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El bosque de manglar de la Ciénaga de Santa Marta agoniza.

En el Caribe colombiano se encuentra el grupo de humedales más grande del país y la zona más importante de manglares en la Ciénaga Grande de Santa Marta. Este bosque contribuye a la seguridad alimentaria y protección de las comunidades costeras y alberga una riqueza natural y cultural única.

Cortesía : Nicolás Acevedo- FCDS

Cortesía : Nicolás Acevedo- FCDS

Colombia

La Ciénaga Grande de Santa Marta es el delta del principal río de Colombia, el Magdalena, este sistema además es alimentado por otros cinco ríos que bajan de la Sierra Nevada de Santa Marta justo antes de llevar sus aguas a encontrarse con el Mar Caribe.

En sus más de 528 mil hectáreas se han registrado 53 especies de fauna íctica, que se refiere a los peces, de las cuales 29 son de agua dulce y 24 tienen la facultad de nadar entre el agua de mar y dulce. Además de aves como el pato cuervo, aguja, el gallito de ciénaga, el gavilán caracolero, la garza real, entre otros.

Es así como esta confluencia de aguas ha generado un ecosistema único lleno de biodiversidad, no solo por su joya de la corona: el bosque de manglares más importante del Caribe colombiano, que actúa como una trampa para los sedimentos que trae el Magdalena, el río que más residuos lleva en sus aguas de todo el mundo y es un escudo natural que las comunidades costeras tienen para protegerse de fuertes oleajes, huracanes e incluso tsunamis.

“La Ciénaga es el riñón del país, pensemos que el agua que trae el río Magdalena viene desde el macizo colombiano y ahí llegan los desechos de la economía del país, este desemboca acá y la ciénaga es su riñón, es la planta depuradora antes que esa agua llegue al mar Caribe”, explica Sandra Vilardy, viceministra de políticas y normalización ambiental de Minambiente.

El territorio de la Ciénaga abarca 14 municipios, lo que hace que unas 350 mil personas que viven cerca a este lugar obtengan alimentación y recursos de este lugar, pues en la zona aún es posible vivir y alimentarse gracias a la pesca.

Además, este humedal, que es el primero en Colombia en ser de importancia Ramsar, es un factor importante en la adaptación climática, pues el bosque de manglar tiene un papel fundamental en la amortiguación de la temperatura y regula la disponibilidad de agua que empieza a ser cada vez más limitada en el Caribe.

“Esta es una zona que puede ser una gran ventaja para la adaptación climática y estamos trabajando con varios factores al tiempo y tenemos que actuar rápidamente y de manera coordinada para que los recursos que lleguen aporten al bienestar social y del ecosistema”, sostiene Vilardy.

Cultura anfibia

Es tal la singularidad de esta Ciénaga que ocupa un territorio similar al de Quindío que allí habitan los únicos pueblos palafitos del país, poblaciones que desde hace 200 años se asentaron en esta zona pesquera convirtiendo el agua en calles y a las canoas como su medio de transporte, su adaptabilidad a vivir en estas condiciones los ha denominado como representantes de la cultura anfibia.

“Lo mejor de aquí es la tranquilidad y la sabrosura con la que uno vive”, dice Javier Antonio de la Cruz, habitante del pueblo palafito Buenavista y que nació en estas aguas luego de que sus padres decidieron asentarse en esta región hace 60 años y en donde ya viven unas 4.000 personas.

Esta apropiación del territorio es un sentimiento compartido por las familias de estos tres pueblos a pesar de tener carencias de servicios públicos, de acceso a servicios de salud y una limitada oferta de educación, pues solo se cuenta con una institución educativa para los tres pueblos.

En Nueva Venecia, Buenavista y Trojas de Cataca siempre se han beneficiado de la pesca de la región. Sin embargo, la desaparición de más del 50 por ciento del bosque de manglar tiene contra las cuerdas a estas familias que ven como su fuente de alimento y de ingresos se extingue, pues el mangle es el lugar ideal para la reproducción y hogar de peces como el róbalo, sabalete, matabin, lebranche y la mojarra.

Y es que la tragedia de la Ciénaga se debe de acuerdo con investigadores a la mala ejecución de obras viales, portuarias y la transformación de pantanos y humedales en praderas principalmente para ganadería y cultivo de palma que alteraron la entrada de agua dulce a este ecosistema, enfermando de muerte al mangle.

El agua de mar tiene 36 unidades de salinidad, pero en la Ciénaga encontramos más de 100 unidades de salinidad y el suelo concentrado hasta 200, el pobre manglar murió por la hiper salinización provocada por muchas obras a gran, mediana y pequeña escala que tuvieron un muy mal manejo del agua”, explica la viceministra de Medio Ambiente.

Esto ha representado que la pérdida de manglar en la Ciénaga sea la segunda más grande del planeta detrás de Vietnam y que la reducción de pesca haya disminuido en un 90% pues en los años sesenta se capturaban cerca de 30 mil toneladas de pescados, incluso las primeras exportaciones de ostras del país eran de esta zona, pero en 1987 la pesca no logró superar las 2 mil toneladas.

Esperanza para la Ciénaga

Frente a este panorama autoridades nacionales, regionales, ambientales, sociedad civil y los pueblos palafitos adelantan proyectos para salvar a la Ciénaga y con ella a sus pobladores cercanos quienes se benefician de alimentos, ingresos, además de tener un regulador de temperatura y suministro de agua que consumen las ciudades caribeñas.

Una de estas acciones que busca devolverle la vitalidad al bosque de manglar es la siembra de plántulas en zonas que han sido deforestadas, esto con la creación de un vivero en Buenavista liderado por la comunidad y que señala Javier de la Cruz tienen la capacidad de restaurar 15 hectáreas con unas 20 mil plántulas.

Por otra parte la institucionalidad adelanta proyectos en alianza con FAO e Invemar para mejorar las capacidades de gobernanza y una transición de actividades productivas así como la conservación del ecosistema

Vamos a hacer énfasis en la justicia ambiental, necesitamos que nuestros ecosistemas los restauremos y mejoremos sus condiciones, en temas de justicia social, recordando que las personas que viven en entornos más deteriorados ambientalmente son personas en las que la atención de sus derechos es mínima”, señala la funcionaria Vilardy.

Por último, estas acciones y las demás que promuevan el rescate de la Ciénaga para que el manglar tenga una mejor salud repercutirán no solo en la fauna del lugar, pues servicios ecosistémicos como la trampa de sedimentos, fuente de alimento y ser un aliado para mitigar los efectos del cambio climático beneficiará a todos incluso los que viven en ciudades alejadas de este ecosistema.

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