Hoja de Ruta
Ahora que regresé de unos días de vacaciones y que estoy cerca de viajar a los Olimpicos de China quiero compartir con ustedes una idea de vida que he intentado seguir. Es mi Hoja de Ruta.
El mundo tiene tres tipos de seres humanos: los que abren camino, los que utilizan las vías que ya existen y los que poco caso hacen a los senderos y las señalizaciones. Los primeros son los conquistadores, los que se atreven a cambiar el mundo, los que no tienen miedo y corren riesgos, los que marcan pensamientos en la historia. Los terceros son los inconformes, los locos que no miran fronteras ni límites, aquellos que desafían las alturas sin paracaídas y los mares sin flotadores, son irreverentes e irrespetuosos. Los segundos son la mayoría, los comunes y corrientes, los que casi siempre respetan las normas, los que utilizan rieles para llevar la vida, los que pocas veces arriesgan. Aunque me ubico en los segundos, quiero aprender un poco de todos. Tener la decisión y el coraje de los primeros así me falte el conocimiento y la sabiduría. Poder sentir la alegría y la libertad de los terceros a pesar de mi familia y mis amigos. Y de los segundos, quiero quitar la rutina y romper por momentos los rieles para que el tren de mi costumbre conozca otros rumbos menos previsibles. Cuando niño “Juan Salvador Gaviota” fue mi guía. Entrado en la pubertad las revistas con niñas ligeras de ropas o sin ellas “empolvaron” los libros que estaban de turno. En la adolescencia conocí a Gonzalo Arango, a Borges, Sábato, Machado, Eco, Proust (nunca lo terminé), Man, De Saint-Exupery y Camus. Me enamoré de Kipling y me deslumbré con Rousseau, Neruda, Germán Espinoza, Wilde y Joyce. Me enfurecí con Borges con Vallejo, con Marx y con Hegel. Más adelante descubrí a Luis Tejada, a Aurelio Arturo, a Heidegger, a Darío Jaramillo y a Desmond Morris. Me metí con Demócrito, Sócrates, Platón y Aristóteles que se equivocaron mucho pero abrieron el camino del pensamiento. Crecí con Mario Rivero, leí a Gabo y a muchos otros, pero hubo un texto de Nadini Stair llamado “Instantes” que quise seguir al pié de la letra. Por simple, por elemental y sabio. Hablaba de “si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores, no intentaría ser tan perfecto, me relajaría más, sería más tonto, menos serio, correría más riesgos, haría mas viajes, tendría mas problemas reales y menos imaginarios, jugaría con más niños y comería más helados”. Después de valorar el hoy y exaltar los buenos momentos, Stair dice: “pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo”. Fue mi hoja de ruta durante muchos años, pero la olvidaba pronto o la aplazaba mucho. Sin embargo algunas veces la pude aplicar y fui feliz. Hoy después de mucho leer, a veces pensar y casi siempre protestar, decidí cuando he pasado los cuarenta y estoy llegando a los cincuenta, hacer mi propia hoja de ruta donde la cantidad de años que me quedan no son lo importante, sino la calidad y la intensidad de cómo los voy a vivir. La quiero compartir con mis amigos que son todos los que quieran serlo. Con mi hijo que es la mayor felicidad de mi vida y la gran razón de ser, con mi familia a pesar de lo distante que he estado de ella, con la mujer que me ama y me alcahuetea y con las cosas sencillas y maravillosas que nos da la vida que son casi todas las que tenemos a mano. Quiero necesitar menos cosas y menos dinero, quiero disfrutar mas dando que recibiendo, ayudando que pidiendo, Callando que protestando y elogiando que criticando. Quiero sembrar más plantas y cuidar más flores, quiero sentir la lluvia y el sol sin pensar en un resfriado o en una insolación. Quiero acariciar la tierra y la naturaleza, quiero abrazar y besar más gente, quiero llorar y reír sin restricciones, quiero no tener pena ni vergüenza para decir lo que siento, para exponer mi ignorancia, para mostrar mis defectos y para compartir mis afectos. Quiero tener perro y pájaros libres, quiero conseguir muchos amigos, quiero leer más, quiero correr por calles y por pastos. Quiero enamorarme, quiero compartir lo que se y aprender lo que sabes, quiero conversar con el extraño, quiero sonreírle al serio, quiero comprender al necesitado y me gustaría escuchar y entender toda la música para bailar y disfrutar del lenguaje más universal que existe. “Cuando el dinero alcanza para todo no sirve para nada. El más rico no es el que más tiene sino el que menos necesita. Quien es verdaderamente feliz nunca busca la felicidad. Cuando se nace todos los días nunca se envejece. La única verdad es la realidad y no olviden que la vida es mejor cuando se amplían los limites del placer, el goce y la belleza”. Quiero que usted amiga mía o amigo mío, si lee estas líneas, sienta el impulso necesario para cambiar su vida y hacerla más simple y sencilla, menos complicada. Más libre y tranquila, menos dramática, más abierta a las opciones que nos ofrece este mundo vertiginoso y demente. Y he aprendido que para vivir mejor hay que tener tres cosas: tolerancia, capacidad de adaptación y disposición al cambio. No importa que sea conquistador, rutinario o inconforme. Si decides asumir ese compromiso para hacer de lo elemental una fiesta, siempre habrá un mejor espacio para ti, siempre tendrás una buena compañía y siempre habrá tiempo para que disfrutes la vida.




