Hallazgo histórico en Australia: descubren las huellas fósiles más antiguas de un reptil terrestre
Con este descubrimiento cambia la percepción del el conocimiento sobre los animales terrestres.

Huellas, imagen de referencia (Photo by AIZAR RALDES/AFP via Getty Images). / AIZAR RALDES
En principio, es pertinente explicar que el descubrimiento fue realizado por Craig Eury y John Eason, cuando hallaron un conjunto de huellas fosilizadas en una losa de arenisca, que es roca sedimentaria compuesta por granos de arena cementados entre estos, en la región de Mansfield, Australia.
Según un estudio publicado en Nature y liderado por el paleontólogo John Long de la Universidad de Flinders, estas huellas pertenecen a un amniota, un ancestro temprano de reptiles, aves y mamíferos, que tienen una antigüedad de aproximadamente 356 millones de años. Esto las convierte en el rastro más antiguo conocido en el mundo.
Cabe destacar que este hallazgo reescribe la historia evolutiva al situar a los primeros vertebrados plenamente terrestres 40 millones de años antes de lo que se pensaba.
Por otro lado, el principal problema en torno al descubrimiento gira en torno a la interpretación del rastro: ¿el animal caminaba por tierra firme o se desplazaba flotando en el agua?
Anthony Romilio, paleontólogo de la Universidad de Queensland, sostiene que podría haber estado nadando, basándose en la disposición de las marcas. Sin embargo, Long defiende que las garras impresas profundamente en el sedimento son prueba concluyente de locomoción terrestre.
Esta controversia sugiere la dificultad de interpretar huellas fósiles y la necesidad de más hallazgos para confirmar el comportamiento y naturaleza de estas criaturas.
¿Qué cambia con el descubrimiento de estos hallazgos?
Los hallazgos en Mansfield representan una ventana al origen de la vida terrestre. Al identificar las huellas más antiguas de un amniota, este descubrimiento trasciende lo anecdótico y se convierte en una pieza para entender el momento en que ciertos vertebrados dejaron el agua y llegaron a la tierra firme.
Esto no solo aporta evidencia física de esa transición evolutiva, sino que también ayuda a trazar con mayor precisión la línea evolutiva que conecta a los reptiles tempranos con los mamíferos, incluyendo a los seres humanos.
En ese orden de ideas, su relevancia va más allá de la paleontología. En tiempos en que la comprensión de la biodiversidad y su origen es clave para enfrentar desafíos ambientales y biológicos, estos fósiles permiten observar cómo los organismos se adaptaron a nuevos hábitats, hace millones de años.
Adicionalmente, se destaca el rol de la ciencia ciudadana, ya que los descubridores no eran científicos formales. El hecho de que Eury y Eason hayan contribuido con un hallazgo de esta magnitud demuestra el valor del acceso público al conocimiento científico y la colaboración entre expertos y la comunidad.
Exploración y futuro
Para profundizar en este descubrimiento, vale la pena considerar la posibilidad de explorar más esta región, en busca de más fósiles. Esto podría ofrecer evidencia adicional sobre la criatura que dejó las huellas y confirmar si caminaba o nadaba.
También es relevante destacar que el rastro se compone de dos conjuntos de huellas, uno con impresiones bien definidas y otro con marcas de garras menos claras.
Finalmente, la participación de instituciones internacionales, como la Universidad de Uppsala, resalta su impacto científico global.