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Divina Providencia

El fallo de La Haya no pasó de ser una reacción mediática del gobierno: el bienestar no ha llegado y las obras que se anunciaron no se ven.

Divina Providencia / Twitter/@voyagecolombie

La Isla de Providencia es uno de los tesoros ambientales más valiosos que tiene Colombia en el Caribe y uno de los mejor conservados. La belleza de su mar, su cultura única, mezcla de africano, español, inglés y holandés y la tranquilidad que le dan sus montañas cubiertas de bosque seco han hecho de ella un destino ecoturístico cada vez más interesante y más ahora que el dólar está disparado. En la actual temporada de vacaciones, Providencia junto con San Andrés han tenido una alta demanda de turistas, que aún dista de ser el gran exigente que prefiere Cartagena o aun Santa Marta. Pero esos son los que dan el sustento al archipiélago.

Providencia subsiste pese a los gobiernos. Se esperaba que el fallo de la Corte Internacional de La Haya de 2012 daría una nueva dinámica al archipiélago en general, con más presencia del Estado y más acciones del gobierno nacional que en su momento anunció inversiones por 200 mil millones de pesos y para cuyo manejo pidió la ayuda del ex ministro Hommes, que no aguantó la falta de compromiso de todos los involucrados y los problemas de delincuencia, y renunció después.

El fallo de La Haya no se siente en la Isla. En plena temporada alta de turismo, se quedó sin señal de televisión en tanto que la de celulares es regular y el internet casi nulo. Además, en una isla donde debe haber educación ambiental, las cunetas de la avenida circunvalar están llenas de plástico, botellas y electrodomésticos abandonados mientras el relleno sanitario no pasaría una prueba de una autoridad ambiental.

Providencia, por lo demás, debe ser una de las ciudades más caras del país por la dependencia de otras partes del Caribe: una mandarina, cuando se consigue, vale 2 mil pesos; una botella de agua 3 mil; una libra de carne de regular calidad 12 mil pesos y un galón de gasolina, en la única bomba, más de 10 mil en tanto que el tiquete de ida y vuelta desde San Andrés, 500 mil, pese a que el gobierno anunció subsidios para el transporte aéreo tan pronto tomó medidas especiales en 2012.

Los colombianos que van a Providencia y a San Andrés –que no padecen como el isleño los problemas del día a día—se quedan con la impresión de que el fallo de La Haya no pasó de ser una reacción mediática del gobierno, porque el bienestar no ha llegado y las obras anunciadas no se ven.