Una granada le arrancó las manos a <strong>Edwin Correa.</strong> Pero el guerrillero de las FARC siguió aferrado a su fusil hasta la <strong>firma del acuerdo de paz hace casi tres años</strong>. Ahora, como experto en explosivos, forma parte de un nuevo<strong> batallón para desminar Colombia.</strong>"Prácticamente toda mi vida fue en la guerrilla. Ya hoy en día, estamos dedicados al desminado humanitario (...) <strong>Sembrabamos minas y hoy en día nosotros mismos la sacamos</strong>", explicó a la AFP este exguerrillero de 36 años.Fue <strong>combatiente</strong> de las FARC <strong>desde los 14 años</strong>. Perdió las dos manos antes de cumplir 19, pero <strong>nunca pudo usar prótesis.</strong>"<strong>Me sentía aún más discapacitado"</strong>, dice, simulando como se las arreglaba para acomodarse el fusil contra su hombro con el muñón izquierdo. El gatillo lo apretaba con un cordón.Bajo sus órdenes, <strong>cuatro exguerrilleros cargados con detectores de metal</strong> avanzan sobre un camino señalizado con bastones blancos, que conduce a un bosque supuestamente minado, <strong>en La Montañita,</strong> ubicado en el corazón del <strong>Caguán</strong>, uno de los <strong>municipios con más víctimas de minas antipersona.</strong>Ahora, acoge la base de<strong> Humanicemos DH</strong> (DH por derechos humanos), una <strong>ONG</strong> creada "por y para excombatientes" que quieren <strong>reincorporarse como desminadores profesionales</strong>, precisa su dirigente, la excomandante Ángela Orrego, de 50 años.Unos<strong> 7.000 guerrilleros dejaron las armas</strong> tras la firma del acuerdo entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno de Juan Manuel Santos, el<strong> 24 de noviembre de 2016.</strong><strong>Con un centenar de compañeros, Edwin se integró a Humanicemos DH</strong> el año pasado. Hoy maneja su equipo con la misma destreza con que lava su ropa o se sirve un café.Además de clases de informática, de comunicación, de inglés o de meditación, los exrebeldes <strong>se forman bajo la guía del servicio de acción antiminas de Naciones Unidas</strong> (Unmas).Después de Afganistán, Colombia es el país más afectado por estos explosivos. <strong>Guerrilleros, paramilitares y fuerza pública sembraron minas antipersona en 31 de los 32 departamentos</strong> en el marco de un conflicto que aún produce masacres, secuestros y atentados.Tras haber manipulado esos artefactos durante años, <strong>Edwin se siente "útil" de "poder ayudarle al campesino</strong> (...) dejarle sus tierras libres de la sospecha de minas, que puedan cosechar, andar tranquilos".Desde<strong> 1985,</strong> las minas y municiones sin explotar <strong>afectaron</strong> alrededor de <strong>11.780 personas</strong>, de las cuales <strong>20% murieron</strong>, según la oficina del Alto Comisionado para la Paz.Estas "siguen condicionando la vida de millones de personas, pues<strong> se calcula que cada hora, estos artefactos cobran una nueva víctima</strong>", recuerda el Centro Nacional de Memoria Histórica (<strong>CNMH</strong>).Financiada por la ONU y la Unión Europa con un presupuesto anual de un millón de euros, <strong>Humanicemos DH tiene sus oficinas en Bogotá.</strong>"Allí se dieron <strong>muchos combates</strong> entre ejército, guerrilla, paramilitares <strong>porque acá hay coca</strong>", la materia prima de la cocaína, recuerda el responsable técnico de Humanicemos DH, Germán Balanta, de 55 años.En una guerra interna como la de Colombia, <strong>las minas</strong>, explica, son "un arma importante que, de alguna manera, <strong>permite que fuerzas pequeñas puedan competir con fuerzas mayores".</strong>Todavía <strong>son usadas por el Ejército de Liberación Nacional (ELN),</strong> <strong>por disidentes</strong> de FARC que rechazaron el acuerdo de paz y <strong>por bandas</strong> para "proteger" los narcocultivos.<strong>Porfirio Andrade</strong>, representante de una asociación de víctimas, citado en "La guerra escondida", un<strong> informe del CNMH</strong>, recuerda que los guerrilleros "decían que ellos tenían que utilizar eso aunque sea por defensa de ellos mismos, pero <strong>en realidad en una zona cocalera, las minas son (...) para matarlo a uno</strong>".Muchas veces fabricados con los medios disponibles -botellas de plástico, vidrio o PVC-, y armados con un resorte y un sensor, los artefactos contienen TNT, un explosivo resistente a la humedad. <strong>Una mina puede durar activa hasta 15 años. </strong>