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Derribo de estatuas: ¿Qué hay detrás de ese acto?

Panelistas consideran que fenómeno abre la puerta para que se inicie una conversación sobre hechos históricos que aún no han sido discutidos.

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En Hora 20 nos dedicamos a debatir sobre un fenómeno que ha vuelto a resurgir y es el derribo de estatuas y monumentos en varias ciudades de Estados Unidos. Se habló de la importancia de estas; de sus significados; de su presencia a lo largo de la historia y de la idea de ser derribadas. También se debatió sobre un fenómeno que se viene presentando desde hace varios años y es la politización de las marcas; los estereotipos que refuerzan y su alcance.

Como si Colón estuviera besando el asfalto, quedó la estatua del conquistador de América, después de que un grupo de manifestantes tumbara su monumento en Baltimore en Estados Unidos. Fenómeno que no es nuevo, que se ha visto desde Irak con el derribo de la estatua de Sadam Husein, pasando por Europa y ahora en Estados Unidos con las protestas racistas ha regresado el fenómeno o lo que ha sido llamado por algunos como la “moda posmoderna” de derribar monumentos.

Además de una pandemia y los cientos de miles de muertes que ha dejado, este año 2020 ha dejado una ola de revisionismo histórico, dado por las protestas antirracistas en Estados Unidos y que hoy han desembocado en el derribo y vandalización de estatuas, monumentos y todo aquello que esté relacionado con la esclavitud, colonización y con aquellos que se atrevieron a violentar alguna minoría en el pasado.

Desde el inicio de las protestas, los monumentos a soldados de la causa de los Estados Confederados han sido blanco de los manifestantes; así como las estatuas de Cristóbal Colón en varios puntos de la nación americana y de políticos importantes como Jefferson Davis o Robert E. Lee. Sin embargo, la caída de estos símbolos se ha extendido, en el Reino Unido, a Churchill lo vandalizaron con un grafiti diciéndole “racista” tumbaron la estatua de Edward Colston por su pasado esclavista; y en Bélgica a Leopoldo II lo tuvieron que bajar de su pedestal en varias ciudades.

Este ejercicio de cuestionar el pasado a través de los monumentos no es nuevo. Se vivió en Hungría en la década de los cincuenta al tumbar una estatua de Stalin; así como al final de la Unión soviética en varios países cayeron los monumentos de Lenin y Stalin; en España también se ha replanteado el papel de la dictadura de Francisco Franco y la presencia de sus estatuas en varias ciudades. En África el momento también les llegó a los monumentos con la caída de Gadafi en Libia y de otros colonialistas en el continente negro.

En Estados Unidos los manifestantes han argumentado que tumbar estos monumentos está relacionado con que esas personas a los que quizás en un momento se le rindió culto, ya no los representa como sociedad. Sin embargo, la posición de Trump ha sido agresiva al pedir a la Fiscalía por decreto que aquellos que vandalicen monumentos federales tengan hasta 10 años de prisión. Además, ha dicho que se evitará que una turba indignada timbre los monumentos y borre la historia, con el fin de que se adoctrine a lo niños y se abuse de las libertades. Sin embargo, la presidenta de la Cámara de representantes ha instado a que se retiren del Capitolio las 11 estatuas relacionadas con los Estados Confederados.

Esta ola de revisionismo ha llevado entonces a preguntarse sobre la importancia de los monumentos y de su papel en la sociedad contemporánea; además, de lo que ha sido llamado por algunos historiadores como una especie de “furia iconoclasta de las revoluciones” que plantearían ver con mayor claridad la historia, en vez de borrarla

Lo que opinan los panelistas

Para William Ospina, escritor y colaborador en El Espectador, la discusión parece ser sobre estatuas, pero en realidad es sobre los hechos del pasado que parecen estar resueltos, definidos o con unos consensos sobre lo que pasó. Planteó que estos fenómenos reflejan conflictos del presente y afirmó que, si hoy no tuviéramos segregación, nadie se estaría acordando si hubo o no esclavistas. Frente a la discusión, sostuvo que estos hechos demuestran que hay debates en la historia que siguen vivos y que el gran problema está en que no se abren los espacios para estas discusiones pendientes.

Frente a la situación en Colombia señaló que una de las cosas más triste en el país es que no hay suficientes monumentos a la memoria y que no se ha valorado el papel de algunos personajes en el proceso de construcción del país. Concluye planteando que la pregunta debe ser que si a alguien le molesta la estatua es porque hay algún tipo de malestar que se debe tratar y resolver.

Para Ana María Otero, abogada, doctora en Historia y profesora asociada de la Universidad de los Andes, la coyuntura llama a preguntarse por el pasado, y sobre los hechos que ocurren hoy; por lo que considera que es una problemática del presente y no del pasado. Y aseguró que estos cuestionamientos no nos deberían asustar, de lo contrario los historiadores creen que historia debe ser tratada como algo vivo y no estático.

Agregó que estatuas se deberían ver desde tres puntos: “estatuas no promocionan narración neutral de historia; son monumentos que de por sí son políticos. Segundo, los íconos son ambivalentes, que estos cambian en el contexto, una estatua de los 60, hoy puede ser problemática, por eso hay que redefinir permanentemente. El tercero, es qué tanto dejar esas estatuas silencia la participación de estos personajes históricos. Por eso no hay que derribarlas necesariamente, hay que redefinir, resignificar. No es quitarla, es que haya conversación alrededor del patrimonio; una conversación más incluyente”, concluyó.

Jorge Galindo, sociólogo y columnista en el diario El País, planteó que es relevante ver qué dicen los equilibrios de poder sobre los cuestionamientos públicos, como lo es en este caso el derribo de monumentos en Estados Unidos. “Si la memoria antes no estaba en disputa, es porque ahora hay unos cuestionamientos de poder. Ahora podemos hablar de qué se pone en gestión, el hecho de que nos lo preguntemos y que haya pluralidad sobre nuestro pasado reciente o antiguo es algo bueno desde el pluralismo.”

Para Galindo es ver cómo ese proceso de romper el monopolio de la voz debe ir acompañado de estructurar el proceso de democratización del debate, que debe ser sostenible y enriquecedor.

Para Aquiles Éste, semiólogo, analista y columnista en el New York Times en español, una cosa es derribar estatuas y símbolos de un gobernante en oficio, como ha ocurrido en algunas ocasiones y otro muy distinto es el caso de figuras que ya están en una perspectiva histórica, tengan o no pasado cuestionable. Advierte que derribar este tipo de figuras tiende a empobrecer las ciudades y la conversación histórica. Además, plantea que se pierde la oportunidad de mostrar a las nuevas generaciones la dimensión histórica de esas figuras. Señaló que estos actos son una barbaridad y de que no se puede entrar una época de censura retroactiva.

Frente a su artículo en el New York Times sobre la politización de las marcas, plantea que las compañías se han politizado de una manera acelerada y que estos temas terminan siendo nuevos para el mercadeo. Planteó que las marcas están cambiando mecánicamente su imagen a la luz de la protesta, “son reacciones mecánicas, limitan el debate; no se habla del tema, ni se tiene la oportunidad de que lidiemos con la idea de hacer cambios de fondo.”e