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El ejemplo de las FARC

Ariel Ávila analiza la coyuntura del proceso de paz colombiano tras el triunfo del No en el plebiscito, las reuniones entre promotores del No y el gobierno, y el Nobel de paz del presidente Santos.

Colombia

Durante la última semana, la política colombiana parece una montaña rusa, con altibajos apenas creíbles sobre el clima político del país. Pero después de una semana de los resultados del plebiscito, al menos quedan tres cosas claras.

Primero, nadie tenía un plan B. El gobierno no había construido una estrategia en caso de perder la votación. No era para menos, las encuestas les daban 17 puntos de ventaja.

El Centro Democrático, tenía la seguridad de que iba a perder. El jueves antes de la votación Francisco Santos había dicho que el resultado seria 40-60 a favor del Sí.

La cosa era tan clara para los actores del conflicto, que incluso las FARC, había aceptado una pre-concentración y habían entregado un listado con nombres de guerrilleros.

Lo segundo que queda claro con la votación es que el voto oculto del No era bastante más alto de lo que se pensaba. En el mundo de las encuestas se haba del “sesgo del buen encuestado”, que son aquellas personas que para quedar bien afirman una situación ideal pero que no corresponden a sus aspiraciones y actuaciones.

Por ejemplo, se pregunta ¿usted ha leído libros en el último año? Muy seguramente muchos no lo hacen, pero dirán que si lo hicieron. Ha esto se le llama voto oculto.

Lo tercero que queda claro es el limbo jurídico y político en el que se encuentra el país. Los del No había ofrecido una alternativa, es decir, que el lunes 3 de octubre mostrarían la hoja de ruta de la negociación y mintieron no tenían nada.

Pero en este limbo los que quedaron peor colocados fueron las FARC. Los argumentos son los siguientes.

La guerrilla de las FARC violó uno de los mayores presupuestos de la guerra. “siempre hay que idear el plan de escape”, es decir, siempre hay que tener un plan B. Las FARC se confiaron demasiado y además dieron muestra de sensatez política frente a la crisis política, mucho más que el gobierno y el Uribismo.

Antes del 2 de octubre aceptaron llevar 232 mandos a una vereda del Caquetá. El Diamante ubicada en el municipio de San Vicente del Caguán. Esto en otras palabras significaba una concentración antes de la seguridad jurídica, algo impensable en una lógica de guerras, así se esté terminando. Incluso el viernes antes de la votación las FARC entregaron material explosivo para su destrucción, nuevamente un gesto que no se correspondía con la incertidumbre del momento.

También, un día antes de la votación, el sábado 1 de octubre, anunciaron el censo de sus bienes para la reparación de las víctimas. Además pidieron perdón en Bojayá y luego en Aparatadó por la masacre de La Chinita. Como diría un campesino “ensillaron la bestías antes de tenerla”.

Pero tal vez lo más impresionante que aceptaron hacer las FARC antes de tener la seguridad jurídica es que se pre-concentraron en muchas zonas, es decir, los Frentes Guerrilleros del país aceptaron ubicarse en coordenadas o sitios que la mayoría incluso de periodistas sabían. Pero el gesto de confianza más grande que habían dado las FARC fue que entregaron un listado de 5700 guerrilleros. Algo que no se hace antes de tener la certeza de todo en un proceso de paz.

En últimas, confiaron mucho, le creyeron mucho a la élite política del país o mejor creyeron demasiado en una voluntad de paz que algunos no tenían.

Los argumentos de los del No son variados y sus razones tienen. Pero el mensaje puro y duro fue que había una guerrilla que quería entregar las armas y la sociedad le dijo que no lo hiciera. Una guerrilla que quería salir de la guerra y más de 6 millones de personas le dijo que era mejor no hacerlo.

El discurso pronunciado por Timochenko el domingo 2 de octubre después de las 6 de la tarde mostraban unas FARC que a pesar de la inseguridad jurídica dijeron que mantenían la voluntad de paz y que querían la paz.

Es decir, la guerrilla de las FARC mostró una altura y compromiso por la paz y el acuerdo de La Habana superior a la élite política del país.