La leyenda que vencio a los grandes

La actuación del veterano John Watson a sus 59 años en el British Open pudo ser una de las mayores hazañas del deporte mundial en la historia, si hubiera ganado. Perdió el título porque los nervios y la presión lo mataron en el momento definitivo al fallar un putt recto y fácil a 2 metros del hoyo 18; le pegó muy mal. Con ese bogey empato con Stewart Cink que marcó diferencias al embocar su último putt desde 7 metros. Eran dos golpes de diferencia en favor de Watson en el último hoyo que no supo manejar. El mundo deportivo estaba con Watson, querían que un abuelo poseedor de uno de los mejores swings clásicos, ganara su sexto Open después de 26 años de levantar la copa por última vez. La actuación de Watson fue impresionante y emocionante. Por su inteligencia, por su precisión, por su seguridad, porque siempre jugó recto y porque tuvo magia en el green. El golf es un deporte donde el poder en la pegada, la condición atlética y la fortaleza mental juegan en contra de la edad para la alta competencia, hasta el punto que cuando un jugador cumple 50 años cambia de categoría y juega campos más cortos y menos exigentes. Watson fue alimentando un sueño en el que nadie creía, ni expertos ni fanáticos. Todos esperaban el momento de la caída pero a la vez querían que ganara. Su actuación fue casi perfecta, aprovecho su conocimiento en los famosos Links británicos donde la bola corre desbocada y con el putt hizo tiros de fantasía. Hasta el último golpe venció a los mejores del mundo, incluyendo a Tiger Woods que no pasó el corte y jugó mal porque no le dio bien a la bola y acertó pocos Farwais. Nunca vi a Tiger tan furioso y descompuesto. Watson destrozaba los pronósticos, acababa con la sabiduría de los expertos y le dictaba al mundo una realidad que nadie comprendía pero todos aceptaban con simpatía: que un Open Británico, el torneo más antiguo y más importante del golf, fuera ganado por un viejo. Pero fue la experiencia, el único elemento que jugaba a su favor donde tenía una gran ventaja sobre sus oponentes, la encargada de traicionarlo. Le jugó una mala pasada, le quitó lo que le dio cuando estaba más joven y se ausentó cuando tenía que ser su mejor aliada. En el putt final, definitivo para ganar, se encalambró y apenas empujo la bola. No pudo con la presión ni con la posibilidad de vencer a los 59 años a los mejores jugadores del planeta. Ese pequeño y sutil detalle privó al mundo, no solo de una gran hazaña, sino de la posibilidad de cambiar esquemas, paradigmas y verdades que hoy para muchos son absolutas en el deporte. No quiero hablar de Lee Westwood que no metió el águila del hoyo 17 por un pelito y necesitó 3 putts en el 18 para terminar porque pensó que solo le servía el birdie y fue agresivo. Con dos putts a lo mejor hubiera ganado en el desempate. Watson perdió el Open pero se ganó el cariño de todos, se metió en el corazón del mundo e hizo recordar las gestas más maravillosas de los grandes maestros en los grandes torneos. Además se comportó igual en el triunfo y en la derrota, como un grande, como un fuera de serie, como un hombre que hubiera podido cambiar la historia del golf si mete ese putt de 2 metros que falló y nos dolió a todos. BIEN CAMILO VILLEGAS La actuación de Camilo Villegas fue notable. Quedó 13 a solo 4 golpes de los punteros a pesar de sufrir un fuerte dolor de espalda que casi lo saca del torneo. Jugó muy bien el green y supo resolver los momentos complicados en un campo donde a veces bogey es bueno. En dos hoyos perdió el chance de pelear por el título: el número uno, un par 4 corto de solo 354 yardas al que le hizo 2 bogeys y el hoyo 5 complicado al que le hizo 4 golpes más en 3 días. Camilo volvió a demostrar su buen momento, completó 11 torneos pasando el corte y su segundo Top-15 en un torneo Major este año. Ojalá la espalda lo deje jugar esta semana en Canadá.