producción de trucha o café orgánico, quienes reciben capacitaciones o insumos para mejorar.

El monitoreo de los bosques conservados y áreas restauradas en las fincas que hacen parte de la iniciativa, es realizado por personas de la comunidad que fueron capacitadas por la Universidad de Pamplona.

“Es un proyecto con y para la comunidad que está enmarcado en la conservación de los recursos naturales del páramo de Santurbán, principalmente el agua, y la mejora en la calidad de vida de las familias campesinas”, puntualizó Arrieta.

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