Poder a la carta
Echeverri es hoy uno de los hombres más poderosos de este gobierno, y lo será más. Suele enviar dardos envenenados a los periodistas
Poder a la carta
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Los oyentes de Caracol Radio opinan sobre el nombramiento de Gustavo Gómez.
En su calidad de presidente de la Asociación Primero Colombia, Luis Guillermo Echeverri, suele escribir largas y decimonónicas misivas en las que, fungiendo de faro, luz y guía ideológico del Centro Democrático, suele concentrarse en explicar cómo debería ser el país que no es.
Quienes las reciben, por lo general vía Whats app, saben que estas notas kilométricas siempre están adornadas con figuras y metáforas que giran alrededor del temor al Creador, la Inquisición, los infieles, los pecados capitales y referencias similares a aquellas épocas en que Estado e Iglesia se confundían. Y de confusiones sí que sabe Echeverri.
Aunque su espíritu es de constante lucha contra la tentación, casi nunca resiste una que lo impulsa a pecar constantemente: sucumbe a dictar las normas y reglas del periodismo, así como de la libertad de expresión. Y no es que no se pueda opinar sobre el periodismo o señalar sus lunares. Pero que Echeverri se convierta progresiva (o regresivamente) en oráculo de la libertad de expresión es como ver a Willy Wonka abogando por el consumo responsable del chocolate.
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Apersonado de tales tareas, Echeverri escribió una carta este fin de semana dirigida a Javier Moreno, director del diario El País, de España. La carta, curiosamente, va de Madrid a Madrid: de Madrid, Cundinamarca, a Madrid, España.
Echeverri acusa al periódico de abrir la puerta a lo falso para convertirlo en real. Se trata, por supuesto, de la muy leída entrevista que el diario publicó con el senador Iván Cepeda.
Sostiene el exgerente de la campaña presidencial de Iván Duque que el texto es una apología al delito, donde se le da, cito textual "púlpito al demonio, para que oficie la liturgia del crimen organizado".
La siguiente comparación es menos elevada, la del lobo disfrazado de caperucita, en abierta referencia al cuento donde un lobo, un lobo lejos de las campañas, un lobo distante de las juntas directivas, un lobo apartado de los negocios generosos en la tras escena del poder, un lobo de larga cola, devora a la abuelita. Porque bien se sabe que los lobos son insaciables.
"¡Señor director, no encuentro la explicación para permitirle a Iván Cepeda (maestro del engaño, fabricante del testimonio falso, inquisidor moderno, líder de la guerrilla parlamentaria) amplificar como verdadera, la falacia de la cual él mismo es autor intelectual, material y verdugo", asegura Echeverri, preparando terreno para presentar a Cepeda como representante del narcoterrorismo activo en el crimen organizado. Y, así, de la manera más natural, Echeverri llega a sugerir que hay un magnicidio mediático contra Uribe Vélez.
Resumen del objeto de una misiva donde difícilmente se disimula el enorme grado de irrespeto que la anima: que no le den vitrina al representante de los terroristas. Todo con un lenguaje y unos argumentos que, más allá de poner a pensar al director de El País en Cepeda, le mandan señales de que, en Colombia, hay que entrar con linterna en las cavernas para hablar con ciertos personajes que le escriben cartas.
Echeverri es hoy uno de los hombres más poderosos de este gobierno, y lo será más. Suele enviar dardos envenenados a los periodistas, pero de manera oblicua: apuntando al blanco de sus jefes y de los dueños de medios.
Pero todo ese poder no puede impedir recordarle que ni dicta las reglas del periodismo, ni tiene por qué meterse en los contenidos informativos de los medios. Mucho menos llegar al atrevimiento de decirles a los periodistas qué deben o no publicar, o a quién deben o no entrevistar.
Baste aclarar que aquí en 6AM le hemos ofrecido esos espacios al señor Echeverri, pero no se anima, no ha querido. La invitación sigue abierta y así podremos conversar de tantas cosas que él bien puede explicarnos. Que solo él puede explicarnos. Ansiosos quedamos de recibir sus valiosas lecciones de periodismo al aire.