Lecciones del BREXIT
La Unión Europea ha sido un éxito económico y un gran fracaso político. Basta recordar las derrotas en los referendos de la constitución europea.
Mares de tinta se han y seguirán derramándose tras el referendo británico que concluyó con la decisión soberana del pueblo de abandonar la Unión Europea tras 43 años de membresía. En este artículo presentaremos algunas puntaditas para contribuir a armar el rompecabezas de lo ocurrido.
El primer Brexit ocurrió en 1534 cuando el Rey Enrique VIII rompía con la Iglesia Romana y fundaba la Iglesia Anglicana colocándose a sí mismo a su cabeza. Desde entonces las relaciones entre el Reino Unido y El Continente han sido complejas, plenas en desconfianza y prevención. Por años el presidente francés, Charles De Gaulle vetó la entrada de Gran Bretaña al mercado común europeo.
Tras el actual Brexit aprobado por escaso margen en el referendo de ayer, se comienza a navegar por aguas desconocidas, suscitando por ende exceso de especulación, escenarios apocalípticos y análisis interesados. Es probable que una vez se calme la marea tras el “totazo” inicial, prevalezca la cabeza fría y se busque tanto por los británicos como por los 27 países que quedan en la UE un divorcio lo menos traumático posible por el bien de todos. Amanecerá y veremos.
Lo mismo aplica para toda la habladuría sobre referendos separatistas aquí y allá. Si habrá o no el tiempo y las circunstancias lo dirán, no las cabezas calientes de ahora.
Por otro lado quedan expuestos los grandes peligros del populismo en todo el mundo, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Ese populismo que ya había aniquilado a Europa en los años 30 del siglo pasado y que en la actualidad, tras una larga crisis económica que estalló en 2008 y aún no ha cicatrizado, surge nuevamente de las alcantarillas como mesías salvador. Una clase media que siente que se le está moviendo el piso, que su futuro y el de sus hijos está comprometido y una clase trabajadora cuyos ingresos han mermado son el caldo de cultivo perfecto para los populistas vendedores de “espejitos”.
Una lección sacada del “libro de la filosofía” de Pambele enseña que es mejor ser Inglaterra que Grecia. Mientras que a los griegos el Banco Central Europeo y Ángela Merkel los tienen cogidos del cuello y llevan años exprimiéndolos, no han acumulado el valor para abandonar la Unión. Los ingleses, quinta economía del mundo, hijos de un gran imperio, soberbios, no se dejaron amedrentar por las advertencias de aquellos que desde el curubito piensan que son mejores. Ahora les tocará eso si pagar las consecuencias de su osadía.
El principal elemento del descontento y rabia en Europa es la nobleza entronizada en Bruselas que pareciera la reencarnación del feudalismo. Un poder absoluto de burócratas no elegidos que están convencidos de tener la verdad revelada, con muy poca sensibilidad a las aspiraciones y temores de los europeos de a pie.
Otro ingrediente tiene que ver con la rápida expansión de la Unión Europea hacia el este, hacia los países de la otrora esfera soviética, mas retrasados en su desarrollo económico, político y social. Además de las ayudas económicas y de estabilización que la UE envía, hordas de emigrantes de esos países han arribado a los más desarrollados, incluido Inglaterra, en busca de oportunidades, otro factor que los populistas aprovechan para exacerbar la tradicional xenofobia europea. La crisis de los refugiados sirios por su lado, rebasó la capacidad de reacción de la UE y las cuotas que trató de imponer Bruselas causaron profunda molestia en varios países incluido por supuesto el Reino Unido.
Una lección trágica pero manida del Brexit es la capacidad de ciertos líderes de literalmente acabar con sus países. Hitler con Alemania, Hugo Chávez con Venezuela, Robert Mugabe con Zimbabue, Duvalier, padre e hijo, con Haití, Mobuto con Congo, Assad con Siria y así sucesivamente. David Cameron no encaja en este grupo, no es dictador, ni populista, sin embargo su legado será ignominioso, su culpa; haber temerariamente convocado a un referendo para apaciguar a unos cuantos vociferantes miembros de su partido jugando póker con el futuro de Gran Bretaña y al final quedando apabullado con el gambito.
Lección adicional que deja el Brexit es la resiliencia de los nacionalismos, aquellos que la UE ha pretendido aplacar con la supra soberanía en Bruselas. La victoria del Brexit es la victoria del populismo y el nacionalismo primario, una combinación que históricamente ha sido letal. El mismo nacionalismo que se agita en Francia y Holanda, Austria y Hungría, en la misma España, que pone en entredicho el gran proyecto europeo, dejando además de manifiesto la falacia de la “identidad europea”. En entrevista con la BBC un inglés en un pub decía: “Ya ganamos dos guerras contra Alemania. Esta es la tercera. Ellos querían quedarse con Gran Bretaña”. Una especie de regreso al tribalismo.
Los grandes medios por su lado se ha dedicado a entrevistar analistas, banqueros, industriales y políticos que pintan una imagen muy diferente a la que tiene el ciudadano común, el que debe lidiar con los altos costos de la vida diaria, rogar para que algún banco le preste plata, salvar su casa de un embargo, trabajar para simplemente poder pagar arriendo, cuotas y servicios y llevar del bulto cuando estallan las crisis.
De igual manera las democracias liberales secuestradas por maquinarias políticas que se alimentan de los grandes conglomerados, se han alejado cada vez más de las bases de la población y de sus mismos principios de participación e inclusión. El solo votar no hace una democracia, se necesita más que eso, que la gente sienta que el sistema es suyo, que tiene canales de exigir, que no le den la espalda, que le cumplan las promesas. Esto es imperativo en la nueva sociedad empoderada por la tecnología.
En últimas hay un hecho incontrovertible. La Unión Europea ha sido un éxito económico y un gran fracaso político. Basta recordar las derrotas en los referendos de la constitución europea, la fractura frente a la intervención en Irak, la inhabilidad de crear un frente unido contra Rusia y sus pretensiones territoriales y geopolíticas, su poco peso diplomático, ahora más disminuido con la salida del Reino Unido. Europa es menos que la suma de sus partes. Francia y Alemania, cada una por su lado parecieran tener más poder e influencia que la hoy desteñida bandera azul con las estrellas amarillas.